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Las dos parejas estaban sentadas en una mesita de noche en un restaurante algo sofisticado. Ambas chicas lo habían escogido, ya que ambas antes iban a aquel lugar a hacer tareas cuando tenían tiempo limitado y nunca podían darse un tiempo para ellas. Roier quería irse a su hogar, alimentar a sus gatos y dormir mucho, pero por otro lado Cellbit estaba emocionado, triste, decepcionado, feliz... No lo sabía, era una mezcla extraña que ni él mismo comprendía del todo.

Pasaron una hora aproximadamente hablando de temas triviales y demás, hasta que Cellbit se levantó y dijo que iría al baño. Roier también quería ir, sentía sus manos bastante tibias; eso le pasaba cuando estaba nervioso y necesitaba enfriarlas nuevamente, así que se levantó poco antes de que Cellbit hubiera anunciado que iría y volvía.

El pelinegro caminó hasta el baño, donde se apoyó en una de las paredes mientras soltaba un suave suspiro. Sus mejillas estaban rojas y sus ojos picaban, haber aceptado aquella cita había sido como el reto suicida, la decisión más masoquista que había hecho en su vida.

—¿Roier? —Cellbit inquirió cuando salió de un cubículo y vio ahí a Roier con cara de querer darse un balazo contra su frente. —¿Todo bien?

Roier negó con su cabeza a la vez que sentía sus párpados pesados gracias a la reciente capa de agua que había aparecido en sus ojos. Cellbit lo conocía tan bien, lo odiaba por ello, pero no podía odiar a alguien que amaba, solo odiaba el hecho de amarlo.

—Nada bien, Cell.

El castaño se acercó mientras relamía sus labios nervioso. Sabía que cuando Roier estaba triste era la cosita más débil del mundo, así que debía tratarlo con pinzas para no dañarlo más de sea lo que sea que lo haya hecho antes. Se conocían tan bien, eran prácticamente hermanos adoptivos después de todo.

La madre de Roier nunca tenía tiempo para su pequeño hijo y la madre de Cellbit se ofreció a cuidarlo cuando su madre tenía trabajos que hacer, así fue como Cellbit y Roier fueron compañeros de infancia.

Y por ello Roier tenía miedo.

De perder a alguien tan significante para su vida, tan esencial.

Todo por cometer el error de enamorarse.

—Cuéntame. ¿Qué pasó? —preguntó el de cabello castaño mientras llevaba sus manos a las mejillas del otro, obligándolo a mirarle. De inmediato lágrimas cayeron de los ojos de Roier y este rió destrozado. —Roier...

—Me gustan los hombres —admitió, sintiendo como aquella daga en su corazón se iba retirando poco a poco de aquella zona. —Sé que está mal y yo no... U-uhm... No sé qué hacer...

Roier sollozó mientras se soltaba de las manos de Cellbit y se dedicaba ahora a limpiar sus mejillas y ojos mojados. Se sentía bien, mejor. Mejor de haber soltado un peso que cargaba encima, pero aún quedaba carga por la cual deshacerse.

Cellbit estaba en blanco. Era otra mezcla de emociones que extrañamente volvió a sentir y se confundió nuevamente.

No entendía nada.

—¿T-Te gustan los..?

Roier asintió mientras suspiraba de manera temblorosa. Sus mejillas y nariz estaban levemente sonrojadas al igual que bajo sus ojos brillantes por las lágrimas. Su cabello estaba algo desordenado por haberse limpiado el rostro y tenía carita de cachorro sin amigos; era, sin dudas, la imagen más tierna que Cellbit habría visto en su vida.

—No está mal eso —Cellbit sonrió intentando transmitirle confianza a su mejor amigo. —Es más, sigues siendo el mismo. La orientación sexual no define tu personalidad, sino más bien es un gusto de muchos. Un gusto distinto, pero no raro ni malo. —y volvió a sonreír, depositando un suave y cariñoso beso en la frente cubierta por los cabellos alborotados de su amigo.

Roier sintió nuevamente sus ojos picar, ¿por qué Cellbit tenía que ser así?

—Eres perfecto —Roier se atrevió a decir y sintió su corazón latir con fuerza. Es ahora o nunca, pensó y abrió su boca para hablar nuevamente. —Cell, me gustas tú.., gracias a tí me di cuenta de mis preferencias sexuales —pero ahora no sentía un peso menos, sino el peso del miedo y nervios lo consumían y lo empujaban hacia el suelo, haciendo sus piernas temblar nuevamente. —Lo siento... —susurró.

Cellbit ahí, nuevamente se quedó sin palabras. Quieto, inmóvil.

Sus pensamientos pasaban de recuerdo en recuerdo, había sido tan obvio todo ese tiempo. Desde ciertas miradas hasta ciertos tonos de voces. De los celos que derrochaba Roier cada vez que estaba con Lauren.. ¡ahora todo tenía jodido sentido! Todo menos sus sentimientos y emociones, más pensamientos que se cruzaban y tropezaban por los latidos irregulares de su corazón. Latidos que no debían sentirse en esa situación.

—Yo..

—Shh... —Roier habló y puso uno de sus dedos en los esponjosos y rosados labios del contrario. Sonrió con pena, no quería oír ninguna respuesta de su parte, ni un Pío quería saber. —No quiero oír nada ahora, ¿sí? —pregunta y pasa fugazmente su mirada sobre los labios y nariz del otro. —No quiero sentir esto por tí, en serio créeme que no quiero... —y lentamente comenzó a acercarse a los labios de Cellbit.

El castaño quedó estático, posando su mirada sobre los labios de Roier. Se veían tan bien, tan... No. No estaba bien... Pero no quería alejarse tampoco.

Sus labios estaban casi tocándose si no fuera por aproximadamente un centímetro que había entre ambos. Roier estaba decidido a acortar la distancia hasta que...

—¡Chicos! —Lauren habló en alto, y Roier se alejó rápidamente de los labios del otro, totalmente nervioso y asustado. Menos mal la puerta seguía cerrada y nadie había visto nada. —Selina tiene que irse, ¿saldrán ya? —inquirió Lauren del otro lado de la puerta.

—S-Sí —Cellbit se atrevió a hablar cuando salió de aquel trance. —Ya vamos. —afirmó su voz y salió del baño, no sin antes pasar fugazmente su mirada por su mejor amigo.

Mejor amigo que, nuevamente tenía su mundo de cabeza.

B O Y S? | GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora