Mi Historia 2

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Arreglé mis pertenencias para irme al día siguiente, no es que fuera la primera vez que tenía que abandonarte por tu bien y felicidad, pero lo cierto es que no sabía cómo actuar, nunca antes habías sido un hombre, y ni siquiera me atreví a despedirme por el miedo a que, como otras veces me arrepintiera y terminara dedicando el resto de esa vida a esperarte, pero sin ninguna esperanza.

Salí en la madrugada, para avanzar con mi grupo de asistentes lo más temprano posible antes de que el calor del día fuera demasiado intenso y tuviéramos que detenernos en algún lugar inseguro. Me subí a mi caballo mirando el horizonte, tratando de pensar en las aventuras que me esperaban allí donde fuera, cuando escuché tu voz.

—¡Espera! ¡No te vayas!

Me giré en el caballo y te vi aparecer entre las casas y te acercaste corriendo.

—No te vayas —rogaste sin aliento mirándome hacia arriba.

—Debo irme —dije sonriendo con tristeza—. No tienes lo que venía a buscar.

—¿Qué es lo que no tengo? —preguntaste preocupado—. He estudiado hasta el cansancio, he trabajado hasta el agotamiento, me hice fuerte y más inteligente, e incluso le di a los niños de esta ciudad lo que me diste a mí. ¿Y aún así no tengo lo que buscas? —dijiste lleno de tristeza con la voz quebrada mientras una lágrima solitaria recorría tu mejilla.

Podría haber pensado que sólo era una cuestión de orgullo por no haber sido escogido lo que te movía en ese momento, lo que producía esa lágrima húmeda sobre tu piel, pero si te conocía en algo, si a pesar de todas las diferencias que he observado en ti en cada una de tus existencias en esta tierra, hay algo que nunca ha cambiado, es tu sinceridad y tu pasión. Por ello supe de inmediato que llorabas por mí y no por ti.

—Yo... —balbuceé.

—¡Déjame ir contigo! —dijiste exaltado.

—¿Estás seguro? Dejarías a tu madre y a...

—Mi madre se volvió a casar y está feliz —me interrumpiste con la emoción a flor de piel—. Seguro le pondrá aún más feliz que yo haga lo que me hace feliz también.

—¿Y dejarías a tu novia por irte conmigo?

—No tengo novia. Yo... —te pusiste rojo y no dijiste nada más.

Me bajé del caballo, y me paré frente a ti. Eras unos centímetros más alto que yo para ese entonces y creo que fue la primera vez, y única en todas tus existencias hasta ahora, que me sentí así, pues verte como un hombre... era sin duda algo nuevo y atemorizante. Aunque debo admitir, que el deseo era el mismo que siempre he sentido por ti. Tu cuerpo siempre había sido más delicado que el mío, incluso cuando fuiste una poderosa guerrera llena de coraje y vitalidad, pero entonces te estaba mirando en ese cuerpo, musculoso, fuerte, varonil, lleno de tanta energía masculina que abrumaba. La diferencia me pareció tan abismal que creí que no podría reconocer si estabas listo, pero tu mirada fue elocuente, pues era la misma con la que te miraba yo.

Di la orden de descargar y volvimos a mi casa. Luego de algunas horas, mi casa estaba llena de paquetes cerrados con mis cosas dentro, así que tuvimos que usar esas mismas cosas empaquetadas para sentarnos y conversar..."

—¿Estás seguro que sólo conversamos? —interrumpió mi historia, coqueta, acariciando con su muslo desnudo mis partes íntimas.

—Sí —respondí nervioso mientras ella reía con ese sonido que tanto me gustaba—. Al menos las primeras horas de la mañana...

—Continúa... —ordenó dejándome tranquilo y acomodándose serena a mi lado.

"Mientras hablábamos y me quedaba cada vez más claro que lo que tenía que pasar entre nosotros era inevitable, me imaginaba cómo sería estar con un hombre. No me había siquiera atrevido a planteármelo antes, pues temía que después no pudiera sacarme de la cabeza esa idea si me gustaba mucho, pero ya que no había impedimentos, la verdad es que cada vez me parecía más atractivo, grotesco, placentero, chocante, interesante, absurdo y tremendamente deseable la perspectiva de estar contigo.

Cuando fuiste un HombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora