• 18: Asuntos inesperados •

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Wooyoung terminó de secarse el cabello y se colgó la toalla alrededor de su cuello, bajando las escaleras con agilidad. Había dormido tanto tiempo que cuando abrió los ojos esa mañana, ni siquiera tenía consciencia de dónde se encontraba. Y luego se había metido en la ducha y se había quedado más de cuarenta minutos bajo el agua e incluso cuando los dolores todavía le presionaban el puto cerebro, se sentía mejor, como si se hubiese quitado muchas cargas de encima.

Se acomodó la camiseta sin mangas y se quedó en el primer peldaño, dando una ojeada hacia el comedor para luego girarse hacia la cocina, sorprendiéndose al encontrar a su madre frente a San, dándole golpecitos en la cabeza y sonriéndole.

¿Qué diablos?

Pareció decirle unas palabras más y el muchacho asintió muchas veces, riendo con calma. Después, la mujer salió con el bolso en mano hacia la sala, encontrándose con él y torciendo el gesto.

— Buenas tardes, Wooyoung – farfulló con sequedad, saliendo de la casa con rapidez como si no lo hubiese visto - Hablamos luego.

La ignoró y se quitó la toalla del cuello antes de disponerse a caminar hacia la cocina, encontrando a San de espaldas junto a la mesa cortando manzanas y fresas con delicadeza. Una cansada sonrisa se apoderó de sus labios y sin pensarlo más, le rodeó la cintura con ambos brazos, atrayéndolo hacia su cuerpo mientras el muchacho se sobresaltaba y soltaba lo que tenía en las manos, girándose rápidamente.

— ¿Qué quiere mi madre? – cuestionó y sus ojos se encontraron durante un breve segundo.

San se encogió y empezó a reírse mientras su delicado rostro se iluminaba y ruborizaba al verlo.

— Wooyoung, me asustaste – susurró, entrecerrando los ojos y siguiendo con sus risas – Solo quería preguntar cómo estaba y cómo me está yendo en la casa…

Wooyoung cerró sus manos alrededor de su cintura con firmeza sin dejar de mirarlo con la media sonrisa en su boca. Su cuerpo era suave y blando. Solo el hecho de observarlo le enviaba pinchazos a toda su jodida cabeza, aunque de todos modos, intentaba no pensar en eso. No ahora.

— ¿Preguntar cómo te está yendo en la casa? – alargó su mano y tomó uno de los trozos de manzanas y se lo metió a la boca - ¿Y desde cuándo acá tiene interés en eso?

— También quería saber sobre mis estudios. Si he comenzado la universidad y en qué año me he quedado…

— ¿Y a qué se supone que viene eso?

Movió su mano hasta su rostro y le sostuvo de la barbilla, presionándole un poco con el dedo pulgar al tiempo que su dedo índice viajaba por las líneas de su mandíbula. Lo observó encogerse más y sonreír, intentando arreglarse el cabello.

— No lo sé, me ha dicho que puedo seguir estudiando y que averiguará si hay alguna forma de que estudie en las noches o algo así.

— Se está volviendo loca – lo cortó con sequedad y tomó cuatro trozos de manzanas más, masticándolos enseguida – Loca y vieja.

— No digas eso, Woonie, tu madre es una persona muy buena y amable... ¡No te comas todas las manzanas, son para el almuerzo! Si quieres, solo dime y te corto muchas otras aparte.

Observó que el menor daba un paso hacia atrás con intención de moverse, así que le sostuvo de los brazos con cuidado y le mordió una mejilla, reafirmando el tosco agarre en su cintura mientras atraía su cuerpo más cerca al suyo.

— ¿Buena y amable? – preguntó contra su oído, separándose para mirarlo a los ojos de nuevo - No, ahora tú eres el que se está volviendo loco.

Se metió tres trozos de manzana más a la boca y miró cómo su empleado empezaba a reír de nuevo, suspirando con una especie de alegría hasta que sus ojos se fijaron en la enorme herida que cortaba la palma de su mano y su semblante cambiaba al instante.

𝐈𝐧𝐨𝐜𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐏𝐚𝐬𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥 - [𝚆𝚘𝚘𝚂𝚊𝚗-𝙰𝚃𝙴𝙴𝚉]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora