epílogo.

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Gyuvin mantenía su mejilla apoyada contra la palma de su mano, su brazo apoyándose sobre la mesa y mirando hacia el frente.

Zhang y Sung no habían dejado de mimarse desde que habían llegado al restaurante, una salida normal de amigos se había convertido en una especie de cita, en la cual obviamente él no estaba invitado.

Resopló aburrido y con un puchero en los labios cuando miró a Hanbin susurrarle unas cuantas cosas al mayor, recibiendo una risita por parte de éste.

Se sentía apartado mientras el Haobin estaba en su propio mundo de estrellitas de colores y corazoncitos empalagosos de distintos tamaños a su alrededor.

—Sinceramente no recuerdo que fueran tan cariñosos —refunfuñó en voz baja para él mismo—. A veces me arrepiento de haberlos ayudado —suspiró una vez más. La verdad era que no, estaba más que feliz por sus amigos pero se sentía un poco excluido.

Una fugaz mirada al mesero hizo que de repente no se sintiera tan miserable ahí.

Un chico de cabello negro y hombros anchos capturó su atención, éste iba dejando la comida en las mesas y se retiraba a la cocina para ir a recoger más.

Sonrió y es sólo entonces cuando decidió interrumpir a los dos enamorados.

—¡Chicos! ¿Ordenamos ya? Muero de hambre —frotó su estómago para aclararlo más.

Zhang Hao separó sus labios de la comisura del peligris y sonrió avergonzado.

—Claro, ¿qué quieres, Bing Bing? —acarició la mejilla del menor.

Hanbin giró la cabeza para besarle la mano y enseñarle su cuadrada sonrisa.

—Pasta, ¿tú quieres eso?

—Sí quiero, ¿entonces podemos pedirlo? —lo abrazó por el cuello aprovechando la cercanía.

—Claro que sí —acarició los castaños cabellos con cariño.

Gyuvin rodó los ojos cuando miró a ambos sonreírse mutuamente. Amaba a sus amigos pero a veces eran increíblemente cursis.

Se acomodó mejor en la silla cuando miró al apuesto mesero acercarse hacia ellos con la intención de tomarles la orden, suspiró nervioso y se peinó rápidamente el cabello.

—¡Hola! Bienvenidos, ¿desean pedir su orden ahora?

Gyuvin sonrió sintiendo sus mejillas enrojecer.

—Sí, lo haré por ellos, no te preocupes —añadió cuando vio al mesero mirar en dirección a sus cariñosos amigos, los cuales seguían en su sesión de mimos.

—De acuerdo —el chico preparó su libreta y se acercó más a la altura de Gyuvin.

Con la cercanía, Gyuvin pudo oler perfectamente el perfume que el chico traía puesto. Era como un toque de coco con algo de vainilla.

Pensó seriamente en lo quería hacer. Claro que él quería conseguir el nombre y el número de aquel mesero frente a él, pero de igual manera se arriesgaba a que aquel chico lo rechazará.

—¿Podría pedir tres platos de salmón y pasta? —el chico azabache asintió escribiendo sobre las líneas de su libreta.

Gyuvin se sintió algo decepcionado al notar que el mesero no le dirigía ni la más mínima mirada.

—Lo traigo enseguida —dicho eso, se alejó de la mesa con algo de prisa.

Gyuvin puchereó mientras cruzaba los brazos y se dejaba resbalar un poco en la silla. ¿En serio tenía tanta mala suerte?

Cuando el chico azabache depositó la comida sobre su mesa, un acto inesperado fue lo que hizo a Gyuvin casi derramar su bebida sobre el bonito mantel.

Claro que reconocía esa hoja y esa letra.

¡El mesero había escrito su nombre y su número para él!

Sonrió cuando vio el nombre Ricky y un par de halagos para su persona. No pudo evitar sonrojarse cuando leyó que se veía realmente lindo y tierno para el mesero.

Tal parece que Zhang Hao y Hanbin sólo habían salido un momento de su burbuja para mirarlo interrogantemente y con un par de jadeos. sorpresivos al ver aquella nota.

—Nuestro Gyuvin ya se está alocando —bromeó Hanbin, recibiendo un codazo con poca fuerza de parte del mayor.

—No son los únicos con encantos —les sonrió a ambos para comenzar a comer.

Supo que desde la otra parte del restaurante, un chico azabache le observaba con total ternura e interés.

no kidding, i miss you ♡ haobinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora