06||Misión en Salentine, Parte 2

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Dione


Cada vez odio más este planeta. El mal humor se ha convertido en mi compañero desde que salimos del bosque. Los chicos no me han dirigido la palabra, pero puedo sentir sus miradas clavadas en mi nuca.

Tal vez fui demasiado ruda y quedé como una hija de puta, pero tampoco puedo explicarles por qué racioné así. Sin embargo, eso no quiere decir que esté bien; no se merecen ser tratados así.

_Oye, Rhys..._ lo llamo.

Él se acerca dudoso hacia mí.

_¿Sí?

_Perdóname, ¿sí? No fue mi intención hablarte así, a ninguno de ustedes_. Generalizo._ Solo estoy algo cansada y... no me gusta ese lugar, me trae malos recuerdos.

_Está bien_ dice, regalándome una sonrisa_. Se nota que ese lugar te afecta, así que entiendo.

Me acaricia el hombro, y los demás se vuelven a acercar a mí, sonrientes. Me alegra que no se hayan enojado conmigo.

Seguimos caminando en silencio por la orilla del lago; tiene hermosas aguas cristalinas. Esta caminata, en comparación con las anteriores, es relajante y tranquila. Disfrutamos de la vista, el sonido del agua y el cielo iluminado por los rayos del sol que se filtran a través de las nubes, creando una sensación etérea en el ambiente.

Después de un rato, llegamos a una pequeña playa. Desde aquí, puedo ver la cueva a la distancia. Se encuentra en las montañas rocosas altas que rodean el mar, creando una sensación de aislamiento. La montaña está rodeada de árboles que tienen hilos dorados en las líneas de la corteza externa, que llegan hasta las raíces.

_Llegamos._ informa Eva.

_Descansen un momento mientras yo voy a limpiarme._ digo, y ellos obedecen, acostándose sobre un árbol cercano.

_¿Alguien trajo comida?_ Oigo decir a Rhys antes de alejarme del grupo.

Con lentitud, bajo el cierre del traje y me lo quito, dejándolo a un lado de la orilla del agua para que no se moje. Me quedo solamente con una remera negra y un short corto. Arremango la remera, dejando mi abdomen al descubierto, y comienzo a caminar hacia el agua. Está fría. Me siento donde el agua está baja y tomo un poco entre mis manos. Lo arrojo sobre mi abdomen.

Presiono mis labios en una línea recta ante el dolor que tensa mis músculos y aguanto. Es profunda la herida, y temo que las garras hayan perforado totalmente mi abdomen. La herida está limpia, pero eso no basta para parar el sangrado. Me levanto lentamente y me dirijo hacia los chicos. Les agradezco silenciosamente que no me hayan mirado; es incómodo para mí.

El árbol en el que están apoyados tiene largas hojas que podría usar como venda.

_¿Alguno podría pasarme una de esas largas hojas? _pregunto.

Eros es el primero en levantarse y arrancar una por mí. Yo no puedo estirarme mucho.

_Gracias._ intento tomarla, pero él no me lo permite y se coloca detrás de mí.

_La garra llegó a atravesar todo tu abdomen, así que respira. Esto puede doler._ dice, envolviendo cuidadosamente la hoja en mi abdomen, rozando por lentos segundos sus dedos en este, poniéndome a temblar. Siento las miradas atentas de los demás sobre nosotros.

Intento cruzarme de brazos para tapar mi cuerpo, pero Eros me pega un manotazo en el brazo.

_Quieta._ susurra en mi oído, empezando a ajustar la hoja con fuerza..

_¡Au! ¡No seas tan bruto! _le devuelvo el manotazo, enojada.

_Ya está, Sterling. Lo peor ya pasó _dice, apareciendo frente a mí con una sonrisa.

Dione ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora