Capítulo 5

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No te preocupes por mí soy nueva, pero puedo encontrar a mis amigas—le digo con una sonrisa falsa.

—Será más rápido si vas conmigo—me ofrece. Mete su mano en uno de los bolsillos y saca un papel, me lo entrega—Mi número, ni se te ocurra volverlo a partir en mil pedacitos.

—Okey—murmuro.

—Es por si te pierdes y necesitas a un guapo guía que te guíe por la universidad—el pone sus manos en mi hombro y asiento con sus palabras—Y me puedes guardar como: "el amor de tu vida" en tu celular—dice con una sonrisa traviesa y haciendo comillas con sus dedos.

—No lo sabía, pero interesante dato para mí—digo con sarcasmo y golpeando su hombro de broma—Me tengo que ir—doy media vuelta y comienzo a caminar por el pasillo.

—Adiós, chica rara.

Lo miro por encima de mi hombro y niego con la cabeza. Saco el papel y lo boto al basurero y saco el mapa.

En cuanto llegó el primer tiempo libre, me encontré con mis amigas en el comedor.

Hasta ese momento había asociado los comedores a sitios ruidosos, abarrotados, con olor a comida y pisos llenos de manchas. Entonces descubrí que había una versión de los comedores que podía ser sofisticada y agradable, y me gustó.

Paula y Rugueya iban como toda una estudiante: camisa blanca básica junto a sus pantalones de tela. La única diferencia era que una llevaba una camisa negra y la otra blanca.

—Adivinen quién está en mi clase—dije en cuanto puse mi bandeja sobre la mesa.

Paula me comentó que la comida del comedor no era la preferida de los estudiantes, pero era gratis. Todo lo demás fuera de ahí costaba dinero que yo no podía pagar. Pero para mi era suficiente.

—¿Anas?—me pregunta Paula.

Asiento.

—¿Lo dices enserio?—dice boquiabierta Rugue—Primero en la boda, luego en el edificio y ahora ¿aquí?¿En la universidad?

—Eso digo yo—dije comiendo un bocado de puré de papa.

Nuestras bandejas tenían un excelente menú: puré de papa, un trozo de pizza y un muffin con chispas de chocolate. Para no atorarse, una botella de agua saborizada. Era más de lo que había aspirado.

—Bueno, pues yo también les tengo que contar algo—dice Rugue con una voz alegre.

—Cuenta—responde Paula.

—Morad...

—¿Qué le pasa? Espera, espera—no la dejo responder—¡No me digas que os ha tocado juntos en la misma clase!

Morad es un chico que le gusta a Rugueya, ellos crecieron juntos ya que el vive junto a su casa y sus madres son muy amigas, pero ella nunca se atrevió a confesarle su amor.

—Sii, yo me quedé flipando porque pensé que se iba a otra universidad.—dice ella muy emocionada.

—Pues al parecer estáis destinados a estar juntos—dice Paula riéndose.

—Ojalá.

Yo solo me reí. Vi que las dos se intercambiaron unas miradas que no me gustaron para nada para luego decirme:

—Al parecer Anas y tu también estáis destinados a estar juntos y no lo niegues.

—Se imaginan una mini versión de Salma o de ese tal Anas, ¡Ayyy, sería muy lindo!¿Como los llamamos, Sofía, Sara..?—exclama Paula,haciendo que me me atragantara con el muffin en un intento de reírme con la boca llena.

Las chicas se alarmaron al ver mi rostro.

—¡Salma!—gritó Paula—¡Tu cara esta roja!

—Obvio tonta, se está atorando—dijo Rugue.

—¡Ayúdala!—gritó Paula levantando los brazos. Rugue a mi lado me sobaba la espalda—¡Así no, idiota!
¡Levanta los brazos, Salma!

Paula me obligó a levantar ambos brazos. Sentí mi rostro caliente y los ojos llenos de lágrimas no derramadas, mi garganta quemaba y sentía que en cualquier momento iba a morir. Mi respiración era nula, mis ojos vidriosos, me impedían ver algo.

Sentí un fuerte golpe en la espalda que hizo que el aire entrara de nuevo a mis pulmones. Inhalé con fuerza mientras tragaba, cerré los ojos aliviada de saber que no iba a morir.

Paula a mi lado sobaba mi espalda.

—Lo siento por eso—dijo cuando abrí los ojos mirándola agradecida—no quería golpearte pero era necesario.

—Gracias—susurré.

—Fue mi culpa—su rostro estaba afligido. Me pareció muy tierno, sus mejillas sonrojadas y sus ojos verdosos sinceros.

—Solo yo me puedo atorar con un bocado de torta—negué.

Me quedé mirando el muffin con chispas de chocolate como si fuera el culpable de todo. Nunca más volvería a comer frente a un amigo porque me harían reír y no podría comer con tranquilidad.

Luego de mi episodio, las dos apuraron su comida para irnos a nuestras respectivas clases. Deje que Rugue se comiera lo que quedaba de mi postre, ya no quería otro episodio igual al que había pasado. Por lo que cuando estubimos listas, salimos del comedor para dirigirnos hacia nuestras siguientes clases.

Halal LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora