one shot

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Mi madrastra, Luna, se mudó hace unas pocas semanas con nosotros. Desde el día que la ví por primera vez quedé enamorada de su bello cuerpo. Era una belleza madura, con un cuerpo cultivado en el gimnasio. Verla caminar era hipnotizante, sus pechos y trasero rebotaban con cada paso. Pero había algo en ella. Algo que me hacía desconfiar de ella. Quizás era su mirada misteriosa y sensual, o quizás el hecho de que apareció de la nada. Mi instinto me decía que tuviera cuidado. Unos días después de empezar a vivir con nosotras. Noté que me miraba coqueta. No sabía cómo sentirme, Enojada, incómoda o excitada.

Fue hasta hace un par de días de descubrí su secreto.

Era de noche y mi madre había tenido que salir de la ciudad por su trabajo. Así que nos quedamos solas.

Esa tarde fuimos a su gimnasio a ejercitarnos, era mi primera vez así que ella me supervisó. Podía sentirla comiéndome con la mirada mientras entrenábamos. Estaba algo excitada con los roces de nuestros cuerpos pero sabía que estaba mal, después de todo era mi madrastra.

Intenté distraerme mirando alrededor. Mi sorpresa fue ver qué todas eran chicas fitness con cuerpos de escándalo. Había pocas que eran novatas como yo, y eran asesoradas por sus compañeras. Entonces sentí su olor. Su perfume natural que me excitó demasiado. Mi cuerpo comenzó a calentarse demasiado rápido mientras hacía sentadillas.

- Querida Becky... - sonrió desde mi espalda mientras me abrazaba.- te gusta lo que ves? - sus pechos estaban pegados a mi espalda y podía sentirlos. Me puse colorada.
- ehmm.-no Sabía que decir o hacer. Entonces me besó el cuello mientras agarraba uno de mis pechos sorprendiendome. Su mano invadió mi ropa hasta llegar a mi sexo que se empezaba a mojar.  no pude evitar gemir - detente. Nos van a ver. No quiero esto. No está bien.
- He visto como me miras, me deseas. No te preocupes, yo tambien te deseo. Además, mira alrededor con más atención. - mire a mi alrededor y noté que el resto de las chicas del gimnasio estaban manoseándose entre ellas sin vergüenza alguna, mientras seguían su rutina. Las novatas ahora recibían atención de más veteranas, las cuales se dedicaban a excitarlas.- incluso ya estás mojada.
- Pero que ?....- gemí empapada, totalmente embriagada por el hedor de mi madrastra y sus caricias.
- esto es normal en este gimnasio. Aquí nos liberamos. Podemos ser ... Salvajes

Se separó de mi y destruyó mi ropa dejando mis pechos al descubierto. Me recostó en el suelo y comenzó a lamerlos mientras acariciaba mi vagina. Yo no podía negarme era muy hábil. Me sentía en el cielo. Solté un fuerte gemido como una zorra masoquista al sentir como uno de mis pezones eran mordidos. entonces noté de nuevo algo realmente duro tocando mi intimidad. Desvié mi mirada y vi algo raro en madrastra, una polla mastodontica que nacía de su pubis estiraba sua shorts. Gemí asustada.
-Hoy te haré mía, después de que me pruebes solo serás una perrita adicta a mi polla.- me besó dominante mente mientras retiraba el resto de mi ropa. Bajó besando y lamiendo mi cuerpo hasta llegar a mi sexo, el cual devoró, arrancándome más gemidos rebeldes. Intenté separarla pero era en vano, simplemente Bera muy fuerte.

Embobada del placer que me propinaba su boca noté levemente que era cada vez más grande y musculosa. Tenía colmillos largos sobresaliendo de su boca. Sus manos separaban mis piernas mientras clavada sus nuevas garras en mi piel, pero esto no hacía más que excitarme

Entonces me llamo la atención otros gemidos ajenos a los míos. Eran el resto de miembros del gimnasio, todas las veteranas también poseían una gran polla palpitante en sus entrepiernas. Todas estaban chupando mutuamente sus intimidades mientras sus cuerpos sufrían transformaciones similares a Mi madrastra. Las novatas igual al que yo eran presas de resto, algunas estaban siendo lamidas otras ya estaban cabalgando una polla mientras chupaban otra.

Mi vista fue bloqueada por el gran orgasmo que empecé a sufrir.  Segundos después mi madrastra estaba sobre mi, sus pechos eran ahora aún más enormes y estaban al romper el top que vestía. Su cuerpo se llenó de pelaje rápidamente y su escasa ropa cedió ante el paso de sus crecientes atributos. Su rostro se volvió el de una loba.

El secreto de mi madrastra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora