Draco Malfoy y su destino desconocido

Capítulo 6: Una escena de verano

El verano avanzaba pesadamente y cada día se confundía con el siguiente. Los estantes de Draco se organizaron poco a poco y antes de que se diera cuenta estaba guardando el polvo de pezuña de cebra en la esquina trasera de la tienda. Una vez terminada esa tarea tan intimidante, sólo le quedaba mantener la tienda ordenada y ayudar a los clientes cuando Stephen Slug o Arsenius Jigger estuvieran ocupados. Los jueves tenía que ayudar a llenar los estantes con ingredientes que a veces requerían levantar mucho peso y los lunes Snape pasaba por allí para controlarlo y insultarlo de una manera casi cariñosa. Aparte de eso, los días estaban llenos de una relajante uniformidad. Las cosas se habían ralentizado considerablemente, pero cuando el padre de Stephen, Stanley, dejó de hacerlo ese martes, dejaron de hacerlo por completo.

Stanley Slug era un hombre alto, de hombros anchos, barriga pequeña y barba bien recortada. Su color era oscuro, pero no tan oscuro o cetrino como el de Snape. Era todo moreno desde su piel curtida y bronceada hasta su cabello y ojos y tenía una sonrisa jovial para todos. A Draco se le dio sumariamente el día libre mientras la familia iba a ponerse al día. Draco frunció el ceño malhumorado, pero hizo lo que le dijo de todos modos. Se sintió excluido y solo. Aún así, sabía cuándo no lo querían y salió de la tienda después de holgazanear un poco, porque el ambiente cálido era muy agradable y no podía evitarlo. Finalmente, salió de la tienda y se detuvo en el Caldero Chorreante para coger un puñado de monedas.

Necesitaba animarse y un poco de helado era justo lo que necesitaba. Sonriendo para sí mismo ante la idea de un regalo bien merecido, se quitó la bata y miró su ropa por un momento. Desde que Lydia lo había señalado, era más consciente de cómo solía usar ropa formal. Draco, decidiendo que su vestimenta era apropiada para trabajar, pero no para jugar, se cambió. Y considerando el clima, finalmente se decidió por un par de pantalones negros y una camisa de vestir blanca, pero se arremangó hasta los codos y la mantuvo desabrochada y los dos botones superiores desabrochados. La camisa blanca estaba hecha de una tela muy fina y fina y se pegaba a sus hombros y antebrazos. No es que a Draco le importara, porque ese trabajo pesado al menos había ayudado a mejorar su antes escuálido físico. Draco no creía que alguna vez fuera musculoso, pero podía conformarse con ser ágilmente musculoso.

Sintiéndose un poco mejor, Draco se dirigió hacia la heladería de Florean Fortescue, donde unas cuantas brujas reían para sí mismas en una mesa cercana. Algunas personas habían decidido tomar un helado, lo cual no era sorprendente teniendo en cuenta lo claro y soleado que era el día. Un enano pasó pisando fuerte, lamiendo un cono de algo con nueces que se caían y se clavaban en su barba. Draco le sonrió al hombrecito y caminó hacia el mostrador. "Me gustaría lo que sea que esté tomando". Arrastró las palabras e inclinó la cabeza hacia el viejo mago que acababa de ordenar antes que él. Fuera lo que fuese, tenía unos cinco colores diferentes y se veía delicioso.

"Bien, entonces. Aquí tienes." Un poco conciso, pero al menos esta vez consiguió una sonrisa. Draco asintió en agradecimiento a Florean, pagó su regalo, encontró una pequeña mesa para sentarse y se recostó para ver pasar a las brujas y magos. Normalmente estaría encerrado en la tienda y era agradable estar fuera de casa por una vez. Había mucha gente para observar y Draco percibió la variedad con una pequeña sonrisa de satisfacción. Le ayudaría a pasar el tiempo.

Pasaron varios minutos mientras el Slytherin saboreaba su delicia en atento silencio. Draco hizo una mueca cuando una bruja con una túnica verde oliva con forro rosa brillante pasó. "¿Daltónico?" Distraídamente adivinó en voz alta y se sorprendió cuando alguien soltó una carcajada. Se giró y parpadeó sorprendido hacia Potter. Consideró insultar al chico como de costumbre por un momento, antes de decidir no hacerlo y volver su rostro hacia la multitud. Potter lo había visto en su punto más débil y eso realmente no fomentaba nada más que inquietud y autodesprecio, por lo que Draco se mantuvo en silencio.