—¡Y Shoko me dijo que las hormigas se volverían gigantes si las metíamos en la piscina! Pero me mintió —bufó Satoru, cruzándose de brazos. Suguru río.
—Seguro Shoko tampoco tenía idea de que las hormigas no iban a crecer si se arrojaban a la piscina —artículo Suguru, con la vista fija en la carretera.
—Shoko siempre me miente... pero la amo... es mi mejor amiga —empezó a balbucear el albino, soltando pequeñas risas—. Pero, Suguru... no te pongas celoso. Yo también te amo a ti.
Suguru no dijo nada, pues su vergüenza no le dejaba.
—Es ahora cuando me dices que tú también me amas, Sugu —le recordó Satoru, sonriendo ampliamente, pero sin mostrar sus dientes. Ante aquella mirada de cachorro, Suguru simplemente no pudo negarse.
—También te amo, Toru —murmuró, sonriendo ruborizado.
Satoru se calló en ese momento y los que siguieron después y Suguru lo agradecía, pues no quería tener que morir de la vergüenza por otras cosas que se le pudiesen salir a Satoru en ese estado de ebriedad, donde parecía no tener filtro alguno a la hora de hablar.
Un par de minutos después, ambos estaban frente a la casa de Suguru, quien hace tan solo un par de meses vivía solo con su hermano menor, Damian, quien le había recibido con los brazos abiertos cuando volvió del intercambio estudiantil.
Salió del auto, pensando que tendría que abrirle la puerta a Satoru y llevarlo él mismo hasta el interior de la casa, pero se sorprendió en cuanto el mayor abrió la puerta y salió por su cuenta, caminando entre tropezones hasta la entrada.
Suguru le siguió rápidamente, posicionándose a su lado.
—¡Mami! —gritó Satoru, deteniéndose unos metros antes de llegar a la puerta.
—Tu madre no se encuentra aquí, esta es mi casa —le hizo saber Suguru, parándose frente a Satoru, quien le miró con el ceño fruncido y un puchero.
—¿Por qué me trajiste a tu casa, Suguru? —preguntó Satoru, enarcando una ceja.
—No tenías dónde dormir. Yo me ofrecí a darte hospitalidad porque sé que mi hermano no pasará aquí la noche, además, a él no le molestará —le explicó Suguru, esperando que Satoru le entendiese. Este sonrió.
—Si querías que durmiera contigo no tenías que inventar una excusa —Satoru hipó—. Yo hubiese venido... si era contigo... sin importar nada...Suguru sintió calientes sus orejas.
—No, Satoru... yo... y-yo...
Satoru abrazó a Suguru acercando en demasía su rostro al del menor.
—Silencio, Suguru. Despertarás a mi mamá... —susurró Satoru, mirando fijamente a los labios de Suguru, quien empezó a entrar en pánico de inmediato. ¿Y si Satoru lo besaba? ¿Qué se supone que debería hacer si Satoru lo besa? ¿Apartarlo? ¿Y si se sentía rechazado?Pero no tuvo tiempo de pensar mucho más, pues Satoru le besó en la nariz y se apartó, tambaleándose hasta la puerta, donde empezó a golpear aparatosamente, sin cuidado alguno. Suguru tuvo que respirar más de tres veces, contando hasta diez.
Suguru caminó hasta él y lo apartó levemente de la puerta, dándole tiempo para mirarlo con una sonrisa boba y abrazarlo por la espalda, trepándose en su cuerpo como un pequeño koala.
El menor sonrió y abrió la puerta, luchando por no caer hacia atrás y herir a Satoru. Cerró la puerta de su hogar una vez ambos estuvieron dentro. Satoru enredó sus brazos en el cuello de Suguru y apoyó su mejilla en el hombro del menor, suspirando pesadamente.
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FALOFILIA - Satosugu/Sugusato
Romance"Dónde diecisiete centímetros no son suficiente para Satoru." -Esta historia no me pertenece -Adaptación Creditos a su respectivo autor