Capítulo 3: Bestia.

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Eric salió de su casa, con el corazón en calma, y una mirada un poco más optimista hacia el futuro.

Miró al otro lado de la calle y vio a unos niños jugando. En el lado contrario se encontraban sus padres que saludaron inmediatamente a Eric y le dirigieron una sonrisa. El joven pelirrojo se limitó a sonreírles y caminar calle arriba, según le había contado Diana el padre necesitaba hablar con él otra vez.

Resopló, y se aseguró de que lo llevaba todo encima. Hace unos meses el padre Gabriel se presentó en el nuevo hogar de Eric, pidiéndole que resolviera ciertos problemas, y... Bueno, tampoco le vendría mal distraerse un poco y no pensar tanto en su situación.

Desde entonces ha estado ayudando a la gente de este pueblo... Si se paraba a pensarlo se han convertido en algo así como su familia. Pero, por supuesto, no ha olvidado sus orígenes.

Llegó al final de la calle, y con el puño cerrado dio un par de golpes al gran portón de la iglesia. Supondría que se encontraría ahí, y...

Una chica de no más de veinte años recibió al muchacho, al verlo la joven se quedó pensando por unos segundos, hasta que chasqueó los dedos e hizo un gesto con la cabeza, para que Eric entrara.

Mientras caminaban por el interior, el joven de cabellos rojizos alzó la mirada, viendo las distintas pinturas y la enorme vidriera que había en el techo. En todos los años que llevaba con vida jamás pudo entender como tantas personas pueden seguir creyendo en un ser tan omnipotente que resulta hasta de ciencia ficción.

Pero, temas personales aparte, había llegado a la sala trasera de la iglesia, donde solía estar el padre ocupándose de diferentes gestiones. Esto era algo así como el despacho del alcalde en un ayuntamiento.

Aunque... El padre Gabriel no estaba, lo que hizo arquear una ceja a Eric.

—¿El padre Gabriel...?

—Oh, pensaba que te lo había dicho. —respondió la mujer. —

Entonces Eric se cruzó de brazos, frunciendo levemente el ceño.

—A mí simplemente me dijo que tenía que venir hoy, era un asunto muy importante...

La mujer parecía estar buscando algo por todos lados.

—¿Dónde lo he dejado...? ¿Dónde lo he dejado...?

Se repetía una y otra vez, dando vueltas, incluso en círculos.

Pasaron cinco minutos, y la joven chasqueó los dedos, le tendió una hoja de papel.

—¿Esto es...?

—Tus tareas. Ahora mismo el padre Gabriel no puede atenderte, y... Oh, mira la hora que es, tienes que irte ya, va a empezar...

—¿El qué? —preguntó Eric. —

La situación era curiosa. Cinco niños; sentados en el césped; mirando fijamente a Eric... Y probablemente su cicatriz.

Se volteó a mirar a la mujer que lo había traído hasta ahí.

—¿Me vas a explicar lo que tengo que hacer con estos críos?

—Bueno, verás...

Una piedra voló en dirección al rostro de la mujer. Eric, de un manotazo, impidió que le diera en la cabeza.

—¿Quién demonios...?

Al mirar a los niños uno de ellos estaba con el ceño fruncido, y con otra piedra en la mano. La lanzó. Eric la detuvo, y por unos segundos pensó en devolvérsela, pero la persona que lo había llevado ahí lo detuvo.

ESTIGMA PARTE II: LEGADO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora