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Roier estaba nervioso después de aquel dulce y largo beso que se habían dado. Cellbit hace un par de minutos finalmente se había separado y pasó a la casa en silencio. Ahora ambos estaban sentados en la cama de Roier, iban a hablar de lo que había pasado.

—Terminé con Lauren porque me dí cuenta que me gustas.

—No puedes cambiar algo que sentías de un día para otro —dijo Roier bastante inseguro.

—Roier, me gustas desde hace tiempo —Cellbit frunció suavemente su ceño. —Tú no... No sabías, porque estabas dormido.

El pelinegro ladeó su cabeza confuso, todo lo que salía de los dulces labios de su amado no lo entendía desde que empezó a hablar.

—¿A qué te..?

—Te besé cuando éramos niños —Finalmente soltó, —No quería aceptar que me gustabas, no quería aceptar que me hacías sentir mil mariposas en el estómago y todos esos síntomas cursis que dicen las otras personas. No quería aceptar que te quería besar de nuevo, no quería decirle a mi mamá que me gustaba prácticamente su hijastro.

Roier guardó silencio.

¿Cómo no se había dado cuenta de ello antes?

—Por eso empecé a salir con muchas chicas después de eso hasta el día de hoy. Cada día iba a tí para decirte que había salido con una chica diferente en busca de olvidarme de tí, porque si no me mostrabas interés me dolería y aceptaría que solo somos los mejores amigos de la infancia y...

La voz de Cellbit había comenzado a temblar desde hace tiempo ya, y el pelinegro sólo se limitó a sonreír con dulzura para poder acercarse y abrazarlo con delicadeza y cuidado, como solía hacer desde siempre cuando Cellbit lloraba o estaba confundido y asustado.

—Me siento raro, Roier.. —el castaño correspondió al abrazo mientras sentía su corazón latir firmemente. —Lauren dijo que esto estaba mal...

—Lauren es una tonta —Roier habló en voz bajita, suave y calmada, como solía hacer desde siempre. —Porque no está mal si se trata de algo que tú sientes, Cell. Está bien, porque una mente generalmente es más débil que lo que el corazón te dicta.

Cellbit tembló y lo abrazó más fuerte, parpadeando con tranquilidad y nostalgia.

—Me gustas mucho, en serio.

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Cellbit [once años] estaba nervioso, no le había parecido el hecho de que otro niño como dos años mayor que ellos mirara de sobremanera el cuerpo y rostro de Roier. Estaba nervioso y no comprendía qué le pasaba en su pecho, el cuál subía y bajaba gracias al llanto que había aparecido hace una hora aproximadamente en él.

Se armó de valor y abrió la puerta de la habitación de Roier, el cual yacía en su cama dormido plácidamente con sus rosados labios entreabiertos. Cellbit se acercó con cautela y confusión hasta la cama de su hermoso Roier para poder sentarse al costado de este.

En silencio miró a ambos lados y finalmente a los ojos cerrados del pelinegro. Sus pestañas eran largas y finas, su nariz era hermosa y perfecta... Parecía un pequeño angelito, al que quería cuidar con su alma.

Temblorosamente bajó y unió sus labios con los de contrario, suavemente. Era un beso estático pero bastante significativo para el pequeño y confuso pre-adolescente. Sin saber que hacer con exactitud rozó su lengua con los labios del pelinegro totalmente sumiso e inexperto. Su corazón latió con muchísima fuerza y se separó al darse cuenta de lo que estaba haciendo.

Sus mejillas tomaron muchísimo color rojo y corrió escaleras abajo mientras soltaba pequeños chillidos al darse cuenta de lo que había hecho.

Había besado por primera vez, y a un chico. El chico que era prácticamente su hermano, al chico que... Al chico que le gustaba y hacía su corazón removerse.

B O Y S? | GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora