Capítulo VII

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Capítulo VII:

Verdad.

Natasha nunca había visto un cielo tan negro.

El aire estaba lleno de olor a tormenta. A lo lejos, se escuchó un ruido bajo, seguido de iluminaciones distantes que insinuaban la llegada de los truenos.

La gente se apresuró por sus asuntos, apresurándose a sus hogares o buscando refugio debajo de los voladizos. Natasha se asimiló entre la masa en movimiento cuando comenzó a caer la lluvia, tocando el pavimento.

Verdad.

Natasha odiaba la lluvia.

Ocultaba detalles. Lanzó reflexiones. Era incontrolable. Inconfiado.

La lluvia comenzó a caer más fuerte, golpeando con una fuerza inflexible.

Natasha se estremeció.

El tráfico en las calles estaba parado. Las luces brillaban, los cuernos sonaban, la gente gritaba, pero nada cambiaba. Perdida en sus pensamientos mientras se abría paso, Natasha no notó que el charco cruzaba la carretera frente a ella.

Un paso fuera de lugar fue todo lo que se necesitó, su zapato se hundió sin ceremonias en el agua. Ni siquiera un retiro rápido podría salvar su pie de estar empapado, su calcetín mojado y el labio mordido por frustración.

Las ondas se extendieron desde donde ella vino y se fue, captando su atención con la forma en que se balanceaban y arrullaban. Empapado en el pie olvidado, Natasha se inclinó sobre el charco, su cuerpo lo protegió de la lluvia, permitiendo que la superficie se calmara.

Una cara hundida la miró con las mejillas sobresaliendo hacia afuera, y los ojos que tenían poco calor. Su cabello había visto días mejores, peinados a los lados de su cara en patrones como el rayo que brillaba arriba. Arcadas por el cielo como un látigo ardiente, iluminaron las nubes oscuras.

Verdad.

El verdad.

¿Cuál era la verdad?

Natasha permaneció quieta sobre el charco mientras los hombros de los transeúntes pasaban rozando. ¿La mirarían de manera diferente si supieran quién era ella? ¿Qué había hecho ella?

Todo el presión, todo el expectativas, todo el responsabilidades.

Antes de darse cuenta, estaba corriendo. Todo el estrés, la ira y la ira cruda e intacta que había presionado durante años surgieron.

Verdad.

Todo fue su culpa.

Los chorros de agua estallaron con cada pisada. Todo lo que podía ver eran sus errores, sus fracasos. Cada giro equivocado, cada oportunidad perdida brilló ante sus ojos. Lo único que diferenciaba las lágrimas de la lluvia era el calor de su dolor, abrasando su piel con la intensidad de su culpa.

El sonido de su propia respiración rápida reverberó en los oídos de Natasha, llevado por la acústica embriagadora de la tormenta circundante. El ruido era demasiado abarcador, acompañado e intensificado por el latido errático y la fiebre de su corazón y sangre. Volando bloque tras bloque, no fue hasta que el asfalto cedió que se dio cuenta del cambio en su entorno.

Natasha comenzó a contar hasta cinco, preguntándose si cada latido del corazón sería el último.

Inhala... Tambor...

Exhalar... Tambor...

Inhala... Tambor...

Exhalar... Tambor...

El orgullo es el diablo  -COMPLETO-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora