Capítulo 2: Mentolados

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Al principio había sido por resignación, Draco pedía paz y por alguna razón la sala dejaba entrar a la chica mientras él estaba en ella. Las primeras veces él se limitaba a mirarla fastidiado, le frustraba saberla tan tranquila y relajada bajo su mirada de altives, si esa mujer no se intimidaba con la muy ensayada mirada de irritación del Slytherin no se intimidaría con nada que el pudiera hacer, por alguna estúpida e infantil razón a Malfoy le molestaba que fuera feliz, porque esa mujer se veía sana, fuerte y sus ojos brillaban, él podía notar con molestia ese sobrecogedor ambiente de calidez que desprendía pero lo que de verdad no podía evitar era que conforme los minutos pasaban su irritación disminuía y pronto se veía reposando en el pequeño sillón negro y sintiéndose totalmente a gusto con su presencia. La rutina era siempre la misma, habían desarrollado un especie de lenguaje que daba por terminado el día, no había razón para hacerlo pero cuando uno se iba el otro también, a veces era Malfoy quien se cansaba primero, se levantaba y se estiraba ruidosamente entonces ella sabía que estaba por retirarse y se apresuraba a guardar sus cosas para caminar hacia la torre de Gryffindor, otras veces era ella quien agotada se quitaba su falda y la doblada cuidadosamente para guardarla en su bolso entonces Draco se levantaba del sillón y se apresuraba a seguirla, solo habían hablado una vez pero realmente ningún necesitaba saber mas del otro.

Draco estaba sentado leyendo un libro, su lectura era apasionante pero su mirada se veía atraída por el reloj que se hallaba en la pared libre de espejos, hacía cuarenta minutos que había llegado y ella aún no se aparecía por la sala, era extraño, siempre llegaban a la misma hora así que pensó que ese día no iría, un horrible sensación de soledad comenzó a extenderse por su pecho llegando a la garganta y de pronto sintió que la sala era demasiado grande para una persona, ese fugaz pensamiento irritó enormemente al chico, todo el tiempo -a excepción de sus tiempos como mortífago- siempre se había tratado de él mismo, siempre había creído que no debía cuidar ni necesitar a nadie mas que a sus padres porque ellos evidentemente eran superiores y aunque la guerra había bajado la moral de los Malfoy él aún quería conservar su orgullo. Cerró el libro y lo colocó en la pequeña mesa cuadrada colocada justo en frente de él, suspiró pesadamente mientras se pasaba la mano por su rubio cabello, reposó el brazo izquierdo sobre la oreja del sillón y puso su tobillo sobre su rodilla, su cara era una máscara de frialdad y dureza, esos ojos grises penetraban las manecillas del reloj, a pesar de ofrecer una imagen etérea con un traje negro y postura elegante él estaba exasperado, le frustraba la idea de estarla esperando sin embargo ahí seguía, mirando el reloj y con cada movimiento del minutero su ansiedad crecía. "Es solo que me he acostumbrado a verla como parte del decorado y me disgusta no tener el control" se repetía esto una y otra vez, Draco no quería aceptar que quería verla. Cuando la guerra terminó y su padre fue condenado a pasar el resto de su vida en azkaban, su madre comenzó a perder peso, su piel se volvió mas pálida de lo normal y su cabello se caía a mechones, él acariciaba su rostro y observaba en sus ojos el miedo de perderlo a él también, su pecho dolía mas que nunca, no soportó el dolor que le producía ver a la mujer mas bella del mundo sufrir, observar su silenciosa angustia le provocaba un nudo en la garganta, hizo lo impensable, tiró al suelo todo el orgullo que pudo sentir en toda su vida y se arrastró como gusano, le habló a Potter y a Granger y al pelirrojo Weasley, les pidió que lo ayudaran en el juicio, les debía su estancia en Hogwarts. Se sintió estúpido, no quería volver a ver la cara de ninguno, se sentía indigno, inconscientemente quería demostrar que no necesitaba a nadie por eso se aislaba por eso le enfurecía estar en la sala de los menesteres esperando a la morena. Había pasado mas tiempo con ella que con cualquiera de Slytherin, ella era de alguna forma su única compañía, su único vínculo con otra persona en Hogwarts, él lo sabía demasiado bien y muy a su pesar le asustaba no volverla a ver, aquel lugar sin ella era hueco.

Un chirrido lo sacó de sus pensamientos, no necesitaba voltear para identificar a la persona pero aun así lo hizo, el sentimiento de alivio que experimentó fue rápidamente sustituido por un instinto de alerta que surgió al ver la cara de la muchacha, se le notaba a simple vista, estaba furiosa, su mandíbula estaba tensa y sus manos apretaban con fuerza la correa de su bolso, una amarga satisfacción recorrió la garganta del rubio, pero al mismo tiempo sintió curiosidad. La mujer notó la presencia del chico pero no le importó incomodarlo, estaba hirviendo por dentro, había pocas cosas que desataran su parte impulsiva, pero debía admitirlo, se había controlado admirablemente pero eso le había costado un nudo en la garganta y un dolor en el estómago insoportable, su cabeza se sentía apretada y su cuerpo caliente, necesitaba golpear algo o hechizar a alguien.

Quien me haces ser (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora