Capítulo 4: Brillante armadura

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Los dedos de Adam se aferraron a las sábanas manchadas de sudor, mientras su cuerpo temblaba, y en sus mejillas comenzaban a brillar algunas lágrimas. Sentía que el oxígeno abandonaba su cuerpo y solo le quedaba un enorme sentimiento de vacío y miedo, como si algo se hubiese apoderado de él nuevamente.

«Eres mío», aquellas palabras resonaron en su mente.

«No puedo escapar».

Se incorporó bruscamente en la cama, aun con los ojos cerrados, y comenzó a gritar, mientras se arañaba la piel. De repente, la puerta de la habitación se abrió y unos brazos lo rodearon, impidiendo que siguiera lastimándose.

—Adam, tranquilo. Ha sido una pesadilla, estás a salvo. Despierta.

La voz de Marc comenzó a retumbar en sus oídos, cada vez con más claridad. Tardó un par de minutos en reaccionar, abriendo los ojos y dejando de forcejear.

«No es real, no es real» se repetía una y otra vez. Se agarró a los brazos de Marc, intentando corroborar que estuvieran allí realmente. «Él sí es real» se dijo.

—Ya está, tranquilo. Solo era una pesadilla —dijo Marc con voz suave, cuando se calmó.

Adam aflojó un poco su agarre, pero siguió aferrándose a él, esta vez buscando su consuelo, mientras sollozaba. Marc lo estrechó entre sus brazos y aguardó hasta que el llanto cesó, para acomodarlo de nuevo en la cama.

—Quédate conmigo —le suplicó.

No sabía que podía decir para hacerle sentir mejor, para que el miedo abandonara su cuerpo, que se sentía frío y muerto en aquel momento, como si todos los sentimientos positivos lo hubieran abandonado.

Se tumbó a su lado y lo miró a los ojos, bajo la tenue luz de la luna que entraba por la ventana.

—No pensaba irme.

Adam extendió el brazo y agarró su mano sobre el colchón; necesitaba aquel contacto, sentir la calidez de su cuerpo, sentir vida en él, saber que estaba ahí realmente y no era otra pesadilla.

Por la mañana, despertó entre sus brazos, con el cuerpo relajado y la respiración tranquila. Al percatarse de cómo se encontraban, se avergonzó, y se apartó con rapidez, procurando no despertarlo. Observó a Marc, que dormía plácidamente, y comenzó a recordar todo lo ocurrido. Se levantó y se acercó a la ventana, mientras sentía sus manos temblando ligeramente por el recuerdo.

Desde que Merlín lo libero del heraldo, había estado teniendo pesadillas; no sabría como describirlas, pero eran como recuerdos de una época de tortura y abuso, donde un ente extraño se apoderó de su cuerpo y no lo dejaba marchar. Se sentía invadido, violado, como si hubieran tomado su cuerpo y su mente, y hubieran saciado sus más sádicos deseos, y ahora solo quedaba un hombre roto y sucio, manchado de sangre.

Se envolvió con sus propios brazos y respiró hondo, exhalando la fresca brisa de la mañana que entraba por la ventana, intentando relajarse. Volvió su vista a la cama de nuevo y no pudo evitar preguntarse por qué, ¿por qué Marc estaba allí otra vez? Desde que se desmayó en el funeral de Lionel, había estado pendiente de él. Como rey, Adam debía tener siempre a su disposición guardias que lo protegieran y sirvientes que le atendieran, pero él se había encargado de mantenerlos lo más lejos posible de su habitación. No era una persona confiada y no le gustaba que metieran las narices en sus cosas, así que aquella ala del castillo, se encontraba prácticamente vacía; salvo por la habitación de Robín y Arturo al otro lado del pasillo. Nadie había podido escuchar sus gritos por las noches, ni había podido calmar sus incesantes llantos nocturnos. Nadie se había dado cuenta de la tortura que el rey sufría cuando el sol caía; también porque él mismo no había permitido que nadie lo viera. Pero Marc se había fijado en él y había notado su malestar, hasta que una noche lo escuchó gritar. Y ahí se encontraba una vez más, acudiendo en su auxilio, como un caballero de brillante armadura; y vaya que agradecía que así fuera. Era la primera vez en mucho tiempo que conseguía dormir.

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⏰ Última actualización: May 12 ⏰

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Robín y Arturo: La fortaleza del Señor Oscuro [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora