Capítulo 2

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Nota: Feliz año nuevo a mi querida Mapi, te extraño muchio, y no sé si podré estos dos meses que quedan pero espero que sepas que te amo mucho y te necesito. Te quiero a ti. No te vayas.

Mis párpados se separaron, revelando la persistente luz de la lámpara que pendía sobre mí. Me enfrenté a la incertidumbre de si el nuevo día ya había llegado. Sin ventanas para guiarme con la luz natural. El hambre retumbaba en mi estómago cuando me levanté de la cama, aún sin saber donde se ubicaba la cocina o la sala. Mis pasos, impulsados por la necesidad, me llevaron hacia el único punto de referencia conocido: la habitación de Zoe. La puerta estaba entreabierta, asomé mi ojo con cautela, buscando señales de actividad.

— Zoe, ¿puedo entrar? — susurré con delicadeza.

La voz de Zoe, con un deje de sorpresa, respondió desde el interior.

— Scottie, ¿eres tú?

— Sí. ¿Puedo entrar? — pregunté.

— Entra y cierra la puerta. — concedió ella.

Ella estaba sentada en su cama acostada hacia la pared. Me senté al lado suyo y ocultó disimuladamente lo que estaba escribiendo. Aunque que lo noté, no le quise preguntar.

— ¿Qué haces despierto tan temprano? — me soltó con una sonrisa burlona.

— ¿Qué haces tú tan temprano despierta? — respondí con un toque de sarcasmo.

— No podía dormir. ¿Y tú?

— Ah, estaba teniendo una profunda reflexión filosófica sobre la importancia de los calcetines desparejados en la vida.

— ¿En serio?

— No, en realidad estaba tratando de encontrar la cocina. Tengo un hambre que ni te imaginas. — respondí con una sonrisa.

Intenté inyectar algo de humor en la conversación, pero mi intento se vio eclipsado por la sorpresa al notar los cortes en sus antebrazos. Algunos eran más antiguos, pero otros parecían frescos. Un incómodo silencio flotó en el aire mientras mi mente intentaba procesar eso. ¿Por qué los tenía? ¿Se los hizo ella misma?

— Zoe, ¿estás bien? — pregunté con cautela, mostrando una preocupación genuina en mi voz.

— Estoy bien, Scottie. No te preocupes. — respondió con una sonrisa forzada, como queriendo restar importancia a lo evidente.

Mis pensamientos se enredaban, buscando respuestas en un silencio incómodo.

— No pareces bien... — murmuré finalmente.

— Son solo cosas de la vida. No te preocupes, de verdad. — insistió ella.

Decidí no presionar más en ese momento y cambié el tono de la conversación.

— Entonces, ¿dónde está la cocina? Tengo un hambre que podría hasta devorarte a ti. — dije mientras sonreía y la miraba a sus ojos que me dejaban fascinados.

Zoe rió levemente, agradecida por el cambio de tema, y me guió hacia la cocina. Mientras bajábamos al segundo piso, intenté apartar de mi mente la imagen de los cortes en sus antebrazos, pero la preocupación persistía como una sombra.

— No puedo creer que te perdiste en esta "megaciudad" — bromeó Zoe mientras caminábamos hacia la cocina.

— Bueno, es que estoy acostumbrado a ciudades más pequeñas, donde no necesitas un mapa para encontrar la nevera. — respondí con una risa, tratando de mantener un tono ligero. Mientras que los demás dormían.

La cocina era un caos organizado, con utensilios de cocina, alimentos y recipientes por doquier.

— Por cierto, ¿qué estabas escribiendo esta mañana? — pregunté, tratando de cambiar el enfoque de la conversación.

Antes de despertar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora