Viajando un par de siglos atrás, se podía apreciar la amplia predominancia de la democracia como sistema político. Los países de antaño la explotaron como si se tratase de la gallina de huevos de oro, y como dictaba aquella fábula, acabó pereciendo por negligencia.
Aunque sería más acertado decir que fue asesinada y torturada. Muchos profesaban que dicho sistema era el mejor por amplia diferencia, permitiendo que cualquier ciudadano pudiese acceder a cargos políticos, acatando ciertos requisitos.
Los que aspiraban al poder cumplían con la edad mínima reglamentaria, presentaban las firmas necesarias para pretender el cargo, y así con los demás. Pero en los tambaleantes últimos años de la democracia, el postulado madre de la política dejó de cumplirse: Los gobernantes dejaron de gobernar para todos, sino para aquellos que los respaldaban. La búsqueda del bien común había fallecido, dando pie a hordas de corrupción, de medidas estúpidas, de payasos que deshacían los proyectos de sus antecesores, y puedo seguir mencionando sucesos similares.
La democracia se había hundido, y eso lo sabía bien la élite. De alguna forma u otra, el mundo cambió, y la aristocracia se impuso.
Cualquier persona de antaño pensaría que esto significó un gravísimo retroceso, sin embargo, fue todo lo contrario.
Por fin gobernaba el que sabía gobernar, aquella persona que es educada especialmente para manejar el poder de forma responsable, y preocuparse al máximo de sus ciudadanos, desde el empresario más rico, hasta el marginado más pobre.
Aunque, esto último podría peligrar pronto. Es el año 2259, y me encuentro en la ciudad de Cedia, construida sobre las ruinas de una urbe anteriormente conocida como Barranquilla.
Cedia es la capital y sede del gobierno federal del Sexto Distrito. Es una ciudad ligeramente tranquila, pero los gobernantes no han innovado con respecto a su desarrollo.
Y en la palma de mi mano se encuentra el futuro no sólo de Cedia, sino de todo el Sexto Distrito. Pues yo, Cenycol Adnoort, pienso cambiar la forma en que el Sexto Distrito es percibido.
Como portador de la ostentosa sangre de nuestro prócer, Zeus Theos, yo podría gozar del derecho a gobernar este distrito, siempre y cuando mi hermano mayor deje de existir.
Hvien Adnoort es mi hermano, apenas diez meses mayor que yo. Según lo que indica la legislación actual, él deberá asumir, debido a que es el primogénito de mi padre, y solamente la muerte podría impedir su ascensión.
Lo mencionado anteriormente ocurrirá, y yo lo provocaré. Estoy decidido, acabaré con la vida de Hvien.
Alguien desconocedor de la situación podría tacharme de enfermo, pero el contexto requiere mi intervención: La educación de Hvien fue cuanto menos accidentada, cualquier persona sabría que él no está capacitado para ser el Jefe de Distrito.
Su visión macroeconómica es pútrida, su mente es cerrada, sus estrategias y planes excluyen a grupos importantes de ciudadanos... Simple y llanamente, Hvien no tiene madera de gobernante.
Aun así, algún funcionario estatal incompetente habilitó a Hvien dentro de la línea de sucesión, en detrimento de mi persona. De llegar a instalarse Hvien, las consecuencias serán devastadoras, él no sabe gobernar, y el pueblo del Sexto Distrito no merece a alguien así.
Por ende, cuando mi padre, Hyuri Adnoort abdique, acontecerá lo mencionado.
Es decir, en dos días más.
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El Sexto Distrito
General FictionEl Sexto Distrito es una división federal dentro de cierta nación, que es compuesta por ocho distritos. En dicho territorio ocurrirá algo de gigantesca magnitud, pues su mandamás abdicará para abrirle paso a su hijo. No obstante, existe una persona...