Llegó en una tarde de Otoño.
—¡Nicolás, alguien te busca aquí! —gritó Amparo desde el recibidor.
—¡Un momento por favor! ¡Bajo ahora mismo! —respondí inmediatamente.
Salí del ático seguido por una polvareda inmensa, «Amparo me va a matar» pensé. Dejé el plumero y mis sucios guantes de servicio sobre una mesita cercana. Traté de peinarme con las manos y sacudirme el polvo antes de atender a la visita para estár un poco más presentable, no tenía idea de quién estaría necesitando de mi presencia; quizás el loco Dante con un nuevo invento o con otra de sus ideas maravillosas, quizás Lucy en otro intento de sacarme de mi confinamiento, hasta pudo haber sido el mal viviente de Valentín tratando de cobrarme una deuda inexistente ¡Podría haber sido cualquiera! Pero no... Era un fantasma, uno del pasado, casi olvidado, que retornaba a mí, como todo tarde o temprano lo haría.
Bajé con tranquilidad las escaleras del segundo piso. En cada escalón de blanco mármol podía ver mi reflejo un poco distorsionado. Las agarraderas de acero negro con grabados, relucían igual o más que el propio piso de madera barnizada, que con ese color claro del propio material volvía todo más cálido.
—¡Baja rápido, imbécil! —susurró Amparo por lo bajo— Tengo cosas más importantes que hacer.
Apuré mi pasó y antes de abrir terminé de peinarme y prepararme tras la entrada, Amparo se marchó sin más, y entonces empujé solo una de las dos puertas de madera oscura.
Di tres pasos antes de percatarme de lo que estaba pasando. Allí, a seis metros de mí, sobre el corto césped se cernía una silueta sombría, cubierta por telas delgadas, que contrastaba con el brillante pasto iluminado por el sol poniente. Aquellas negras y finas mantas oscilantes no servían para ocultarme lo que significaba esta entidad, pues dos altas protuberancias que se asomaban por su cabeza y bloqueaban la luz a mis ojos la delataban.
Aquella vestimenta danzaba lento con la suave brisa del este, errática y salvaje en breves momentos. En ese baile, se corrió una de las varias capas de su túnica y se reveló un ojo, uno de esos ojos que un día acapararon toda mi atención. Una joya morada con pizcas de azul me observaba atenta, con una vista soberbia y confiada, y quizás hasta feliz y entusiasta. Esa acción me arrebató de mis pensamientos. Mi cara antes sorprendida, ahora consiente, se tornaba en una mueca de terror. «¡No, qué hace aquí! ¿¡Cómo llegó!? ¿¡Por qué vuelves!?» fueron las primeras cosas que llegué a pensar.
—¿Nicolás? —preguntó la figura— ¿Eres tú?
No hubo respuesta alguna de mi parte. Se mostraba amigable, pero ocultaba algo macabro y peligroso, yo lo sabía, algo me lo decía, algo desde el fondo de mi ser, algo antiguo y primordial me decía que no debía ¡Por nada del mundo! dejar que se acerque a mí. Esa sensación de miedo e impotencia, como si de un depredador se tratase, como si fuera un león o una pantera, no me dejaba articular palabra ¡Mi naturaleza misma me lo impedía! Pero no era ni una pantera ni un león (a mi pesar), era algo que ya conocía, era alguien que ya conocía.
—No hace falta que digas nada... —dió un paso al frente— Conozco la respuesta.
Ni bien dió ese paso, yo ya había retrocedido inconscientemente los tres primeros míos y me encontraba bajo el umbral de la puerta.
—¿Qué, acaso no me vas a saludar siquiera? —sonrió— ¿O es que me tienes miedo? —dijo, deleitándose por la escena.
¡Tenía que decir algo, maldición! No me podía quedar callado. «Ayúdame ahora aberración, cuando más se te necesita es cuando no te apareces» pensé en un intento de invocación. Tenía que ganarle a mi naturaleza, tenía que hacerlo por mí mismo, no podía demostrar que tenía miedo, hubiera sido el final para mí.
—Oh, disculpe mi descortecía —respondí con disimulo— ¿Cómo le va? ¿Qué se le ofrece?
Me sentía más tranquilo, ¿Había negado mi naturaleza? ¿O qué era esa fuerza que sentía? Inconmensurable sentimiento de poder, como una llama en mi interior. Le hubiera atribuido tal hazaña al demonio, pero no se presentó, y tampoco lo mencionó nunca (me lo hubiera sacado en cara).
—No te hagas el desentendido —tomó un rol más agresivo.
—Disculpe, pero no sé de qué me está hablando —respondí— ¿En qué le puedo ayudar?
—Ya deja la actuación. ¿Creíste que no te encontraría? Puedo olerte... Dejas tu asqueroso olor en todas partes.
Me acerqué unos cinco pasos. Sucumbí al hecho de que no podría engañarla más.
—Eso... Acércate, que no muerdo... Por ahora.
—Estás muy cambiada —dije resignado.
—Y tu tienes el semblante de un muerto.
—Supongo que no puedo deshacerme de ti tan fácilmente. Dime, ¿qué haces aquí?
—He venido por tí... Tenemos mucho de que hablar tu y yo —dijo seriamente.
—Entonces sígueme. Si es así, esto nos llevará tiempo —dije caminando hacia la cocina.
Espero que este poder no me abandone pronto, no puedo evitar el miedo que me produce todo lo que su ser significa.
Me siguió a la cocina, preparé dos tazas de té y nos sentamos en el cuarto de estár.
—Y dime... ¿Cómo diste con mi paradero? —pregunté dispuesto a no cometer el mismo error— Supongo que no fué por mi olor, como dices.
—Oh, estás en lo cierto, mi olfato no es tan agudo. Pero mis maneras son un secreto, además ¿Cómo te encontraré si vuelves a huir? —dijo mientras se quitaba la túnica y revelaba su pálida tez rozando lo morado, y diversos tipos de heridas y magulladuras.
—¿¡Pero qué te pasó!? —reaccioné sobresaltado.
—¿Te importa? —dijo distante— Eso no me lo esperaba...
¿Qué es lo que trata de hacer? ¿Qué es lo que hago yo? ¿No se supone que ya no me importa? No entiendo lo que pasa pero aún así no puedo evitar preocuparme.
—¿Qué pasó, Emir? ¿Quién te hizo esto?
—Es... Una larga historia, quizás para otro momento —se mostró incómoda por primera vez—. Mejor hablemos de tí, ¿Qué es todo esto? —dijo, volteando a ver la mansión alrededor suyo.
—Está bien... Si, mejor hablemos de algo más —dije antes de beber un sorbo de mi té, ahora más calmado— Primero que nada no es mía, trabajo aquí.
—Nunca se me hubiera ocurrido. Además te vi con ese uniforme y se me confirmó —dijo con un toque de diversión.
—En serio estás muy cambiada —dije pensativo.
—Han pasado muchas cosas desde que —dijo con una cara preocupada para después ser interrumpida por Amparo desde el piso superior.
—¡Nicolás! —gritó con furia. Bajó lentamente con pasos pesados por la escalera— ¡Qué es todo esto! —gritó una vez más antes de percatarse de la presencia de Emir— ¡Ay, perdóneme señorita, no sabía que se encontraba aquí! —se disculpó avergonzada, y subió con paso liguero y apresurado.
En el momento en que volteo a ver a Emir ya tenía puesta su capucha, generando una suerte de triángulo negro invertido tensando la tela entre sus cuernos.
—No hay problema, a mí también me gustaría gritarle así de vez en cuando, entiendo ese sentimiento —dijo Emir al aire—. Parece que te espera un gran castigo.
—Prefiero no pensar en eso. Oye, esa es una buena manera de disimular tus cuernos, no parecen algo tan raro viéndolos así —«Pero supongo que no funciona cuando la luz no te favorece» pensé—. ¿Soy yo o están más grandes?
Emergían desde la parte superior de su frente, dos cuernos negros e imponentes, y se alzaban quince centímetros aproximadamente por encima de su cabeza.
—Si, bueno, también he crecido mucho. Tu te ves igual que siempre... Quizás con el pelo más colorido.
—A pasado un buen tiempo, mi cuerpo ya se recuperó de esa época. Volviendo al tema; esos cuernos deben ser un gran problema —planteo.
—Sí, es más, una vez...
La volvían a interrumpir, pero en esta ocasión era Cynthia que entró corriendo por la entrada principal, emocionada.
—¡Hola, ya volví! —dijo con una sonrisa.
—Que mal —dije tratando de molestarla—. ¿No es muy temprano aún? ¿No deberías estar en la escuela?
—Es que me escapé —dijo con picardía.
—Que no te vea Amparo, porque si es así... No me quiero ni imaginar lo que haría esa mujer —advertí.
Mientras hablabamos, Emir nos observaba con suma atención. Como analizándolo todo. Me percaté de ello y las presenté.
—Mira Cynthia, ella es una vieja amiga mía — le presenté a Emir—, se llama Emira.
—Hola, ¿Cómo está? —saludó Cynthia y le tendió la mano.
Emir se presentó y recibió su mano. En el momento en que sus manos se tocaron, la cara de Cynthia dió un cambio drástico, de la serenidad de lo cordial, a una cara increíblemente seria e inquisidora.
Presenciando la escena noté la preocupación de Emir por el comportamiento de Cynthia, sus delgadas manos tomaron otro matíz, el morado pálido se tornó a un gris oscuro. Ella se dió cuenta de esto y rápidamente ocultó su mano tras la túnica.
—Lo siento, ya debo irme, se me hace tarde —dijo sumamente inquieta, caminó envuelta en sus telas hacia la puerta y salió.
Me apresuré a ella y la alcanzé afuera.
—¿Ya te vas, estarás bien con esa mano tuya? —pregunté confundido.
—Si, estaré bien, no te preocupes. Pero no creas que no volveré —me mostró una leve sonrisa y se alejó lentamente hasta que la perdí de vista al traspasar el oscuro velo de la noche sin luna.
Volví adentro y me senté a beber mi té aún caliente. Después de un rato recogí las tazas, tomé la que sería de Emir y la encontré llena, se me hizo de lo más extraño, estaba fría como un hielo, hasta que pensé un poco.
«Casi me olvido de estas cosas» pensé y sonreí.
Me encontré con Cynthia en la cocina, empecé a lavar las tazas y ella habló.
—¿Quién es esa mujer? —preguntó con su cara aún perturbada— Su mano estaba helada, ¿Por qué es eso, tú lo sabes?
—¿Tienes miedo? —pregunté, sabiendo a qué se debían todas las preguntas.
—Sí —admitió fácilmente—, me da miedo esa persona.
«No eres la única». —No te preocupes por ella, hay otras cosas a las que deberías temer. «Pero dudo que más peligrosas».
—¿Puedo dormir contigo esta noche? —preguntó Cynthia— Se lo pediría a Amparo pero ella está de muy mal humor.
—Seguro, si tienes...
El reloj de mesa marcó las doce con una alarma acosadora, apelando a mi ser un recuerdo desde mi subconsciente. "Hoy a la medianoche en el bosque, no faltes". La desesperación recorrió mi cuerpo como un rayo y se apoderó de mis piernas.
—Lo siento Cynthia, nos vemos más a la noche —dije apresurado, y sin esperar su respuesta caminé hasta la puerta trasera.
Apenas salí de la mansión empecé a correr desenfrenado hacia el bosque.
«¡Dónde, dónde es. Dame una señal!». Pensé corriendo.
Una pequeña llama apareció frente a mí, flotando metro y medio encima del césped, amarilla y refulgente. Me detuve en seco a observarla, contrastaba su intensa luminosidad con la oscuridad del bosque más adelante. Sorprendido me aproximé a ella esperando que fuera la señal que tanto ansiaba, apenas me acerqué desapareció, y reapareció un poco más adelante. Supe entonces que tenía que seguirlas. Corrí a ciegas por el bosque siguiendo el camino marcado por la luz de aquellas llamas. Las seguí durante quince minutos hasta que en un momento apareció una más grande.
Fuí bajando la velocidad mientras me acercaba a la llama mayor, hasta que me quedé completamente quieto, como hipnotizado por sus flamas danzantes. Intenté tocarla, extendí mi mano a las chispas y desapareció en un instante, sus restos se dividieron en pequeñeces comparadas con este. Entonces estallaron e iluminaron mis alrededores, en el poco tiempo que me proporcionaron su luz, observé que estaba rodeado por enormes pilares de piedra, adornados por símbolos extraños tallados en la misma roca. Emergieron otras llamas desde los árboles, plantas y pequeños insectos que alcancé a ver, todas de diferente tamaño ¡Hasta de mí mismo! Y en ese instante se fué toda la valentía que se me fué otorgada. Se juntaron y mezclaron delante del pilar central en una llama enorme, casi esférica.
Una voz profunda y gutural surgió de entre el fuego.
—Nicolash... ¿Sabes quién soy? —dijo arrastrando las palabras.
—Supongo que otro demonio ¿No es así? —pregunté sin mucho temor— ¿Qué deseas de mí?
A pesar de mi interacción nunca me acostumbro a la extraña manera de hablar de estos seres, cada uno con sus diferentes características.
—Me gusta tu buena voluntad —dijo hablando con un siseo muy pronunciando—.
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El Vano De La Conversión
Genel KurguLe vio los cuernos, nos confiamos. Pero quién soy yo para juzgar después de todo lo que hice, ahora solo puedo odiar, pues no soy yo, soy alguien más, que no sabe lo que fue, ni lo que será. ¿Podré recordar? No se si quiero, pero ella sí, cada vez q...