El avión de papel

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"Cuando el avión de papel llegó a su vida... La cambió"

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Los días pasaban, y ni tenía ni idea de cómo decirle a Pablo que...

No lo quería ni pensar, la hacía sentirse culpable por no haberlo dicho antes, pero cuanto más lo alargaba... más le pesaba.

—Me lo pasé genial el otro día —Sonrió Pablo.

Había coincidido que era fin de semana, así que no habían podido hablar de aquel día antes del lunes.

—Yo también —Intentó olvidarse Zoe de lo que estaba pensando.

—Podríamos quedar más a menudo —Se animó Pablo—. Cuando quieras estoy disponible.

—Aún no lo sé, te iré contando —Dijo Zoe.

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Pasó el horario de las clases y no se lo dijo, total... No sabía ni como, pero había conseguido su número.

—¿Intercambiamos los teléfonos? —Preguntó Zoe durante el recreo.

—Claro.

Iba caminando en dirección a su casa con un papel con números apuntados en la mano, y en la otra el móvil. Lo archivó y decidió esperar...

—Hola —Saludó Zoe al llegar.

La fachada de la casa era blanca y de tonos azules. Tenía un buzón negro junto a la puerta color azul marino. Al entrar te encontrabas con un ambiente cálido, acogedor. El suelo era de madera oscura y las paredes eran blancas, pero las luces de las bombillas eran amarillentas. Había iluminación gracias a las ventanas durante todo el día. Nada más entrar veías unas grandes escaleras de la misma madera que el suelo y una puerta.

—Hola, ¿qué tal el día? —Le preguntó su padre que estaba en el salón.

Su padre era un hombre ni alto ni bajo, tenía el pelo marrón oscuro y unas gafas redondas sobre la nariz. Sus ojos eran verdes con detalles azules. Se llamaba Victor y trabajaba en una empresa.

—Hola —Entró su madre también—. ¿Te lo has pasado bien?

Su madre era una mujer más baja que su padre, pero no mucho. Su pelo era marrón tirando a rubio y sus ojos eran de color avellana. Se llamaba Tiara y su profesión era cocinera profesional, así que era la que cocinaba en casa.

Sus padres se llevaban bien, pero a veces tenían sus diferencias, lo normal.

—Sí, muy bien —Dijo Zoe intentando sonreír.

Su mente viajaba constantemente a la conversación que habían tenido hacía unos días. Una conversación que llevaba esquivando durante mucho tiempo.

—¿Qué te pasa? —Le preguntó su madre notando algo extraño en su tono de voz—. Sabemos que es difícil para tí...

—Pero tenemos que ser fuertes —Siguió su padre.

—Míralo como una nueva aventura... Imagina un nuevo mundo por descubrir —La intentó animar su madre—. Las mudanzas no son tan malas...

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Hace unos días...

—Tenemos que decirte una cosa —La llamó su padre.

Tanto él, como su madre estaban sentados en la pequeña mesa del comedor.

—¿Por qué esas caras? —Zoe se estaba temiendo algo malo.

—... Vamos a mudarnos —Dijo Tiara.

—Es por nuestro bien —Dijo Victor—. Iremos a una ciudad mejor, podremos recorrer el mundo...

—¿Por qué nos vamos? —Preguntó Zoe a media voz.

—Me han ofrecido trabajar en un restaurante de por allí... —Empezó su madre—. Es una oportunidad única...

Zoe sintió como si el mundo se cayese bajo sus pies y todo a su alrededor girase a una velocidad sobrenatural. Menos mal que estaba sentada.

—¿Mudarnos...? —Dijo en apenas un susurro.

—Es a la ciudad de al lado —La informó Victor—. Nos lo pasaremos genial.

—¿Y todos mis amigos de aquí? —Preguntó Zoe, ahora que todo iba mejorando...

—Podrás hacer nuevos amigos allí, será como empezar de cero —Sonrió su padre—. Como una nueva vida.

—Pero yo no quiero empezar de nuevo... Yo estoy bien aquí...

—Zoe... Entiéndelo, por favor —Dijo su madre—. Podrás venir siempre que quieras...

La chica suspiró... Daba igual, no tenía elección.

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Al recordar el momento, a Zoe le aparecieron algunas lágrimas en los ojos que solo acabaron siendo gotas silenciosas y solitarias que cayeron por sus mejillas.

Tenía el móvil abierto, tenía seleccionado el número de Pablo... Si no lo hacía pronto... No habría oportunidad.

Esperó un momento y se preparó un poco lo que diría, esperaba decirlo todo corriendo y luego que opinase... Sería más... ¿Fácil?

Apretó el botón sin pensar, total, si no no conseguiría el valor suficiente de nuevo.

Cada pitido que salía del móvil le ponía el corazón a mil y hacia que se le olvidase todo lo que había preparado.

—¡Hola! —Saludó Pablo desde el otro lado.

Zoe se repensó rápidamente todo y al final suspiró, sería mejor decir la verdad y ya está.

—Hola... Tengo que decirte una cosa —Dijo Zoe más tranquila.

—Aquí estoy —Contestó Pablo.

Zoe suspiró antes de empezar.

—Llevo días sabiendo esto... Pero no tenía el valor de decirlo, de desprenderme de todo lo que había formado en estas últimas semanas —Empezó la chica muy rápido y casi con respirar— Pero te lo tengo que decir porque sino será demasiado tarde... —Suspiró— Mañana por la tarde me mudo a la ciudad vecina...

Su tono al terminar bajó y se volvió casi inaudible.

—¿Por qué no lo has dicho antes? —La voz del chico no expresaba ninguna emoción, así que Zoe no supo cómo continuar.

—Pues... No sé... Supongo que no aceptaba que me tenía que ir justo cuando por fin me sentía bien aquí...

—Pero no pasa nada por eso, Zo —Usó el mote que le había puesto tiempo atrás—. Es la ciudad vecina... Está a poco tiempo.

Hubo un momento de silencio.

—Espera un momento, y cuando te mande un mensaje, sal de tu casa —Le pidió.

Zoe asintió aunque sabía que no le vería, pero sentía que no podía decir ni una palabra más... Durante la conversión, todo lo que decía le parecía una estupidez. Sentía que le había dado muchas vueltas cuando en realidad era más fácil...

La cabeza de la chica reproducía una y otra vez la conversación telefónica. Por el final estaba claro que iría a visitarla... Se maldijo a sí misma por haberle dicho, en su día, dónde vivía. No quería que viese esa parte de ella...

Y llegó el mensaje.

San Valentín Aesthetic: La llave hacia mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora