My Sunshine {The promised neverland au} Natanna

քʀօʟօɢօ

{1812}

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Todo empieza con el sol, un día una gota del sol cayo del cielo y de esta  nació una mágica flor dorada, tenia el poder de sanar a los enfermos y a los heridos pero esta flor era considerada un mito pues nadie, la había visto jamas.
Cerca de una gran bosque el cual se decía estaba lleno de magia se creo un reino el cual fue prospero y perduro por años y años y así es como llegamos a la actualidad, en el que reinan la reina, el rey y sus dos hijos, la princesa mayor y el heredero al trono, pero la reina estaba a punto de tener un bebe, un nuevo ser el problema es que la reina estaba enferma y a pesar de que era solo un mito, el rey se fue a buscar la flor, muchos le pidieron que fuera con alguien pero el dijo que lo haría solo y así fue como ingreso al bosque y llego a Solaría uno de los reinos vecinos, en el busco alguna ayuda pero no la encontró y cuando estuvo a punto de irse a las afueras de aquel reino encontró una casa y en jardín de esta estaba aquella mágica flor, el rey entro y tomo la flor y antes de irse se encontró con una anciana.

—acabas de robar aquella flor— la anciana le quito la flor de las manos —esta flor me pertenece

—por favor la necesito, mi esposa esta embaraza y muy enferma, la necesito para que sobreviva— el rey le rogo de mil maneras hasta que la anciana le dio la flor —gracias, muchas gracias, como puedo recompensarla 

—por eso no se preocupe, yo tengo cosas mucho más valiosas que esa flor, ahora vete

La amabilidad de la anciana lo dejo confundido, pero tenia la oportunidad de salvar a quien amaba así que el rey volvió a su reino.
La magia de aquella flor logro sanar a la reina y gracias a eso pudo nacer otra princesa, una princesa de hermoso cabello dorado, todo el reino estaba contento por la llegada de aquella princesa que se creía que no iba a llegar a conocer este mundo y por esto lanzaron linternas flotantes al cielo, los dias fueron pasando y una noche la princesa desapareció sin dejar ningún rastro, la buscaron por años, pero ella nunca apareció y cada año en el cumpleaños de la princesa lanzaron linternas a la espera de que ella volviera.

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{1820}

 —Sean bienvenidos a Ranflar, mi nombre es Nina y seré su guía— dijo una mujer de cabellos rubios, a quien le hablaba era a una familia, la familia real de Solaría esta contaba de los dos reyes, del príncipe heredero y la princesa ambos de 10 años —mientras los guio hasta el castillos, déjenme decirles que llegaron en un día lleno de recuerdos 

La mujer los llevo hasta el castillo en el que se encontraba la familia real, los cuatro adultos se fueron a conversar en otra habitación mientras que los jóvenes se quedaban en aquel lugar, la princesa de 12 años se inclino ante ellos con una sonrisa, su cabello era negro al igual que sus ojos, su piel era clara y su vestido era hermoso con listones dorados que resaltaba con el color azul de todo el vestido.

—me alegra tenernos aquí— se enderezo y miro a la princesa de Solaría —estoy segura que serán unos grandes gobernantes 

—seguro que lo seré— dijo el príncipe, su cabello era castaño y algo revuelto, sus ojos eran cafés también, su piel parecía bronceada y su ropa era algo simple para un príncipe, una camisa blanca de manga larga, un chaleco de color verde, pantalones negros y unas botas —mi hermana no hará nada, pero tal vez le de un puesto en el consejo real

—eso suena bien, escuche que Solaría es un lugar hermoso, dime princesa ¿que es lo que más te gusta de tu reino? a mi me gusta mucho las vistas, es un prado hermoso, pero tengo entendido que su reino esta rodeado de bosques

La princesa que era idéntica a su hermano, salvo que su piel era clara y  ella si llevaba ropa acorde a su puesto, su vestido era violeta y con blanco y llevaba una tiara que era una reliquia de la familia de Solaría —me gustan los postres, los dulces que crean los súbditos son ricos 

—ya veo— la princesa miro a su hermano que seguía callado así que le dio un codazo para que hablara, el era también pelinegro pero sus ojos eran un misterio, a veces verdes, a veces grises y a veces violetas —mi hermanito a querido ir mucho a Solaría

—es interesante, dicen que poseen una gran cantidad de conocimientos sobre el cielo 

—así es— el castaño sonrió —mi bello reino es muy inteligente y están al tanto de la belleza del cielo, somos los que manejan más joyas también y esto creo que lo saben

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La noche llego y la cena había sido servida, en ella se dio una noticia, para aliar los reinos se iba a comprometer a al príncipe heredero de Ranflar y a la princesa de Solaría, no hubo ninguna objeción por alguno de ellos dos pero si del castaño.

—¡esto es injusto!— se levanto y se paro en la silla para que le prestaran atención —saben lo importante que es mi hermana para mi 

Su madre lo miro con enojo —Kelvin siéntate 

—la necesito como parte de los miembros del consejo real, ya tenia mis planes para cuando fuera rey, esto lo arruina todo

Su madre se levanto y lo jalo para que se sentara y le susurro en el oído —esto ya no se puede cambiar, ya esta acordado desde hace 10 años 

—¡QUE!

La cena termino y no se volvió a tocar el tema, aquella noche los reyes los invitaron a lanzar una linterna junto a ellos, el cielo se lleno de linternas en poco tiempo y esto fascino a los dos gemelos.

—nunca había visto algo tan bonito, ¿porque se hace?— dijo Kelvin mientras se apoyaba en el balcón observando la vista 

—es por mi hermana pequeña— dijo Susan

—¿hay otra princesa?

—desapareció hacia ocho años y esta es la manera con la que planeamos que vuelva, sea donde sea que este estoy segura que ella volverá 

La noche era apreciada por todos pero muy en lo profundo del bosque mágico desde una torre se encontraba una pequeña niña observando aquel espectáculo mientras su madre estaba distraída, su cabello tocaba el suelo y era de un rubio hermoso, sus ojos azules y su piel clara, una apariencia similar a la de una muñeca, cada año aparecían esas estrellas justo en su cumpleaños y en la cabeza de aquella niña pequeña le llego un deseo.

-"necesito verlas en persona"- cerro la ventana y se fue al comedor en donde una mujer de cabellos rosados y ojos verdes con tonos violetas le dejaba la comida en la mesa.

—gracias mamá

—de nada...— acaricio el cabello de la pequeña y le sonrió —mi querida florecita

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