03: be my mistake

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— Te has estado atrasando, Hamilton. — Observó Henry, contando su paga.

— Señor Laurens, si me permite- ¿No cree que he pagado lo suficiente?

— No dinero, no John.

— Ya le he entregado casi 1000 dólares desde que esto empezó-

No dinero, no John.

Alexander suspiró, y salió del hogar de los Laurens. Como cada trimestre.

 Como cada trimestre

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Verano.

Su Betsey no tenía sospecha alguna.

De nuevo, al volver la familia Hamilton, Alexander y John debían verse en el hogar de este último.

Hamilton le echó un vistazo al durmiente Laurens a su lado. Sin adornos, despojado de sus prendas. Expuesto.

2 años desde que John apareció indefenso frente a la puerta de su casa.

¿Valía la pena?

¿Valía la pena arriesgar su matrimonio por la avivada euforia que le transmite su amante?

Si esto se diera a saber, ¿Sería su legado marcado irremediablemente?

Constantemente se preguntaba si era sensato seguir aferrándose a un amorío que comenzó hace más de diez años.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por las pisadas de Henry. Alexander se levantó de la cama a reunir sus prendas, y sacudió a su John.

— Jack. Despierta, Jack. Ya llegó tu padre.

John bostezó y comenzó a vestirse, a la par de Alexander.

— Deberías irte. — John le recordó.

Alexander suspiró y se levantó. - Sabes que si pudiera quedarme...

— No te quedes. Elizabeth te debe estar esperando.

— ¿Hice algo mal? Estás actuando bastante desagradable.

— Si, me despertaste de mi siesta. Mi padre querrá hablar contigo, supongo. Te veo mañana. — John le dió un rápido beso y se retiró a la sala de estar.

Henry entró a la habitación, mirando seriamente a Alexander. — Agradezco que esta vez tengan la decencia de estar vestidos cuando llego yo. Siento la necesidad de recordarles que la casa me pertenece a mi, no a John.

— Lo entiendo, Señor Laurens. Aún lamento lo ocurrido la vez anterior. Gracias por... John, supongo. — Hizo una pequeña reverencia.

— Deberías irte, muchacho. A tu mujer no le parecería agradable que estés fuera a altas horas de la noche.

Alexander cedió y se marchó del domicilio.

En su propia morada, con su esposa apolando a su lado, Hamilton se perdía en una entelequia, con su seráfico amado como protagonista.

Cuando los brazos de Elizabeth rodearon su cuerpo, sus sueños se disiparon y la culpa comenzó a crecer.

Su Betsey. Su ángel, ingenua ante la traición de Alexander.

Los niños dormían en las otras habitaciones. Podía imaginar la expresión en sus rostros si tuvieran tan solo una pista de su romance.

Se sentía tan estúpido, dejándose llevar por un amor de guerra.

"Ya somos adultos, John, supéralo," Le gustaría decir, sabiendo lo hipócrita que se escucharía.

Estaría encantado de poder evitar ser consumido por el deseo y la pasión cada vez que veía a su Laurens. De poder decirle que no.

Decidido a sacar a John de su mente, al menos por unas horas, Alexander giró en la cama y acarició el cabello de su Elizabeth, dejándose caer en los brazos de Morfeo.

the laurens pamphlet; lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora