MEENA
Un mes despues
Subestimé cuán difícil sería esto.
Fingir lo que siento por Aoom es normal.
Me estoy preparando para "trabajar", parada en el mostrador de la cocina con una corbata que una vez usé para estrangular a una mujer hasta matarla, bebiendo café y tratando con todas mis fuerzas de permanecer quieta. Para parecer una esposa normal. Este es mi proceso matutino mientras ella se ducha y se viste, tarareando tan bonitamente para sí misma. Me quedo aquí y lucho contra el impulso cegador de irrumpir en nuestra habitación, inmovilizarla y follarla de nuevo. De nuevo. De nuevo. Aunque ya la tuve dos veces esta mañana. Una vez sobre manos y rodillas en la cama. Una vez en el borde del lavabo del baño.
Mi coño está mojado en pantalones, rogando que jueguen.
Pero tengo que controlar mi lujuria por ella. Tengo que mantenerlo a raya tanto como sea posible, para que ella pueda creer que soy su esposa normal. Eso es lo que ella pidió. Eso es lo que ella necesita.
Y esta normalidad está funcionando para ella.
Además de su propia fuerza, nuestra rutina, el apoyo de tener en casa a alguien que la quiera…es parte de lo que la está curando.
Así que mantendré el rumbo.
El día después de que pasamos nuestra primera noche juntos, poco a poco comencé a mudarme. Dejé las botas en su vestíbulo y mi cepillo de dientes en el armario. Un vestido en su lavandería.
La follé a ciegas todas las noches. Nos hizo adictos a los dos.
Dios, somos muy adictos.
El privilegio de llamarla mi esposa sólo profundiza el dolor constante. Pude esperar dos semanas antes de pedirle a Aoom que fuera mi esposa y regalarle un diamante rodeado de topacios amarillos que me recuerdan su color favorito. Mi cordura dependía de que ella dijera que sí y lo hizo. Ella lo hizo, entre lágrimas, arrojándose a mis brazos y yo apenas podía creer mi suerte.
Ocurrió.
Encontré a mi ángel y la hice mía.
No, tengo que quedarme con ella. Seguro. Feliz. Nadie más que yo me ha tocado.
Para siempre.
Mis manos agarran el borde del mostrador cuando escucho el distintivo deslizamiento de sus bragas siendo arrastradas por sus muslos, ocultando el coño que anhelo sesenta minutos de cada hora. Si me concentro lo suficiente, juro que puedo escuchar los latidos de su corazón desde la otra habitación. Mi pulso late al mismo ritmo, a la misma velocidad.
Aoom entra a la cocina, con el rostro brillante, sonrojado y hermoso.
Lleva pantalones de yoga y una camiseta ajustada que se amolda a sus preciosas tetas.
Casi rompo el borde del mostrador.
"Buen día." Se muerde el labio y agacha la cabeza. "De nuevo."
"Buen día." Me ordeno retroceder y abstenerme de besarla. Es doloroso, pero ninguno de nosotros logrará salir por la puerta. "Hice tu tostada de queso", digo, revisando tres veces mi trabajo y luego entregándole el plato.
Mi esposa respira un poco. "Gracias."
Si ella supiera lo que soy, si supiera que estoy mintiendo, ¿me amaría?
¿Intentaría irse?
Estos miedos resuenan dentro de mí constantemente. Probablemente lo harán para siempre.