T R E I N T A

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Sus manos directo se posan en mi trasero. Nos metemos en uno de los cubículos comenzado a besarnos con desenfreno. Despeina mi cabello y me embarra de todo el gloss que abunda en mis labios. Hace que le de la espalda, pego mi mejilla en el metal frío y gimo.

— Oye, ya. — susurra levantando mi vestido. — Seamos una maldita pareja normal, se mi esposo de verdad.

— Es lo que quiero. — susurro. — Ayudame.

— ¿Traes bragas, Billie?

— Sí...

— Ya no importa... — oigo como la tela del hilo es rota por sus manos con mucha facilidad. — ...nada. A la mierda todo, voy a ser tu esposo de verdad, dejame demostrarte mi amor, apoyo, todo lo que buscas. Actuemos con madurez, ya no tenemos dieciocho.

— Ahmm... — dos dedos de golpe jugaban de mi interior. Mi esposo lamía, mordía y apretaba mis glúteos con necesidad. — Joder...

— ¿Sí?

— Sí.

— Genial. — me nalguea antes de sacar sus dedos de ahí para reemplazarlos con su pene duro. — Oh...

— ¡Tom! — susurro y grito a la vez excitadísimo. Sus movimientos son rápidos, consecutivos y me ponen jodidamente duro.

— ¿Qué, bebé? ¿Mhmm?

— Que rico, ¡sí!

— ¿Recuerdas nuestra primera cita como novios? También te cogí en un baño mientras ardía en celos.

— ¡Ay! — me masturba con su mano. Mis piernas tiemblan, mi cuerpo se vuelve sumiso y encaja con el suyo a la perfección. — Dios, si... — aprieto los ojos, estoy por correrme sin tanto lío.
Esto es muy... — ¡Mierda!

— Shh... — me tapa la boca. Me muerde el hombro y pronto el semen salía disparado espeso manchando su mano. Tom de igual manera eyaculaba todo en mis nalgas y que sin limpiar bajó el vestido a propósito. Tampoco le dije nada, solo salí de nuevo hasta verme en el espejo. Estaba con un poco de maquillaje corrido y algo sudado.

Muy sospechoso.

— ¿Estás bien? — Tom se puso a mi lado, nos miramos a través del espejo. Giramos al mismo tiempo para estar de frente. Me sonrie mientras levanta su mano para acomodarme y verme mejor.

— Estoy bien, ¿tú estás bien?

— Sí, igual estoy bien.

— Genial. — sus manos se desvían hasta rodear mi cintura. Me siento un poco tímido en este instante.

— Te amo en serio, espocito. — me sonrojo como un adolescente recién enamorado. Mi corazón da un brinco cuando sus labios se posan en los míos con dulzura y al separarse sonrie haciendo que mi mundo vuelva a sentirse bien.

Finalmente nos dignamos a salir, primero yo y luego él a diferentes lados. Estoy arrepentido de haber traido a Paul para que me acompañe.

Caminé hasta la mesa de nuevo, vi como Paul y la acompañante de Tom hablaban entretenidos, pero lo ignoré, busqué a mis dos hijos con la vista. Me alarmé al no encontrarlos. Fui hasta Sam para que me diera razón sobre ellos, solo encontré a la morena.

— ¿Y mis hijos, Anneth? ¿Dónde está Sam?

— Ahí. — apuntó la mesa de al lado del equipo de sonido. Mi mamá, los niños, un hombre de smoking y Sam estaban en la mesa. Solo me puse peor, ¡yo no quería que ella los conozca!
Histerico me senté a su lado, tomé de la copa mientras observaba. — Samanta no quería pero tu mami insistió, les dijo que era su abuela y ellos se emocionaron de tener otra abuela.

— Estoy cabreado.

— Debes entenderlos. — puso su mano en mi hombro. — Son niños, no tienen la culpa.

— Okay... — suspiré tratando de sentirme convencido. — ¿Sabes quién es el hombre de smoking?

— Quizás uno de los acompañantes de tu mamá.

Ahora me daba la intriga y quería conocerlo. Tom igual se acercó a la mesa, lo noté algo incómodo. Trataba de llevarse a los niños con ayuda de Sam pero el hombre no lo permitía, ¿con qué derecho?

— Esperame. — dirigí mis pasos hasta esa mesa. La cabeza empezó a doler cuando mis ojos y los asesinos de Jörg Kaulitz se encontraron. Perdí jodidamente la conciencia. Todo me daba vueltas y varios recuerdos me azotaron la mente. Estaba mirando borroso, luego nublado y finalmente negro.

-

"Bill..."

"Bill..."

"Hijo..."

"Papito" — duele la cabeza. Trato de abrir los ojos pero no me permite, sigo viendo negro. Me llega un olor asfixiante a champagne y vuelvo en sí con jodidas ganas de vomitar. Escucho como mis mellizos lloran por mi mientras abrazan a su tía. Veo a la gente muy amontonada a mi alrededor y a Gustav revisando mi pulso.

¿Qué pasó?

— Billie. — me llama un Tom preocupado. Él sostenía mi cuerpo mientras me mira.

— Es mejor que repose. — recomienda Gustav igual de preocupado. — Disculpen por ese pequeño inconveniente pero te juro que nadie lo invitó.

— Perdón. — decía Georg. — Nadie los vió entrar. — yo no podía analizar casi nada. Solo siento que mi cuerpo es cargado por Tom con ayuda de alguien más hasta llevarme al auto para recostarme en los asientos de atrás y luego veo a Sam haciendo subir a los niños en la parte delantera.

Tom lo agradece y se sube también poniendo a conducir.

— Papito. — llamaba la nena. No respondí, estoy demasiado jodido. — Nos preocupas mucho.

— Tranquila, papito solo está estresado, ¿sí? — ella asentía.

Volví a cerrar los ojos ~no sé por cuanto~ solo al abrirlos ya me encuentro en casa, sano y salvo. Siento mi ambiente, mis energías. Tom me mira desde el sofá en silencio abrazandose a si mismo.
Ni siquiera estoy con el vestido, si no con un de sus camisas cómodas. A mi lado descansan mis dos hijos, duermen como angelitos.

Sintiendo mis piernas temblar, me levanto de la cama. Tom repite mi acción desde el sofá, nos abrazamos en silencio con fuerza. Mis ojos se llenan de lagrimas, parpadeo tres veces para quitarlas de mis ojos.

— Él está libre. — susurré. — Le tengo miedo y ahora más por los bebés.

— Con calma... — acaricia mi cabello. Tom tiene la voz media pastoza. — Ya hablé con nuestro abogado, nos podrá en protección.

— Gracias.

— Quiero cuidarte como a mi vida, mi amor. No lo agradezcas.

— Valoro mucho que estes en estos momentos, me demuestran muchas cosas que me ponen más claro el motivo de mi amor por ti. — nos alejamos para vernos a los ojos. Nos damos un beso corto y suave.

— Te amo.

— Y yo a tí.

𝑰𝒕'𝒔 𝑩𝒊𝒍𝒍𝒊𝒆 𝑭𝒖𝒄𝒌𝒊𝒏𝒈 𝑩𝒊𝒕𝒄𝒉 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora