Un encuentro intemporal

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Tom miró el reloj digital de su teléfono, el cual parpadeaba en la tenue luz de su habitación. Eran las 11:11 de la noche, un momento que siempre consideró especial. Se preguntó si algún deseo formulado en ese preciso instante se haría realidad. Como si el universo estuviera escuchando, decidió darle una oportunidad a esa improbable idea.

—Quisiera que algo emocionante sucediera en mi vida —murmuró, cerrando los ojos con fuerza.

En ese mismo instante, a miles de kilómetros de distancia y en un tiempo que Tom apenas podía imaginar, Luna se encontraba en su habitación. En la pantalla plana de su gran televisor, las palabras "11:11, ¡haz un deseo!" aparecieron como un recordatorio en su calendario como cada día.

—Vamos a ver si este truco funciona —pensó Luna, sonriendo mientras cerraba los ojos y formulaba su deseo en silencio. Pensó que sería en vano como las otras muchas veces que lo había intentado. Pero algo sucedió.

Un destello de luz inundó las habitaciones de ambos, aunque no se dieron cuenta de inmediato. Tom se levantó de la cama y decidió dar un paseo nocturno para despejar su mente. Luna, por otro lado, estaba fascinada por las luces centelleantes que llenaban su habitación. Lo que ninguno de los dos sabía era que ese instante marcaba el comienzo de algo extraordinario, s deseo se haría realidad a fin.

Mientras caminaba por las solitarias calles de su pequeño pueblo, Tom, notó un extraño objeto brillante en el suelo. Se agachó y descubrió un reloj antiguo, elegantemente, decorado con grabados. A pesar de estar en el año 2009, el reloj parecía pertenecer a otra época. Sin embargo, en lugar de desconcertarlo, sintió una extraña conexión con él, como si el destino lo hubiera puesto en su camino, como si estuviera destinado a encontrarlo.

En la habitación de Luna, las luces se desvanecieron lentamente, revelando otro objeto misterioso. Un diario con páginas amarillentas y una pluma con tinta brillante y antigua. Aunque la tecnología de su tiempo era avanzada, algo en ese diario la intrigó de inmediato.

—Vintage, interesante — pensó Luna mientras ojeaba el exterior de aquel antiguo diario.

Tom decidió guardar el reloj, mientras Luna hojeaba las páginas del diario. Ambos se encontraron absortos en sus nuevos tesoros, sin saber que sus vidas estaban a punto de entrelazarse de una manera que desafiaría todas las leyes del tiempo.

La mañana siguiente, Tom notó que el reloj no solo marcaba la hora, sino también una fecha en el pasado: 14 de diciembre de 1945. Intrigado, comenzó a investigar sobre esa época, en busca de información útil para lograr entender aquel misterioso objeto. Luna, por su parte, descubrió que el diario estaba lleno de relatos detallados de una chica llamada Aurora, que vivía en el mismo pueblo que Tom, pero en 1945.
A medida que profundizaban en sus respectivos hallazgos, se dieron cuenta de que el reloj y el diario no eran simples objetos antiguos, sino un vínculo que trascendía décadas, objetos capaces de comunicar distintos momentos en la línea temporal.

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