Las seis de la mañana. Las llamas devoraban por completo aquella casa que estaba algo alejada de la población genera. Eric estaba de pie, al lado del padre Gabriel, su expresión no denotaba una emoción especifica.
Había encadenado a Cire, pero al mismo tiempo casi que se había impuesto a sí mismo dichas cadenas. No usar la violencia. No quería dejarse llevar por sus impulsos más profundos y oscuros.
Mientras se calcinaba el hogar de un abusador, Eric le dio la espalda. Él mismo fue el culpable de que estuviera ardiendo, eso fue lo que le encomendó Gabriel, alegando que no podían dejar pruebas de que habían estado ahí directamente, quería que pareciera todo un accidente. A Eric no le pareció bien ninguna de las cosas que hizo, pero se decía para sí mismo que sería lo mejor para todos.
Pero, ¿realmente era así? No pudo evitar pensar en su antigua ciudad, el hogar podrido donde pululaban las ratas e Isaac campaba a sus anchas... Donde la delincuencia vagaba allá donde miraras.
¿Qué diferencia había entre lo que habían hecho o a lo que la banda de Filipe e Isaac se dedicaban? Para nuestro joven de poca fe, ninguna. Los cimientos de este pueblo le parecían algo endebles si tenían que ocultar algo así.
Ahora que lo pensaba, no conocía del todo el origen de este poblado. Probablemente más de una de estas personas haya cometido crímenes atroces y ni siquiera lo sabía.
Caminar a oscuras era difícil, pero lo era aun más si ibas con los ojos vendados. Cada paso que daba nuestro joven de cabellos rojizos hasta los hombros se sentía como ir por una cuerda floja, una cuerda por la cual podrías caerte en cualquier momento y abrirte la cabeza, o romperte el cuello.
Ojalá tuviera las cosas más claras... Ojalá Alice estuviera con él.
El sol terminó por dominar el cielo. Estaba en el centro, señal de que Eric tenía que visitar a su antiguo némesis.
Terminó de cocinar, y al salir por la puerta se encontró de frente con Diana. Eso no le sorprendió, lo que sí le sorprendió fue el abrazo tan fuerte que le dio a continuación. Se quedó paralizado por unos instantes, hasta que comprendió la manera en la que instó a Diana que huyera inmediatamente.
Suspiró, y le dio un par de palmaditas en la espalda.
—Oye, estoy bien, como sigas apretando así me vas a partir la espalda.
Intentó separarse, pero esa muchacha tenía más fuerza de la que aparentaba a simple vista.
—¿Te crees que me importa? Ese gorila te podría haber machacado de un solo golpe. Incluso podrías haber muerto...
De nuevo, comprendía como se sentía, si hubiera estado en su situación probablemente estaría igual... O peor.
En ese sentido Diana era una mujer bastante fuerte, de cierta manera la admiraba, y no dudó en hacérselo saber.
—Diana... Estoy enormemente agradecido de que seas mi amiga. Estoy muy orgulloso de ti.
Sonrió ampliamente, y Diana se quedó mirándolo fijamente, de la manera en la que una mujer enamorada mira a un hombre.
—No sabes lo que puedes llegar a hacer con tus palabras.
Esta vez fue ella la que suspiró, pero no por molestia... Realmente quería escuchar eso, y concretamente de Eric.
—Ahora si que va a ser difícil que me dejes de gustar.
Eric estaba algo confundido.
—¿Eh? Solo... Te he dicho lo que pensaba.
—Cállate de una vez, ¿tengo que explicártelo? Desde luego... Hay cosas que no entiendes para nada.
Eric se encogió de hombros, y Diana le dio un pequeño codazo.
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ESTIGMA PARTE II: LEGADO.
Ficção Adolescente¿Qué es lo que nos queda? ¿Qué habrá más allá de este viaje? Ni yo mismo lo sé, pero te prometo que si te quedas a mi lado te mostraré que hay una salida, aunque solo veas la oscuridad. Te juro que saldremos de esta, y veremos esta ciudad resurgir d...