Cuando se abre otra puerta...

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"A veces cuando se cierra una puerta, se abre un universo entero"

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A veces la vida te da segundas oportunidades... Después de tener el corazón roto por otras personas; un corazón oscuro y sin vida. Cuando sientes que has caído por el mayor agujero que había en el camino, uno que se abre a un abismo lleno de sombras y malos recuerdos que empañan tu vida... Hasta el punto de hacerte pensar que has desaparecido frente a los ojos de todo el mundo...

Zoe estaba sentada allí abajo, ya no buscaba la manera de salir, pues todo eran tinieblas. Sus esperanzas se evaporaron, porque por muchos intentos que hiciese, por muchos pasos que diese... Un paso adelante, dos para atrás.

Pero un día, entre la espesura y las grandes nubes negras que atormentaban su cabeza, apareció una luz... Una luz que se podía agarrar, una mano dispuesta a rescatarte para hacerte salir y revivir... Existir.

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Zoe seguía agarrada de la mano del chico que le había tendido ayuda. Era de estatura media, pero era un poco más alto que ella. Su pelo era castaño y estaba desordenado, lo que le daba un aspecto salvaje. Sus ojos marrones tenían un brillo intenso cada día, y su sonrisa con dientes era de las verdaderas. Llevaba puestas unas gafas con estructura de metal y llevaba algunos anillos en las orejas. Siempre vestía ropa cómoda y de colores apagados, pero eso se disimulaba gracias a los coloridos y vivos colores que salían de su interior.

Ya había pasado un tiempo desde eso, desde que Pablo la había rescatado de lo más bajo sin siquiera saberlo.

Eran dos estudiantes en un instituto del montón, no sobresalía sobre ninguno por absolutamente ningún detalle, pero tampoco les importaba. El instituto no era el más cuidado que encontrarías, ni con las mejores extraescolares, y mucho menos en deportes... Pero aún así, era un lugar especial para muchos.

Zoe y Pablo iban en dirección a su siguiente clase. Zoe era un poco más baja que Pablo, con el pelo castaño corto, ojos verdes casi tirando a transparentes... Era un color mágico. También llevaba gafas y sobre su nariz podían distinguirse algunas pecas. Solía llevar ropa ancha y oscura, pero siempre añadía algo de color con pulseras y collares. Casi siempre se ponía uno con forma de luna morada, y dónde se juntan las puntas, una estrella, ella consideraba que era su signo.

Pararon frente a dos puertas. La de la izquierda era la clase de Zoe, la de la derecha de Pablo. El chico tenía el superpoder de hacer amigos en cada esquina, pero no era el caso de Zoe. Ese fino pero resistente muro la separaba de la única persona con la que se había abierto después de mucho tiempo. Se separaron y entraron en clase.

Zoe se sentó en su sitio justo cuando sonó la campana que anunciaba el principio de las clases.

—¡Buenos días! —Saludó la profesora June—. Sacad el libro y el cuaderno, empieza la clase.

Una clase que se le alargaría como un día entero...

La misma campana que aquella mañana le sacó una sonrisa a Zoe. El recreo por fin... Un momento en el que podía estar con quién quisiera y sentir de nuevo que no estaba en el fondo... Que su clase solo era un agujero pequeñito del que era más fácil salir.

Esperó impaciente en la puerta con la pesada mochila sobre los hombros, y por el final del pasillo apareció Pablo.

—¿Qué tal las clases? —Le preguntó el chico mientras sacaba un par de euros de la mochila.

—Normal... —Dijo Zoe mientras empezaban a andar—. ¿Qué te vas a comprar?

—Un bocadillo —Dijo Pablo.

San Valentín Aesthetic: La llave hacia mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora