Capítulo 4

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Me levanté de la cama y noté que Zoe aún dormía plácidamente, parecía una niña pequeña entregada al mundo de los sueños. Sin un reloj a la vista, me asomé por la ventana y vi que los primeros rayos de sol ya iluminaban la ciudad.

Dejé a Zoe descansar un poco más y aproveché para explorar la habitación en la que habíamos pasado la noche. Las almohadas desordenadas yacían en el piso como vestigios de nuestra épica batalla nocturna, y una ligera risa escapó de mis labios al recordar los momentos compartidos.

Mientras tanto, el sonido de la ciudad despertando comenzó a filtrarse por la ventana. Decidí que era hora de despertar a Zoe para devolvernos a nuestra guarida. Me acerqué a su lado y, con suavidad, le toqué el hombro.

— Zoe, es hora de levantarse. Los malos ya se fueron y tenemos que volver. — le susurré, tratando de no interrumpir sus sueños demasiado bruscamente.

Zoe bostezó y abrió lentamente los ojos, mirándome con una expresión soñolienta.

— ¿Ya amaneció? ¿Qué hora es? — preguntó, frotándose los ojos.

— No tengo idea de la hora exacta, pero el sol ya salió. Vamos, prepárate. — le propuse con entusiasmo.

Zoe se resistía a abandonar las cálidas sábanas, y mi intento de iniciar el día con una dosis de humor matutino no había sido bien recibido. Su expresión de molestia era evidente cuando le lancé suave pero certeramente una almohada.

— ¡Hey, eso no se hace! — exclamó, recogiendo la almohada del suelo con determinación.

— Solo estaba tratando de poner un poco de emoción en tu mañana. Una batalla de almohadas es el mejor antídoto para el mal humor matutino. — sugerí, tratando de disolver la tensión con una sonrisa.

Zoe me miró con ceño fruncido, pero después de unos segundos, sus labios cedieron ante la risa.

— Eres un caso perdido, Scottie, pero supongo que es por eso que te soporto. — dijo, lanzándome una mirada juguetona mientras recogía otra almohada.

Y así, entre risas y almohadas, logré que Zoe abandonara la cama con una actitud menos seria.

— Sabes a dónde queda nuestra casa, ¿verdad? — preguntó Zoe con una expresión dudosa.

— Bueno, más o menos... Sé que por aquí lejos o cerca está nuestro refugio secreto. — respondí, tratando de sonar convincente.

Zoe rió suavemente.

— Vale, confiaré en tu sentido de orientación. Pero si nos perdemos, la responsabilidad es tuya.

— Entendido, capitana. — dije, saliendo de la habitación con energías.

Caminamos juntos por las calles, hasta llegar de nuevo al centro de la cuidad repleta de rascacielos.

— Scottie, ¿alguna vez has sentido miedo de algo? — preguntó Zoe de repente.

— Perderte a ti, eso me daría un miedo que ni siquiera las sombras de la noche podrían igualar.

Zoe sonrió, y con un suave golpecito en mi hombro, comentó:

— Tienes un modo muy peculiar de hacer que todo suene romántico, Scottie.

— ¿Qué puedo decir? Soy un romántico en potencia, especialmente bajo las estrellas. — bromeé, tratando de revelar sutilmente mi aprecio por ella.

Mientras caminábamos, Zoe comentó con un brillo en los ojos:

— Creo que las estrellas nos observan y se ríen de nuestras locuras.

Antes de despertar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora