🍓 cuarenta

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Volvió después de tres semanas a lo que creía era su hogar, tres largas semanas donde solo supo sufrir y escribir las lágrimas que se guardaba en una libreta vieja. Tres semanas que se sintieron eternas y todas iguales; a pesar de tener una rutina completamente nueva por grabar el álbum con el que debutarian.

Moría un poco al estar tan lejos de Jimin, moría mucho al haber sido lastimado por quién creía el amor de su vida.

El dolor de su vida, eso era.

Las llaves pesaban e incluso ardían en sus manos, el tiempo se estancaba en un limbo al abrir el departamento; pidió al cielo no encontrarse con nadie para así poder estar en paz en su habitación. ¿A quién pediría? Jungkook no era creyente o seguidor de alguna religión. Nadie le iba a escuchar, nadie le escuchó.

Al entrar se encontró con Jimin, sentía su estómago pesado y que vomitaria por todo el remolino de emociones. Quiso darse la vuelta y correr del departamento pero simplemente se congeló en su lugar.

“Hola.” Susurró su rubio “amigo”.

“Hola.” Devolvió el saludo seco, incómodo por estar a unos pasos cerca de quién le ilusionó como nadie.

Ambos se quedaron mirándose, nadie dijo más nada aparte del saludo, ¿que más dirían?

“Jungkook, yo—” Jimin apostaba para perder, jamás ganaría después de todas sus malas decisiones.

“Hey, al fin llegaste.” Hablo Minho saliendo del baño, logrando que el estómago de Jungkook se revuelva aún más, causándole más dolor que antes.

Creía que su departamento sería un lugar seguro de los martillos que azotaban las últimas piezas de su corazón crujiente, pero no podría huir del dolor.

Dio un paso atrás tratando de protegerse, era automático.

“¿Qué hace aquí?” Preguntó con un ceño fruncido mirando a Jimin, exigiendo una respuesta, exigiendo perdón por la bajeza del rubio por seguir pisoteando su corazón.

“Doyoung me dijo que vendrías y… quería-queríamos hablar contigo.” Hablo cabizbajo y en un tono bajo casi susurrando.

“¿De qué hablaremos?” Endureció su ceño fruncido, no entendía qué tenía que hablar con ellos, no había nada de qué hablar.

No existía nada entre él y Jimin, no hubo un pasado, ni un presente y mucho menos un futuro. Así que no comprendía qué es lo que Minho hacía invadiendo su propiedad, tomando más de su territorio y humillandolo con su buena suerte.

“Sentémonos, es algo importante.” Dijo Minho caminando a la dirección de Jimin, llevando su mano a la cintura del rubio para guiarlo; manejarlo a su antojo como un pequeño títere. Jungkook sintió pena.

Pero ese era el Jimin que conoció en un principio, ¿por que su corazón se afligía por alguien que había pasado toda su vida debajo de unos hilos? Desde que conoció el motivo de su tristeza lo vio con diferentes titiriteros, pero esta vez le angustiaba aún más. Y no debería, fueron sus decisiones, habrá visto algo en Minho que él no le podía ofrecer. Y está bien.

O eso creía.

Con incomodidad camino detrás de la pareja para seguirlos a la mesa, se sentó frente a ellos y en ningún momento volvió a tener los ojos de Jimin sobre los suyos, estaba cabizbajo y perdido en sus propios pensamientos.

Mejor así. Pensó.

“¿Bien…?” Sea lo que tengan que hablar quería que sea pero ya, no soportaba el ambiente que se había densificado a su alrededor, sentía que se ahogaba con cada segundo que pasaba frente a la pareja.

Fresas en tus mejillas ; km auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora