Parte 4

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Tomó con más fuerza las correas de su mochila, sus pies se movieron con impaciencia, tratando de dar un paso más al gran jardín de su casa. Sí, esa era su casa. Donde resaltaba el ladrillo rojo junto con la pintura blanca del porche. Sus ojos se cerraron en medio de un suspiro. Jugó con la llave entre sus dedos mientras caminó en pequeños pasos hasta atravesar el jardín y subir por las desgastadas escaleras que crujieron bajo sus pies. Se notaba el deterioro en la casa, pero no era tan malo como lo había imaginado. El césped estaba cortado, las flores y los arbustos decoraban gran parte del patio. Nada parecía estar sucio, solo estaba descuidado. Tenía entendido que nadie había quedado a cargo de cuidar de esa casa, pero definitivamente alguien lo había estado haciendo en esos años. Respiró profundamente el dulce olor del verano de aquel rincón escondido, atesoró la tranquilidad, pero algo se removió intensamente en su estómago en cuanto logró abrir la puerta principal. Un escalofrío abrazó su espalda. Observó cada detalle del amplio y vacío espacio: piso de madera, paredes blancas con un techo alto. Con su mano libre recorrió los pilares que sostienen el balcón dentro de la casa. A los los costados están esos grandes ventanales que permiten que la luz se asomara intensamente. Cruzó la habitación principal hasta entrar al corredor que conectaba a la cocina y al comedor. Asomó su cabeza a la que alguna vez fue un salón de estudios, recordaba el escritorio, los libreros repletos de libros y ese piano de cola blanco. Siguió su camino hasta llegar a la cocina. Sonrió, sonrió de verdad al recordar su niñez: los desayunos en familia, la complicidad con Reece y los fines de semana de hot cakes y tocino. Sus antebrazos se recargaron sobre la barra. Observó a través del gran ventanal que ocupaba gran espacio de la pared pero que también servía de acceso, por ahí salían al jardín trasero, ese donde había quedado una alberca abandonada junto con una casa del árbol. Pensó en todo lo que tenía que modificar en esa gran casa, quería darle vida, poder volver a sentir que estaba en casa. Aunque había cierto confort ahí faltaban tantas cosas. Ni siquiera sabía por dónde empezaría, pero el estar dentro de esa casa había sido el paso más importante. Bajó uno de los bancos sobre la isla, se sentó y dejó caer su frente sobre el granito, sus ojos se cerraron. Había pasado años sin estar en Avalón, cerca de la playa y los pequeños barcos que flotaban sobre esas tranquilas aguas. Lejos de aquel característico clima y tranquilidad, aún cuando sus temores habían quedado ahí, había algo que la había hecho sentir tranquila: poder estar entre las paredes que la habían visto crecer, donde había compartido su niñez al lado de Reece y sus padres. Esas largas tardes llenas de arena frente al mar. Volvió a sonreír y se puso de pie. Tomó su celular y llamó a su mamá.

—Mamá. —susurró en cuanto la escuchó a través del altavoz. Caminó hasta quedar frente al ventanal.

—Monica, no esperaba saber de ti... —su timbre de voz evidenció la sorpresa.

—Lo sé, tampoco tenía contemplado llamarte... Sé que apenas hablamos ayer, pero hoy vine a casa, por fin lo hice. —media sonrisa acompañada de unos ojos brillosos se asomaban por el cristal. Había pasado tan solo una semana desde que había llegado. Pero la mayor parte de sus días se reducían a salir en las madrugadas y caminar sin rumbo por el pueblo y regresar hasta tarde.Siempre se encargaba de comprar algo de comida a las personas que le estaban dando una habitación, era su forma de agradecer.

—Eso es... grandioso, hija. —suspiró con tranquilidad. —¿Muchos cambios?

—Solo está un poco descuidada, pero las paredes, pisos y habitaciones siguen intactas, es asombroso poder recorrer la casa y no sentir tristeza, se siente bien, ¿sabes? —confesó un tanto aturdida.—Tenía miedo de venir, no sé por qué, pero me generaba cierto tipo de angustia, pero ahora que observo la casa del árbol solo puedo pensar en lo mucho que quiero darle vida a este lugar. Sé que Reece amaría vernos vivir aquí de nuevo. —hubo un pequeño silencio en la línea.

En medio de mis miedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora