Capítulo Único

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-Todo va a ser un poco diferente en el futuro, Agnes. Pero ya verás como funciona.

Las buenas noticias de tía Ada al respecto de la sorpresiva fortuna que su difunto esposo le había legado consiguieron distraer por un instante a Marian, quien había entrado a la casa de sus tías con la mente obnubilada.

Y, durante un brevísimo momento, la joven rubia llegó a creer que nada había cambiado. Todo seguiría como hasta entonces.

Pero solo una frase fue necesaria por parte del señor Bannister para crear un clima de incómoda incertidumbre en la habitación.

Tal y como el mayordomo había hecho ver, -y de una manera no tan sutil, ciertamente- ahora era Ada y no Agnes su empleadora. Claro que la casa seguía siendo de tía Agnes, pero sería el dinero de tía Ada el que pagaría a los sirvientes, el que compraría los alimentos, los vestidos y las joyas.

Marian se mordió el labio inferior al contemplar la expresión helada de tía Agnes. Sospechaba que su tía casi habría preferido verse obligada a mudarse y llevar esa vida modesta con la que se habían visto amenazadas siempre y cuando fuese ella la que tuviese el control de la situación y de las decisiones a tomar.

Pero este giro de los acontecimientos alteraba el orden natural bajo el que las dos hermanas habían convivido durante tantos años.

-En cualquier caso... -se animó a hablar Marian antes de que tía Agnes pudiese soltar alguno de sus incisivos e hirientes comentarios-. El tío Luke nos ha salvado. Bendito sea -suspiró mientras elevaba el rostro, buscando mirar más allá del techo.

Ada sonrió complacida ante las palabras de su sobrina. Su bienamado Luke. Tan breve había sido su historia y, no obstante, le amaría el resto de su vida.

-Es hora de acostarse -dijo entonces Agnes-. Quizás exista la posibilidad de que, cuando despierte, todos estos sinsentidos no hayan sido más que un mal sueño -masculló con su tono sarcástico.

Marian sabía que no hablaba únicamente de los cambios en la casa van Rhijn, ya que dado el lleno que había experimentado el Metropolitan en su inauguración el ambiente en la Academia probablemente había resultado desolador.

No obstante, aunque Caroline Astor hubiese resultado públicamente derrotada, Marian dudaba que la guerra entre ella y Bertha Russell acabase ahí.

Los Russell...

Aliviada de que tía Agnes pusiese fin a la charla se dirigió presurosa a su habitación, otorgándole una rápida pero cariñosa sonrisa de apoyo a tía Ada. Sabía que esta, posiblemente, confiase en que se dirigiese a sus aposentos para conversar un poco en privado. Era de esperar que quisiese que su sobrina le comentase acerca de su velada en el Met y de que ambas tratasen de dilucidar cuál sería la mejor manera de llevar los asuntos domésticos a partir de ahora. Pero Marian no tenía cabeza para ello en ese momento.

Se dejó caer en la cama notando como su corazón doblaba el ritmo mientras ella evocaba el beso que había compartido minutos atrás con Larry Russell.

¿Qué significado podía atribuirle? ¿Había sido un beso sin intención, entre dos amigos que habían necesitado de una interacción física como esa para demostrarse que siempre se tendrían el uno al otro? ¿Era una suerte de despedida ya que iban a dejar de ser vecinos? ¿Era una manifestación de un secreto anhelo compartido por ambos?

Si lo pensaba fríamente, lo cierto es que conocía mucho mejor a Larry de lo que había podido conocer a Tom y, por descontado, a Dashiell de quien su proposición de matrimonio se le había antojado más como un evento al que se había visto arrojada súbitamente que como un deseo mutuo.

Con Larry ambos habían podido hablar con franqueza. Los dos conocían las desventuras amorosas del otro y jamás se habían juzgado. Marian sabía que en cualquier momento de necesidad podía recurrir a él y esperaba que él sintiese lo mismo. Habían construído una auténtica amistad en medio de esa absurda rivalidad entre el viejo y el nuevo Nueva York.

¿Estropearía un sentimiento como el amor la relación que compartían?

Le habría gustado hablar con Peggy en busca de consejo, aunque tenía la sospecha de que en los asuntos del corazón su amiga se hallaba tan perdida como ella.

Y tía Agnes ya le había advertido... Dos compromisos fallidos. El segundo notoriamente público gracias a la audacia de Dashiell Montgomery. Quizás los ríos de tinta que correrían acerca del fracaso de la Academia suavizasen un poco los cotilleos que iban a verterse entre toda la élite de la ciudad al saberse de la ruptura con el señor Montgomery; pero aún así... Tía Agnes tenía razón. No podía arriesgarse a fracasar nuevamente.

Y sin embargo Larry...

Larry no era como Tom, sino que iba a heredar una fortuna escandalosa. Y tampoco era como Dashiell, alguien que buscase una mujer hogareña con la que tener hijos y que se ocupase de poco más que de ofrecer elegantes recepciones y asistir a eventos de caridad. Su madre era Bertha Russell, la mujer que había puesto Nueva York patas arriba con su ambición y fuerte voluntad. Dudaba mucho que hubiese criado a su hijo para esperar menos que eso de su futura esposa.

Además, Larry había desafiado a su padre para poder seguir su deseo de convertirse en arquitecto. Sabía lo que era tener sueños y aspiraciones diferentes a las convencionales. A él no le importaría que Marian quisiese ser profesora o que se dedicase a la pintura.

La rubia se incorporó de la cama, presa de la agitación, y comenzó a pasearse por el cuarto.

Para ella, Larry encarnaba todas las cualidades que buscaba en un hombre. Resultaba increíble que no se hubiese percatado hasta entonces.

Sin embargo... ¿Era ella adecuada para él? No tenía fortuna y aunque creía ser del agrado de los señores Russell estaba segura de que su madre tenía otras ideas en mente al respecto de la mujer que se casase con el heredero de la familia. Por no hablar de la reacción de la tía Agnes que, sin duda, pensaría en el matrimonio de su sobrina con Larry Russell como el último clavo -de una serie que se había martilleado demasiado próxima- en su ataúd.

Pero todo eso seguía sin tener importancia hasta que no pudiese contestar a la pregunta más importante: ¿Qué significado había tenido ese beso? No solo para Larry, sino también para ella. ¿Estaba enamorada de él? ¿Podría estarlo? ¿Estaba comenzando a estarlo?

Por el momento iba a atesorarlo como lo que había sido: Un instante de verdadera felicidad. Ambos se habían sonreído el uno al otro con la dicha y el cariño dibujados en sus ojos y eso era lo único que importaba.

Ese era aún un beso de amigos pero, como había dicho tía Ada, todo iba a ser un poco diferente en el futuro.

Si hubiese más besos también serían diferentes.

Y, con un poco de suerte, todo funcionaría.

Fin


*Pretendía avisar al inicio del spoiler del final de temporada de "The Gilded Age" que supone esta historia, pero después he pensado que ya la foto de portada lo destripa todo y que, si te encuentras con este pequeño one-shot es porque, seguramente, hayas venido a buscar expresamente algo de Marian y Larry ;) Esperemos que la tercera temporada lleve ese barco a buen puerto jejeje.*


Un beso de amigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora