Tarde

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Se levantó molesto al sentir la luz del sol directamente sobre su rostro, impidiéndole continuar con su sueño. Al intentar incorporarse, notó que no estaba solo en la cama. Al mirar de reojo, descubrió a una chica de abundante cabellera rubia durmiendo a su lado. Esto ya era una escena común en su vida; salía a bares, bebía demasiado y terminaba con cualquier chica rubia que se cruzara en su camino.

Pero ahora las cosas eran diferentes. Lo que antes le resultaba indiferente, ahora le importaba más de lo que estaba dispuesto a admitir la extrañaba a su Fideito. Ahora se dejaba llevar por las circunstancias, metiendo en su cama a cualquier rubia que encontraba, convenciéndose de que las morochas solo le recordaban a ella. Sin embargo, al cerrar los ojos, la imagen de ella seguía presente: su olor, la suavidad de su piel, su cabellera sedosa y esos ojos marrones que lo volvían loco de amor.

Ahora se daba cuenta de cuánto la extrañaba y la necesitaba. A pesar de que la tachaba de molesta y niña mimada, entendía que ella era única. Había desaprovechado la oportunidad de ser feliz a su lado, todo por decisiones impulsivas y estúpidas. Ahora lamentaba haberla perdido para siempre.

Ella sabía quién era él, de dónde venía, qué sentía y pensaba. Era la única que lo defendía a pesar de todo. Su "flaquita" se fue, harta de decepciones, después de tantos rechazos se rindió, dejándolo con un corazón a medio camino. Agradecía a su flaquita por estar a su lado y abrirle los ojos más de una vez, le agradecía por haberle enseñado el camino a seguir, por ser su brújula, su guía. Se había portado muy mal con ella y sin embargo siempre estuvo a su lado.

Ella pensó que no era suficiente para él, como pudo creer ella en eso, cuando él no era lo suficiente para ella, ella era demasiado para alguien como el. Su flaquita era lo mejor que tenia en su vida y el se dio cuenta demasiado tarde. Si solo lo hubiera sabido antes, él nunca hubiera permitido que se alejará y se fuera de su lado.

Sabia que ya todo estaba decidido y no soportaba perderla, la realidad era que el la necesitaba mas que ella a el. Por ella era mejor persona, siempre quiso que se sintiera orgullosa de él y olvidara su pasado.

Aun podía sentir su manos pequeñas entre las de él, esa sensación que le causaba de estar protegiéndola de cualquier cosa, ser su súper héroe como una vez ella le dijo que lo era. Aún recordaba la mirada triste de ella diciéndole que ya no quería estar con el.

En estos años nunca había logrado olvidarse de ella, su recuerdo aun estaban muy presente, muchas cosas se la recordaban.

Lo peor es cada vez que preguntaba por ella todos le decían que era mejor así, que lejos estaban mejor y que ella se encontraba bien. El quería saber que era lo qué hacia, como estaba, si estaba con alguien, si era feliz, si alguien ocupa su lugar y se volvía loco de celos al contemplar la posibilidad de que ella estuviera con alguien y entonces las imágenes de alguien compartiendo sonrisas, besándola, tocándola y compartiendo su cama le hacían revolución a su estomago.

Al observar su reflejo en el espejo, se detuvo, notando cómo su figura se veía más delgada y sus ojos reflejaban el cansancio. Imaginó la reacción de ella al verlo en ese estado: un grito en el cielo, seguido de consejos sobre la importancia de alimentarse mejor y críticas a su elección de ropa. Ella siempre había sido franca con sus opiniones, especialmente cuando se trataba de su bienestar.

Echó un vistazo a su vida, una rutina marcada por la monotonía, siempre la misma secuencia de eventos. Le parecía irónico recordar cómo a su "flaquita" le encantaba la idea de que combinaran en todo, desde la elección de la ropa hasta las actividades diarias. Para ella, era una manera de mantener viva la pasión en la pareja, una forma de resistir la embestida de la rutina. Le resultaba cómico que, según ella, esta sincronización evitaba que se perdiera la chispa del amor. Ahora, él se daba cuenta de lo valiosa que era esa pasión compartida. La imagen de ese cuerpecito, al que estaba locamente enamorado, le hacía anhelar esos momentos de conexión y complicidad que solo ella lograba traer a su vida.

La nostalgia por la vitalidad que antes compartían se apoderaba de él. Suspiró al reflexionar sobre cómo la rutina había erosionado esa pasión que tanto valoraban juntos. La lección que le dejaba su "flaquita" resonaba más fuerte ahora: no dar por sentada la magia de lo cotidiano, esforzarse por mantener viva la llama del amor incluso en medio de la rutina diaria.

Se quedó allí, frente al espejo, contemplando la imagen de un hombre que, aunque flaco y ojeroso, llevaba consigo el peso de los recuerdos compartidos con esa persona especial. La promesa silenciosa de cambiar, de buscar esa pasión perdida, se reflejaba en sus ojos cansados pero decididos.

Aún rememoraba vívidamente la última vez que la vio. Se había infiltrado sigilosamente en el hospital aquella noche, pasando desapercibido entre sombras y susurros de pasillos. Con determinación, alcanzó su cuarto y la encontró allí, acostada con Nerdito descansando en su pecho. La visión de ella en ese estado, tan frágil y diminuta, dejó una impresión imborrable en su memoria.

En ese momento, habría deseado poseer una cámara fotográfica para capturar esa imagen, para guardarla como un tesoro en el rincón más profundo de su corazón. Ella irradiaba una serenidad y belleza extraordinaria, especialmente con la maternidad destacando esa nueva faceta suya. Era evidente que la maternidad le sentaba de maravilla, dotándola de una gracia que lo dejaba atónito.

Incómodo por la necesidad de despedirse, la contempló en la penumbra de la habitación. La ternura que emanaba de su figura le hizo desear arrepentirse de todo, de rodillas y con el corazón en la mano. Si solo hubiera tenido el valor de despertarla, de pedirle perdón con humildad, de rogarle que no lo dejara solo. En ese momento, entendió que ese simple acto de valentía podría haber alterado el curso de sus vidas de manera irrevocable. La obscuridad de la noche envolvía sus pensamientos, y la resignación a no haber actuado persistía como una sombra.

Era demasiado tarde para pedir disculpas, era demasiado tarde para regresar al pasado y era demasiado tarde para solucionar las cosas, era demasiado tarde para ir a buscarla porque él fue el que la dejo marchar cobardemente.

Si Franca lo viera, estaría sumamente decepcionada de lo que se había convertido. Un pobre tipo conformista que se rindió y no luchó por recuperar su amor. Seguramente le diría que ella no lo educó así, que lo preparó para ser un hombre, que quería grandes cosas para él, no un hombre que se refugiaba en el trabajo para no luchar por lo que en verdad le importaba. Cobarde, eso era lo que era y si Franca estuviera aun con vida no dudaría ni un segundo en reprochárselo diciéndoselo a la cara. 

Ojalá pudiera viajar en el tiempo de nuevo y poder cambiar las cosas, lastimosamente Tictac les había advertido que no podrían volver hacerlo y que solo algunos tienen ese don para poder seguir viajando en el tiempo.

Se arrepentía de no besarla lo suficiente, de no amarla como se merecía. Maldita sea esa noche, la única en la que fue completamente suya, donde ella se entregó y le dio la mejor noche de toda su vida. Ahora que no la tenía, sentía cómo su pecho se oprimía con cada paso que daba, con cada cara que veía y que no era la de ella. Si no la encontraba, si la perdía, se moriría si no la volvía a ver.

Sin ella él no era nada...

Sin ella él no existía...

Adios NegriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora