Capítulo O6

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Algo que Mina detesta cuando su alfa viaja, es lo difícil de impregnar el aroma de Nayeon en su propio cuerpo. Por ello, su dulce esencia era reemplazada por un seco y agrio olor por falta de contacto con su destinada, en sencillas palabras su lobo se negaba a dejar ir a la lobo alfa, queriendo llamar la atención por medio del lazo de que le afectaba su pronta separación.

Cuando Nayeon viajaba seguían noches de soledad y dónde solo podía sentirse vigilada por los guardias a su cuidado, extrañaba el aroma de su pareja, junto a sus cálidos abrazos y besos lentos, anidando para consolarse, protegerse y mantenerse a salvó los días que su pareja no estuviera junto a ella.

Tenía la necesidad de protegerse a ella y a su cachorro.

Los días siguientes, su ánimo no mejoró, negándose a comer ante los guardias si es que no era simplemente en su nido, dando gritos e insultos cuando no era complacida de aquella manera, necesitaba de su alfa y su compañía.

Pero, fue tan repentino percibir el embriagante aroma del lobo de su amante, que no pudo evitar la repentina oleada de calor, sus ojitos nublándose ante los jalones de dolor en la parte inferior de su vientre, junto a sus manos que se escabulleron entre sus ropas para poder calmarse.

El dulce olor miel con manzanilla se disparó en todo el dormitorio, antes de que lo notará, ya se encontraba restregándose sobre la cama, siendo abrigada mínimamente por las sábanas acolchonadas y las variadas prendas dispersas sobre la suave superficie. Un sollozó audible escapando de sus labios ante los tirones abundantes en su parte inferior, respiro con dificultad escuchando un gruñido proveniente de la puerta.

La omega mira de reojo sobre su hombro; un pequeño jadeo escapando de sus labios al ver a su alfa parada en ese lugar, las ganas de tirarse sobre ella, están ahí, como siempre. Está vez obedeciendo a su instinto, voltea llamando entre quejidos y pequeños gemidos a su compañera.

Quita las sábanas mostrándose ante la mirada lujuriosa de los luceros bañados en un color rojizo oscuro.

Su vientre se contrae entre llamados a través del lazo para así poder pedir que Nayeon se acercara hacia su nido. Permitiéndole el ingreso.

— A-alfa~, acércate, por fa-vor — sollozó tocándose con sus manos.

El siguiente gruñido en la habitación la hizo mostrar la marca en el cuello, tentando más a su compañera, quien solo se mantuvo con lairada fija en el pequeño cuerpo temblando sobre la cama.

— Omega. — gruñó.

— O-Omega quiere de su al-fa, por favor — suplicó.

Antes de que pudiera darse cuenta, Nayeon se acercaba a ella con la mirada clavada sobre su cuerpo. La ropa sobre el cuerpo de la alfa se desprendió entre pasos, para que al final solo se quedará viéndola desde una esquina del colchón; completamente desnuda.

— ¿Puedo pasar, cariño? — Mina asintió ante el pedido, sintiendo el peso de su compañera contra su cuerpo, cuando esta abrió sus piernas para acomodarse entre ellas. Sus labios fueron saboreados de una forma agresiva, pero calmante para su cuerpo, que suplicó a pedir más contacto, aferrándose con sus manos al torso desnudo.

El aroma a ron con pinos y café sobrellevando su placer cuando se permitió olfatear con esmero el aire inundando de las feromonas de ambas.

— N-Nayeonie — gimoteo ida, restregándose descaradamente contra el muslo de su pareja, quien gruñó cuando su propio falo pálpito.

— Mi omega, mía.

Siendo consciente de sus palabras, Nayeon recordó lo dicho por el médico que atendía a Mina desde el inicio de su embarazo.

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