3. Delirio mistico

1K 87 5
                                    

3. Delirio mistico

ESTACIONÓ al frente de una casa con una fachada poco agradable que parecía estar pudriéndose en sus cimientos. Su novia no ocultó su rostro de asco, pero no podía hacer nada, necesitaba la ayuda de la persona a la cual le pertenecía esa casa.

La pareja bajó del auto en total silencio, ignorando el sentimiento de ser observados a sus espaldas por seres desconocidos en las afueras de Barcelona. Tomados de la mano avanzaron hasta la astillada puerta de la vieja casa, pero no fue necesario abrirla ya que su dueña ya los estaba esperando.

—Leo y Antonela, bienvenidos. Los estaba esperando. —aquella mujer, conocida por sus ojos penetrantes y aura de sabiduría, los recibió en su hogar cargado de incienso. 

La calidez y elegancia del interior abrumó a los corazones de Lionel y Antonela, quienes antes habían criticado la espantosa fachada del lugar.

—Mi hermana dijo que vendrían un poco más tarde, todavía estoy desayunando. Discúlpenme. —En el comedor había un plato relleno con huevos revueltos y pan, mientras que a su lado estaba un café que destilaba vapor— Poden sentarse mientras, si quieren. —les indico un sillón color azul muy bonito.

Los Argentinos se acomodaron en el sillón y esperaron unos pocos minutos para que la mujer terminara su desayuno y dejara los platos en la cocina. Antonela, viendo que se acercaba con todos los implementos predispuestos para la sesión, tomó la mano de Lionel buscando calma.

—Es por el bien de nuestra nena, amor. —le susurro Lionel para calmarla— Somo' un equipo, todo lo hacemo' junto' y hay que ser fuerte para que nuestra beba esté bien. —le recordó el motivo por el que estaban allí: su bebé.

Antonela apretó sus labios, intentando no llorar. Se escribió una nota mental de escribirle a Lucas sin importar lo que le dijera la mujer para preguntar cómo estaba su Lua.

—Discúlpenme la tardanza, es imposible concentrarme sin un buen desayuno. —Al contrario de lo que había escuchado Lionel, la mujer era muy buena onda.

Ella posó sobre la mesa al frente del sillón una vela y una taza de café, y se sentó en el pequeño sillóncillo de al frente.

—Lionel y Antonela, ¿verdad? —los nombrados asintieron— Siendo sincera, no sé, transmitin una vibra diferente. Me atrevo a decir que son almas gemelas que se conocen de otras vidas, pero que no pudieron estar juntos. —Antonela apretó la mano de Lionel— No temas, Antonela. Siempre se amaron con locura en sus vidas pasadas, tanto que el amor los asfixiaba y terminaban separándose. Decime, ¿desde hace cuanto se conocen?

—Once años.

La mujer sonrió ante la respuesta de Leo.

—La amaste desde que la viste, ¿cierto?

—¿Como sabe'?

Antonela quería llorar, sentía como una vibra pesada se arremolinaba a su alrededor y se negaba a mirar a la mujer que hablaba con Lionel.

—Tus ojos cuentan lo que no puedo saber. Has tenido varios sueños pesados, eh. También siento una vibra muy pesada en ellos, ¿has soñado con una cocina, Lionel? Observó cuadros en tus ojos.

¿Como ella sabía eso?

—Sí.

—Como lo supuse.

Messi: Luces de legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora