Eric se dejó caer sobre su mullida cama, era tan cómoda, y estaba tan cansado, que probablemente se dormiría en unos pocos minutos.
Se colocó boca arriba, mirando el techo de su habitación, al cerrar los ojos recordó todo lo que había sucedido hoy... Pero también recordó todo lo que ha tenido que luchar para llegar hasta aquí, y eso no lo dejaba dormir. Se incorporó, quedándose sentado, y de un salto se levantó de la cama.
Miró por la ventana, aún quedaban unas pocas personas en la calle, pero la mayoría eran los vigilantes, que se supone que deben proteger a los ciudadanos. Más de una vez se le pasó por la cabeza al pelirrojo formar parte de ese cuerpo armado, pero... El padre Gabriel insistió mucho en que se centrara en ayudar de otras formas.
Eric suspiró, y se quedó apoyado en el marco de la ventana, observando el exterior. Era una noche despejada, y empezaba a hacer un poco de calor, por lo que nuestro joven muchacho abrió la ventana de par en par, dejando que entrara la suave brisa de la noche.
El aire venía helado, eso le hizo pensar que quizás debería haber dejado abierta la ventana antes de salir esta mañana.
A los pies de su casa observó a dos chicos jóvenes conversar, un chico y una chica.
—Esto... ¿Quieres que te acompañe a tu casa? —preguntó el chico. —
La chica negó con la cabeza.
—Está aquí al lado, y...
El chico insistió, lo cual hizo que la chica se ruborizará un poco. Al final acabó accediendo, y ambos se perdieron en la oscuridad de la noche.
Esa tierna escena le recordó la primera vez que habló con Alice, lo nervioso que estaba, y las mariposas en el estómago que sentía cada vez que hablaba con ella a solas.
Bien pensado, pareciera que salir juntos fuera algo que tenía el destino preparado para ellos...
No quería perderse en recuerdos del pasado, así que se apartó de la ventana.
Salió de la habitación y bajó a la cocina. Tomó una jarra de leche que tenía guardada en el frigo y empezó a preparar café. Tras unos minutos el joven pelirrojo estaba sentado en el sofá del salón, ojeando de vez en cuando la taza y el pasillo que se encontraba fuera de aquel salón.
Nunca podía estar en calma, se sentía fuera de lugar... Tanta paz, tanta tranquilidad... ¿De verdad merecía aquello?
La voz de Isaac le susurraba en el oído que se volviera loco, que destrozara todo lo que viera a su paso y fuera a por él.
No, eso es lo que el albino quería, quería controlar a Eric, quería que todas sus acciones dependieran de él.
Eric no se iba a dejar engañar tan fácilmente. Era ingenuo, o al menos se consideraba a sí mismo así, pero no caería en una trampa tan obvia.
Por el contrario, en el otro oído escuchaba la voz de su madre, que lo reconfortaba. Siempre había sido así, desde pequeño... Annie siempre estuvo ahí para que su pequeño no le faltara de nada.
Y, en aquel salón, a la luz de una lampara que había dejado encendida Eric, empezó a llorar en silencio.
Se sentía agobiado, como si esta falsa rutina que le hubieran impuesto lo estuviera ahogando.
Quería volver a su hogar, a su hogar de verdad, no sabía que le pasaba... Seguro que mañana estaría mejor.
Al menos debía darle una buena sonrisa a esos niños que tanto esperan de él.
Sentía una sombra trepar por su espalda, todos sus pecados, todas sus inseguridades...
¿Estaba capacitado realmente para enseñarle algo a esos niños?
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ESTIGMA PARTE II: LEGADO.
Novela Juvenil¿Qué es lo que nos queda? ¿Qué habrá más allá de este viaje? Ni yo mismo lo sé, pero te prometo que si te quedas a mi lado te mostraré que hay una salida, aunque solo veas la oscuridad. Te juro que saldremos de esta, y veremos esta ciudad resurgir d...