Segundo Acto

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La educación de todos los herederos al cargo de Jefe de Distrito se lleva a cabo mediante la minuciosa selección de profesores expertos a manos de los Consejos Distritales, una cámara legislativa ubicada en cada distrito. Estos profesores poseen un dominio absoluto del área de administración pública, ciencia política y economía. Además, poseen un grado de conocimientos en psicología, pues deben de inculcar sobre la presión que conlleva adquirir un cargo tan condecorado.

Hvien fue educado por una pareja de profesores, identificados bajo los seudónimos de "Enzo" y "Mina". Ambos adentrados en la tercera edad, por ende, con vasta experiencia educando a Jefes de Distrito, en los que se incluye mi propio padre, Hyuri Adnoort.

Pero, incluso teniendo al más glorioso de los maestros; si el alumno es imbécil, sus ideologías y enseñanzas no desembarcarán de forma prolija.

Yo no corrí con la misma suerte que Hvien, mi educación fue a manos de una organización privada, cuyo nombre no recuerdo debido a la gigantesca sigla. Fui el último alumno egresado, y probablemente así permanecerá hasta la posterioridad: dicho comité está ad-portas de su extinción, debido a la poca rentabilidad que ofrece.

Los valores que infundían eran ciertamente deficientes, y sus profesores compartían una curiosa característica, llamada ineptitud... Al igual que mi padre, cuya idea de matricular mi persona en esta organización fue cuanto menos estúpida.

Barajé la opción de acudir a los profesores de Hvien para reforzar mis aprendizajes dentro del Comité... El Comité "Anti-C. D. I. I. C. R".

Pero la fuerza de dicha sugerencia se vio mermada hace un mes aproximadamente, cuando dentro de la biblioteca de Cedia conocí a un hombre extraño y particular.

Su cabellera era una inusual mezcla del blanco con el negro. Se hacía llamar Jos, y aparentaba tener entre treinta y cuarenta años.

Su voz era extraña, desprendía una sensación enigmática, de elegancia sumada a la malicia. Su forma de hablar dejaba abiertos los pórticos de la interpretación, pues hablaba como si ya hubiese vivido antes.

En sus aras reposaban los conocimientos más magníficos y raros que he visto: sabía demasiado acerca de la Antigua Tierra, un enigma hasta para las más altas eminencias del mundo historiador.

Mezclando todos estos factores, se genera una imagen curiosa. La gente de la Antigua Tierra pensaría que Jos, es una encarnación del diablo.

Obviamente eso no es cierto. Jos es un intelectual, que de alguna u otra forma, pasa desapercibido.

Él inició la conversación mientras yo leía un libro que despertó su interés. Por sus gestos, para nada vacilantes o inseguros; él sabía quién era yo.

Entablamos una conversación larga, duró entre tres a cuatro horas. Hablar con este hombre cambió mi vida, siento que obtuve algo especial, una experiencia que jamás hubiese conseguido en otro lado.

Le manifesté mi inquietud con respecto al futuro del Sexto Distrito, realmente me preocupaban sus ciudadanos en caso de que Hvien se adjudicara el título.

Sus palabras fueron precisas y macabras, pero perfectas:

-Debes de evitarlo a toda costa, pequeño. En tus hombros yace la más extraordinaria facultad para dirigir este decadente distrito... Y debes de hacer respetar tus capacidades, debes ejercer a como dé lugar, incluso si eso significa sacar a Hvien de tu camino.

En un principio, su mensaje me aterró, la idea de asesinar a Hvien fue descartada de inmediato.

Pero Jos tiene razón, debo de ejercer sí o sí. Yo debo de cambiar el destino del Sexto Distrito, en mis seguras manos está el bienestar de múltiples ciudadanos.

Y en mis seguras manos también se encuentra un frasco de arsénico.

El Sexto DistritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora