El castillo real de Camelot era uno de los más grandes y antiguos del mundo, considerado casi una fortaleza y un monumento histórico. Era un auténtico laberinto lleno de habitaciones, pasillos largos y enrevesados, y altas torres. Un lugar demasiado grande para una persona que se había criado en una pequeña cabaña en medio de una granja. Entre las muchas habitaciones y salas del castillo había un pequeño salón, con el techo más bajo y las paredes rojizas. La ventana de la sala daba al jardín trasero, más concretamente a los rosales. Una sala elegante, pero simple en comparación con el resto del castillo. El lugar preferido del rey Adam, y uno de los más cómodos para Arturo. Desde que Adam fue coronado rey, aquella sala era su pequeño lugar seguro, y solo él y las personas de su elección —como Arturo o Nimue—, podían usarla.
Arturo se encontraba sentado en el alfeizar del interior de la ventana, observando el jardín como llevaba haciendo desde que llegaron a la capital. Se podía sentar allí por horas, perdido en sus pensamientos. Robín lo miró desde la entrada durante un rato sin decir nada, esperando a que se percatara de su presencia.
—Si me pintas un cuadro te durará más la imagen —bromeó Arturo.
Robín sonrió y se acercó a él.
—Prefiero conservar cada imagen de ti para mí.
—Qué posesivo.
—Solo atesoro mis privilegios.
—¿Admirarme es un privilegio?
—Uno del que disfruto mucho, exacto.
Arturo se rio y le dio un casto beso en los labios a su novio.
—¿Se sabe algo?
Robín negó con la cabeza.
—No. Pero habían llegado al puerto, así que deben de estar al caer. —Robín estaba preocupado por Arturo, no habían hablado apenas de lo ocurrido con Merlín, de cómo se sentía al respecto. Estaba evitando el tema y eso no era buena señal—. ¿Tienes ganas de que lleguen? —le preguntó con complicidad.
—Tengo ganas de que lleguen y nos den un gran abrazo.
Robín no pudo evitar sonreír enternecido.
—¿No te vale con mis abrazos? —Robín lo abrazó por la cintura y se recostó en su pecho.
—No son abrazos precisamente lo que quiero de ti.
Se miraron con una sonrisa y se besaron de nuevo, antes de volver su vista al jardín.
—No entiendo por qué os gusta tanto mirar por esta ventana, no hay nada interesante que ver.
—¿Ah, no? Pues mira quién está paseando con el rey a solas, otra vez —enfatizó el «otra vez».
Robín se rio, observando a Adam y Marc a través de la ventana. Desde que Adam se desmayó en el funeral, Marc había estado muy pendiente de él, previendo otro desvanecimiento. Adam odiaba llevar escolta o a algún sirviente detrás, le hacía sentir incómodo, sobre todo porque no confiaba en nadie. Pero se fiaba de Arturo y de cualquier persona en la que él confiara, y esos eran los Hood.
—Parece que Marc se ha tomado su papel de niñera muy en serio —se burló Arturo, haciendo reír a Robín—. ¿Sabrá que lo de cuidar de Adam era solo por unas horas mientras arreglaba unos asuntos?
—Déjalo. Nunca lo he visto tan centrado.
Ambos se echaron a reír y de repente un sirviente llamó a la puerta.
—Disculpe, alteza —se dirigió a Arturo—, me pidieron que les avisara cuando los Hood llegarán.
Ambos se enderezaron de golpe.
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Robín y Arturo: La fortaleza del Señor Oscuro [LRDN #1]
Fantasy"La luz de la espada brillará una última vez, con el sacrificio del héroe que la portó" Ha llegado el momento de tensar los arcos y desenvainar las espadas. Merlín sabía que llegaría este momento. El momento en que los caballeros se aliaran con los...