Capítulo 3

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              14 de diciembre, 1989.

—Eugenia, cuidado con lo que haces estando con Martin. Por favor, nada de jodas eh —le digo a mi hermana.

—¡Ay Candela,por favor! —exclama, entrando a su habitación con Martin en sus brazos, aun cuando este camina perfectamente.

Y después la gente se pregunta por qué mi hijo está tan malcriado.

Cada que entro en la pieza de mi hermana y veo los posters y cassettes, que tienen por título Soda Stereo, no puedo evitar sentir que conozco a uno de esos pibes

Mi hermana es muy fanática (por no decir demasiado) de esa banda, y está involucrada en eso del club de fans.

Son los peculiares ojos que posee uno de los chicos lo que llama mi atención continuamente, en las pocas veces en las que reparo en todos los posters.

Mi bebito tiene dos años, pronto tres, y yo cuento con veintidós años.

Tengo un departamento y un trabajo, soy escritora de libros infantiles.

Luego de recibirme de la carrera de letras pude ejercer mi carrera, y, aunque en un principio mi idea era escribir novelas juveniles o quizás adultas, me entretuve un día escribiendo cuentos para mi bebito.

Es impresionante mirar para atrás, ver lo que era y ver lo que soy ahora.

Me converti en lo que nunca creí poder ser: una persona responsable, una madre.

Nunca pensé que alcanzaría esta madurez pero, cambiar pañales y cuidar de la vida y bienestar de otra persona te cambia.

—Nada de jodas, mira que la vieja te va a matar —le advierto nuevamente, mientras me hago una colita alta en mi pelo. 

—¿No era que estabas apurada? —pregunta Eugenia, burlandose, dejando a Martin en el piso, quien nos ve a ambas.

—Ahora, chau mi amor. Te amo —digo, besando la frente de mi hijo.

—¡Nani! —dice, caminando atras mio como si pudiera convencerme de llevarlo.

Salgo lo más rápido que puedo y aun así puedo escuchar su llanto mientras subo a mi modesto auto.

No me gusta escucharlo llorar, pero sé que se le va a pasar en dos minutos.

Además de escribir libros, también trabajo como correctora en una editorial conocida en Buenos Aires, "La ciudad de la furia", como dice la banda que le gusta a Eugenia.

Por ello llevo una vida económica estupenda, debido a mis dos trabajos y al éxito de estos.

Disfruto escribiendo libros infantiles y disfruto de igual forma ser correctora de las pequeñas historias que luego alcanzan una fama increíble.

Trabajo en algo que amo y sé que soy afortunada por este hecho.

Pongo en marcha el auto mientras escucho música en la radio, miro al asiento de al lado y veo que está el Batman de Martin.

Sonrío.

Él deja sus juguetes por cualquier rincon.

Tengo la misma rutina: voy por un cafe con medialunas, y despues me voy a la editorial, donde paso al menos cinco horas haciendo corrección de novelas.

Llego y me pongo manos a la obra y comienzo a corregir todos los lugares en los que habia hecho observaciones y tachado cosas.

—Che, Cande me voy a almorzar, ¿queres que te traiga algo? —me pregunta Pablo, el artista que hace las portadas de los libros.

Trátame SuavementeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora