Capítulo 1: Cumbre.

0 1 12
                                    

El edificio se alzaba imponente, ante una ciudad que necesitaba urgentemente a alguien que la protegiese.

Han pasado ya un año desde que un bloque de pisos explotó, dejando a miles de personas sin hogares.

Aún se desconoce al culpable, pero... Los hombres dentro de la edificación sabían perfectamente de quién se trataba.

La mesa dentro de esa sala era enorme, fácilmente más de una docena de personas estaba sentada. Cada una con un montón de papeles que se apilaban como si fueran torres enormes, esperando a ser derruidas por el potente aire acondicionado que les permitía respirar sin morir asfixiados.

Uno de los presentes sacó un pañuelo del interior de la chaqueta de su traje, secándose el sudor de la frente. Lo que estaba leyendo era desalentador cuanto menos.

Otro de los presentes, más delgado, miraba su documento por encima de unas enormes gafas de alta graduación.

Pero, el que más preocupado estaba era el líder: el alcalde de esta desastrosa y bochornosa ciudad.

No había podido dormir, se notaba de lejos, y eso no era lo peor.

Abrió sus brazos, parecía que iba a decir algo, pero... Volvió a cruzarse de brazos.

Hasta que una voz atravesó el aire, como un cuchillo ardiendo un bloque de mantequilla.

—¿Nos puedes explicar que es esto, Rick?

La mujer se puso en pie, arrojando el montón de papeles al otro lado de la mesa. Estaba crispada. Y no era la única.

—Verás, Verónica...

—No trates de darnos más excusas, Ricky.

Resopló la mujer que se hacía llamar Verónica. Era joven, mucho más joven que cualquiera de los presentes, se notaba que era nueva, y aun así era la más inteligente.

—Has cedido por completo. Un supuesto alcalde no debería caer ante las demandas de un terrorista.

—Bueno, llamarlo así es un poco fuerte... —trataba de esquivar la culpa el señor alcalde.

—¡Tonterías! Vamos a llamar a las cosas por su nombre. —dijo Verónica. —Isaac, el hijo de... Ugh, me da asco de solo pensarlo... —suspiró levemente, antes de seguir hablando. —El hijo de Carl lleva más muertes a sus espaldas que cualquier delincuente de esta ciudad.

Rick trató de calmar a su compañera, y más voces se sumaron a las quejas. El pobre diablo no podía más, necesitaba a alguien que le sacara de ese matadero. Y, como si de un capricho del destino se tratara alguien llamó a la puerta.

Todos guardaron silencio, y, Rick ordenó a quien fuera que estuviera al otro lado de la puerta que pasara inmediatamente.

Una muchacha entró, con las manos temblando, y... Una bolsa un poco extraña entre sus manos.

—Esto... Un hombre ha... Venido, y me ha ordenado que os trajera esto...

Rick, raudo como una bala, avanzó hasta la pobre chica, que parecía haber visto a un fantasma. Tomó con sus propias manos la bolsa, y antes de avanzar con la misma, mandó a llamar a un par de hombres de seguridad que estaban apostados a la entrada del edificio.

Mientras todo esto sucedía, alguien bostezó. Era... Un hombre algo extraño, no dejaba de mirar sus propias manos, preocupado más por su propia imagen que por la ciudad.

Verónica le lanzó una mirada fulminante, y el sujeto la miró con desdén.

—¿Tienes algo que decir? —preguntó Verónica. —

ESTIGMA PARTE II: LEGADO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora