Tercer Acto

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Mis anhelos siempre han querido desembocar en buenos actos, derivando en la evasión del perjuicio ajeno. Hoy descifré que las posturas cambian, se puede estar abierto a excepciones, y el dilema que ha irrumpido en el panorama político del Sexto Distrito invita a tomar resoluciones, o, al menos, eso es lo que mi mente ha establecido.

A nivel fraternal, no existen frases ni palabras negativas que puedan ser atribuidas a Hvien, su respeto por los demás es perpetuo. Aunque, su sed de poder jamás pasó desapercibida, su edad era corta cuando se enteró sobre su futura labor, y dicha noticia fue recibida con codicia, como si de un político de antaño se tratase. Sobra mencionar que su mentalidad sigue intacta.

Aquel razonamiento impactó en sus estudios... ¿Para qué estudiar, si sabes que de todos modos tendrás el cargo en tus manos?

¿Es suficiente dicho historial para acabar con Hvien? No le ha hecho nada a nadie, eso está claro... Basta, la prevención constituye un motivo real y convincente... ¿verdad?

Ah, la ira hierve en mí, me siento como una piscina volcánica al analizar esta situación. Necesito relajarme, la decisión ya debería estar tomada.

Me levanté de la cama en la que reposaba. Hvien ya se había levantado, preparó sus prendas para tomar una refrescante ducha.

Fui rápidamente hacia la habitación de mi padre para tomar sus sedantes. El arsénico no es capaz de acabar tan rápido con alguien, le daría tiempo a Hvien de llamar a la ambulancia.

Si existe un día en que puedo ejecutar mi plan, es hoy, Domingo 24 de Enero de 2258. Debido al déficit fiscal del Sexto Distrito, no existe dinero suficiente para costear una servidumbre capaz de trabajar los siete días de la semana.

Martes y Domingo, los únicos días libres. El almuerzo fue preparado el día de ayer, por la criada encargada, Ágata. Mi padre, Hyuri, está ausente.

Mi corazón late con una rapidez inusitada, mis nervios me están jugando una mala pasada al respecto. Si quiero el bien común, debo de ejecutar esta acción.

Recordé las palabras de Jos, que me invitaron a cometer este acto. Él me proporcionó el arsénico, no puedo ignorar su consejo al respecto.

Dubitativo, caminé hacia la cocina con movimientos tambaleantes y defectuosos. En mi temblorosa mano izquierda se encuentra el frasco de arsénico, en mi sudorosa mano derecha tomo los sedantes.

Abrí el contenedor que almacenaba el almuerzo... Mi rostro emitió una mueca de leve pena, ya que el almuerzo final de Hvien iba a ser su favorito: Crema de coliflor junto con camarones al ajo.

Mezclé el arsénico y los sedantes dentro de la sopa. Debido a los nervios, no fui capaz de verter todo el contenido de ambos frascos.

Degusté, levemente afligido, un camarón. Al menos, Hvien se marchará después de saborear un almuerzo digno de nuestras deidades.

Apenas terminé de remover la sopa, que seguía caliente, tomé cuatro platos para servir el último almuerzo de Hvien.

Ya había tomado mi decisión, esta vez, al cien por ciento... Al menos, eso creía yo.

Hvien había terminado su ducha, pues vi que bajaba las escaleras. Su rostro denotaba hambre, su mirada estaba dirigida a la cocina desde el primer instante en que salió del baño

Buenas tardesLe dije a mi hermano.

Hola, Cenycol... ¿Quieres almorzar luego? Me ruge la tripa.

Por supuesto. Estás de suerte, Ágata cocinó tu menú.

Jajaja, qué suerte, hermano.

Raudo, emprendió marcha hacia la cocina. Él acostumbra a servirse sus propias porciones, aunque noté que también estaba vertiendo sopa en mi plato.

La mesa está puesta, hermanoLe mencioné, calmo.

Genial, porque esta sopa no puede tener mejor aspecto.

Sonreí, y tomé asiento. En un par de segundos, trajo ambos platos.

Hvien tomó la cuchara, y comenzó a tomar de la sopa con extremo ahínco. Lastimosamente, no sabe qué es lo que le depara.

Cuando quedaba poco menos de un cuarto de sopa, sus movimientos se tornaron erráticos. Lo último que pudo hacer en su afán de sostener la mesa para evitar una caída, fue observarme con extremo espanto.

¡Hermano, no comas! ¡Hay algo en esta sopa!Mencionó justo antes de derrumbarse.

Lo sé, hermano. Sé perfectamente qué hay en esta sopa.

Arrepentido y cabizbajo, empecé a llorar a cántaros.

Oh, hermano, Hvien. Créeme que no quise hacer esto, pero nuestra gente merece un mejor gobernante. Tus ansias de convertirte en el Jefe del Sexto Distrito jamás cederían a la realidad.

Tomé la cuchara, y empecé a sorber.

Sé perfectamente qué hay en esta sopa, pero la extrema culpa no me permitirá vivir sin retribuir el acto que acabo de cometer.

Tomé un par de sorbos más, hasta que mi cuerpo comenzó a debilitarse. Finalicé cuando mis ojos no apreciaban más que negro, una vasta y pacífica nada.

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