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—Pasaré a ver a Clarisa, tu adelantate

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—Pasaré a ver a Clarisa, tu adelantate. — Erick asintió antes de soltar su brazo y caminar en dirección a la cafetería en tanto él se dirigía a la enfermería, le pediría a su  algunos supresores más y se aseguraría de mantenerlos en su mochila para que la próxima vez no se vaya a olvidar de tenerlos. Sintiendo sus dedos fríos por el clima, que aunque si bien el sol estaba presente seguía sintiéndose helado, escondió estos en los bolsillos de su uniforme.

Al estar cerca de la puerta de la enfermería aceleró su paso sin embargo luego de dar tres pasos más alguien cruzó el umbral de la puerta del otro lado a máxima velocidad.

Sin poder evitarlo o siquiera decir un cuidado ambas figuras se estrellaron entre sí haciendo que ambos cayeran.

— ¡Ah! — se quejaron ambas partes. Christopher , para su mala suerte, fue el que terminó cayendo de espaldas con el cuerpo del Alfa -si, pudo reconocer su olor- sobre él, sin embargo, y pensando que su cabeza sufriría de algún golpe, esta fue acunada por la mano del Alfa logrando que sirviera como almohada y apaciguara el golpe.

Aturdido y un poco mareado abrió sus ojos mientras parpadeaba lentamente en tanto sus manos soltaban lo que fuera que haya estado agarrando. Entonces se encontró con unos ojos marrones sorprendidos mirándolo entre nervioso y asustado.

— Uh y-yo creo- — el Alfa se sentó sobre sus rodillas casi de forma rápida, y como su mano aún seguía detrás de su cabeza lo levanto con él quedando entonces ambos sentados. El de orbes marrones quitó su mano lejos de su cabeza pero sin embargo él podía sentir otro agarre en otro lugar.

Miró su cintura descubriendo que la otra mano del Alfa se encontraba descansando ahí. El Alfa pareció notar donde estaba mirando y casi al instante quitó su mano de la zona.

— Pe-perdón.

Ladeó la cabeza confundido, lamentablemente aún no lograba comprender del todo lo que había pasado, se encontraba un poco aturdido y mareado, se sentía casi sedado y su nariz cosquilleaba por la esencia que lograba captar, esa escencia que pertenecía al Alfa, lo reconocía.

Por supuesto, estaba en su clase, era el Alfa que olía a madera mojada y café. Uhm... le gustaba el café.

— ¿Te encuentras bien? Pareces algo perdido. — preguntó con- ¿Eso era timidez?, esta vez y mirando hacia arriba con vergüenza se dió cuenta de que el Alfa se había parado y él aún estaba en el piso.

¿Pero que le pasaba? ¿Por qué se fijaba en cosas como esas?

— S-supongo q-que-

— ¡Hey, Zabdiel! — ambos giraron sus cabezas en dirección a un grupo de tres chicos, frunció el ceño al reconocerlos, eran Freddy, Adam y Zayn, los dos primeros parte del equipo de fútbol del colegio, no los conocía mucho solo los rumores que esparcían de ellos.

Algunos no tan buenos.

— ¡Vamos! — gritó Adam — ¡Rápido que Zayn ya se cansó de esperarte!

— ¡Oye el cansado eres tú! — exclamó el chico de cabellos grises con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

Giró su vista al Alfa frente a él cuando este carraspeo con algo de fuerza y miraba distraído al grupo de chicos que lo esperaba ansioso.

— Creo que ya... debo irme uhm- espero que te encuentres bien.

— Claro. — contestó. Su mano soltó por fin la del Alfa y volvió a esconderla en su bolsillo.

— Si te encuentras bien ¿verdad?

— Por supuesto.

Jamás había hablado más cortante en su vida, se sorprendía de sí mismo. El Alfa asintió levemente y con un vago ademán de manos trotó hasta el grupo de chicos empujando a dos de ellos para que avanzaran, uno de ellos giró a verlo con el ceño fruncido y una mueca casi de asco, era Freddy, gruño inconscientemente por la mirada desdichada que le mandaba, ¿qué se creía?.

— Ejem — su cabeza giró rápidamente hasta la Omega parada en la puerta de la enfermería, ella lo vió con una ceja alzada y una sonrisa divertida en labios que el no entendía. — ¿Que ha sido eso?

Parpadeó tres veces seguidas.

— ¿Que fue de qué?

Clarisa bufó mientras dejaba caer sus brazos, pero- no lograba entender que había sucedido, para él y su mente confusa todo con respecto al Alfa había ocurrido en un borrón. Era como si apenas y hubiera captado lo que dijo y/o hizo, no tenía sentido ¿verdad?

— Entra ya y dime que te has fumado.

— ¡Clarisa! — exclamó indignado, la omega rió levemente antes de tomar su mano y jalarlo dentro de la enfermería, el se encargó de cerrar la puerta detrás de él mientras la mujer iba hasta su escritorio para apoyarse de espaldas a este.

— Bien, bien, entonces ¿para que viniste? — preguntó ella mientras se sentaba sobre el escritorio, Clarisa era una Omega de veintidós años muy inquieta y en extremo dulce, ingresó como enfermera al colegio el año pasado y se hizo su amiga casi al instante luego de que la Omega descubriera que también lo era y lo llenara de dulces además de que su presencia lo reconfortaba mucho a decir verdad.

Mordió su labio inferior mientras se sentaba en una de las sillas cerca del escritorio de la Omega. Había un ligero dolor en su cabeza que lograba desconcentrarlo de vez en cuando sin embargo se obligó a dejar de enfocar su atención en eso y miró a la Omega que esperaba por su respuesta.

— Olvidé ponerme los supresores esta mañana... — explicó mientras jugaba con los dedos de sus manos, recordarlo le daba cierto pánico, saber que estuvo a punto de ser descubierto y exhibido en un salón lleno de Alfas le ponía los pelos de punta. — y no traje algunos en mi mochila, Erick corrió conmigo fuera del salón hasta los baños y me prestó uno.

— Oh Chris... — ella corrió hasta él y se acunclillo a su lado mientras sus manos se posaban sobre las suyas en tanto el giraba a mirarla. — ¿y como te sientes?

Dudó en responder, a pesar del pánico que sintió en un inicio no fue tan... espantoso como pensó que sería la situación si fuera descubierto en medio del salón.

— Estuvo bien — contestó entonces —. No me desmayé, eso es bueno ¿no?

La Omega sonrió a medias. — Si, lo es. — una de sus manos se escabulló en el bolsillo de su bata blanca y de esta sacó un caramelo de miel. — Ten, te traeré algunos supresores para que los mantengas en tu mochila y no se te olviden.

Torsió levemente y asintió. — Gracias .

Ella asintió mientras se acercaba a su escritorio y de el cajón del medio sacó una tableta de supresores y volvió hasta él, extendió la tableta hacia él sin embargo cuando estuvo por tomarla ella la apartó.

— Sabes que no puedes usarlas siempre Chris — dijo con advertencia antes de entrecerrar los ojos. —. Te hacen daño y en un futuro, Luna no lo quiera, podría costarte caro.

Sus labios se convirtieron en una fina línea, el lo sabía, por supuesto que lo hacía.

Sin embargo el miedo podía más contra él.

— Lo sé, Clarisa.

— Lo sé, Clarisa

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Soy Omega [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora