Un milagro

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Los truenos rugían como bestias infernales, la lluvia caía desesperadamente, los relámpagos que caían iluminaban el cielo con destellos de color blanco y violeta, convirtiendo por breves minutos aquella oscura noche en día. Eran fechas sercanas a Mayo y se acercaba una etapa muy tormentosa, como para que nadie saliera ni a presenciar el espectáculo, amenos que quisiera morir de una pulmonía o que quisieras perderte en aquella cortina gris que dibujaba la lluvia.

En la ascienda: El paraiso hogar de la Familia Belmonte, el coronel José Manuel Francisco impaciente por la espera caminaba desesperadamente de un lado a otro en círculos por encima de la alfombra de la sala modesta pero lujosa.

- Debe tranquilizarse señor todo saldrá bien -Expresa la nana de la familia, una mujer de edad mayor que durante años siempre estuvo al servicio de los Belmonte.

- Has caso hijo mío, Lourdes es una mujer fuerte ya verás que toda esa preocupación desaparecerá -Opina una mujer refinada de cabellos color plateado cómodamente sentada bordando.

- Ya lo sé mamá, pero hace horas que Lourdes está allá adentro y no sé que está pasando, nadie dice nada -Protesta el coronel Manuel Francisco.

- Deja la preocupación que me pondrás nerviosa y me saldrá mal el bordado, es mejor que te sientes, Olga traenos té por favor -Ordenó la señora dando pequeñas palmadas.

- Enseguida Doña Gertrudis -Exoresó la mujer mientras entraba a la cocina a buscar el té para sus amos.

Mientras tanto en la gran habitación de la ascienda, una mujer permanecía encima de la cama agonizando de dolor. Las esclavas y criadas no paraban de ponerle compresas pero aún así la mujer no paraba de gritar.

- Tranquilisece Doña Lourdes, la partera ya está por llegar relajese -Le dice una esclava que permanecía arrodillada junto a la cama donde permanecía la mujer.

- Si, ¿pero cuándo? ¡Ay ya no aguanto este dolo, que alguien haga algo! -Aquellos eran los quejidos de Lourdes que al parecer iba a dar a luz aquella misma noche.

- Respire señora tranquilicese ya es cuestión de tiempo.

- ¡Ya no tengo tiempo mi bebé va a nacer yaaa...! -Comenzó a respirar hondo, estaba muy agitada y sudada por el mal estar, el dolor la estaba carcomiendo y no podía hacer nada al respecto.

Las esclavas procedieron a asistirle el parto, éstas le aconsejaron que respirara y que pujara lo más que pudiera. Los quejidos de la mujer se escuchaban por toda la casa, causando la intranquilidad de José Manuel, Su esposo.

De repente, aquel ambiente tenso fue cortado por el sonido de la puerta, alguien estaba tocando, y con mucha prisa. Una de las esclavas fue a atender el llamado, se trataba de una mujer madura con vestimenta sencilla, sin duda era la tan esperada partera a la cual rápidamente la hicieron pasar hacia donde se encontraba la mujer agonizando.

- Pero que afrenta, mi nuera casi muriéndose y usted es tan imprudente que llega tarde, que vergüenza -Expresa Doña Gertrudis indignada al ver pasar á la mujer empapada por delante de ella en la sala.

- Disculpe Madam por mi negligencia en llegar tarde, pero por la inesperada tormenta los caminos están inaccesibles al paso de los carruajes, así que tuve que venir a mi suerte.

- Descuide no importa, la fortuna es que por fin esta con nosotros, mi esposa agoniza y la incertidumbre me está corrompiendo, ¿usted cree poder ayudarla?, le pagaremos lo que sea -Declaró el Señor Manuel con un toque desesperado pero sin perder la ética.

- Haré lo que pueda mi señor -anuncia la mujer haciendo una reverencia y dirigiéndose al cuarto de la mujer- Ya estoy aquí tranquila, todo saldrá bien.

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