Prefacio

178 22 0
                                    

El Dios de las mentiras vio cómo la valquiria Brunhilde rechazaba su ayuda y se iba, si seguía así, la perdería de nuevo.

¡No!

No podía volver a aferrarse a su cuerpo frío, la necesitaba, necesitaba que fuera ella.

Ella.

Con un aire melancólico fue a su habitación privada, caminó por ahí hasta a ella, bellamente sentada enfrente de una mesita, comenzó a cepillarle el cabello cuando ese sentimiento lo volvió a abrumar.

No, verdaderamente no podía perderla de nuevo.

-Siempre he estado enamorado de ti  -susurró y abrazó la muñeca que por tantos años armó cuidadosamente.

Cada detalle que estaba grabado en su memoria, estaba plasmado en la muñeca, su cabello azabache, su rostro nihilista y aquellos ojos azules.

Sí, azules, no verdes como Brunhilde.

Ante Loki no había diferencia entre ellas ya, hace mucho había terminado por ignorarlas a propósito, fue lo único que le permitió seguir sin caer en la locura cuando tuvo su cadaver en las manos.

-Tienes una hermana de lo más demente, Brunhelle -dijo él y miró el reflejo de ambos frente al espejo-. Hace de todo para ayudar a los humanos... Igual que tú, esa misericordia tan absurda que nos separó... -acarició la mejilla de porcelana-. Si tú estuvieras aquí, ya me habría fugado contigo. No habría permitido que hicieras ningun lazo divino con un humano. Tú eras mía y volverás a serlo -sentenció.

¿Quién lo diría? El Dios de las mentiras pasó años engañándose a sí mismo, era una ironía que resultaba casi poética.

Hace muchos años, en los alrededores de Asgard hubo una recluta para la nueva generación de valquirias, todos las familias debían de presentar a sus hijas y, contrario a lo que todos creían, el rey Budli no presentó a una hija, sino a dos: Brunhilde, que más tarde se volvería la causante del Ragnarok, y Brunhelle, quien sería uno de los motivos de Brunhilde para odiar tanto a los dioses.

Ambas hermanas eran idénticas a pesar de no ser gemelas, había una diferencia de tres años entre ambas, sin embargo, esta no era evidente ahora que Brunhilde tenía dieciocho y Brunhelle quince.

Ellas partieron al entrenamiento en el palacio de Asgard y aún cuando eran guerreras de élite, solo Brunhilde fue aceptada en ese momento por ser mayor que Brunhelle, a ella le pidieron volver cuando tuviera dieciocho años, pues no querían que una niña pudiera morir en las peligrosas batallas a las que se enfrentaban las valquirias con mucha regularidad.

Desafortunadamente para Brunhelle, apenas ellas habían partido al entrenamiento de seis meses en el palacio, su familia fue asesinada, dejando en el abandono a Brunhelle, de no ser porque la familia de cierto caballero del palacio del Valhalla la acogió.

Aquel caballero estaba pasando una temporada con su familia, luego de ser herido en un combate, aún así reconoció a la chica como una de las candidatas a valquiria que estuvo en la prueba, así que le encomendó a su familia cuidarla y mandarla en tres años al palacio.

Ese caballero era conocido como Sigfried, y tendría mucha relevancia en la historia poco después, por ahora lo que resulta pertinente saber es que, cuando le comunicó a la hermana de Brunhelle lo sucedido y que su familia se haría cargo de ella, es que entre ellos tres nacerían lazos inquebrantables.

Fue bien sabido que Brunhilde se enamoró perdidamente de Sigfried y para Brunhelle, era su héroe, lo veía como un hermano mayor y estaba encantada con la noticia de que su hermana y él estaban enamorados.

Desafortunadamente el nombre de Brunhelle sería borrado de los registros de Asgard luego de que el destino les jugara una mala pasada a esas tres personas y a un dios más.

Y todo por un terrible malentendido.

La mentira del DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora