Capítulo 1

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El recuerdo de sus padres y la tragedia que este contenía era demasiado doloroso para la princesa Freen. En el silencio del castillo, se escuchaban los lamentos que una y otra vez taladraban la mente de todos los presentes y entre ellos, una de sus más leales sirvientas.

A esta no la habían criado para quedarse en silencio mientras alguien lloraba, ni mucho menos podía hacerlo de quien dependía y amaba en silencio.

No podía.

Al crecer, era la mayor de seis hermanas. Ante esa aritmética. Significa que tenía cinco hermanas menores y ellas hacían todo tipo de lamentos. Incluso llegó a reprimir muchas veces su propio dolor. Durante mucho tiempo le tomó un montón de experimentación, tratando de averiguar la fórmula secreta para hacerlas parar. Después de treinta años de ser la hermana mayor, finalmente descubrió la respuesta.

La respuesta es: no hay respuesta.

Había entendido que a veces solo se necesita seguir hasta vaciar el pozo de lágrimas y si ella era testigo de algún lamento solo podía sentarse allí y esperar hasta que termine. De vez en cuando, el azúcar o el alcohol ayudan, pero eso era solo una alternativa. Si les daba algo incorrecto, podría hacer que el llanto fuera aún más fuerte y entonces estaba en un callejón sin salida. En su perspectiva, la mejor opción era siempre sentarse en silencio y asentir para entender.

Solo Dios sabía que en ese momento Rebecca se sentía impotente mientras palidecía en el pasillo que conducía al dormitorio de la princesa, observó a la guardia afuera de los dormitorios, sin inmutarse por hacer algo al respecto, mientras un alma en pena lloraba entre lágrimas para que todo el Reino de Downsriver la escuchara.

Era un día negro para la patria Downsriver. El rey y la reina habían sido asesinados por ladrones en el camino de regreso de una reunión diplomática en el vecino reino de Northstream.

Ahora que lo pensaba, eso convertía a la princesa Freen... en la nueva reina.

Y ahí estaban, los catorce hombres de la guardia de la princesa, parados como un puñado de zanahorias dentro de un jodido bulto, mientras la —ahora reina— Freen, lloraba a gritos al otro lado de la puerta. Como la guardia había sido bien entrenada, todos miraban fijamente al frente, como si fueran víctimas de la taxidermia.

Como siempre, la de ojos chocolate se obligó en romper el personaje. Nunca había entendido la razón por la que ninguno de esos hombres podía moverse o hablar mientras protegían a la realeza, como si el hecho de mostrar alguna señal de vida les hiciera menos efectivos.

¿Nadie va a entrar ahí? —Preguntó, sin más preámbulos.

Mike, el tipo que se encontraba a su derecha, se sacudió como si le hubiera dado una descarga con una horquilla electrificada. —¿Qué estás diciendo? — Susurra furioso por el lado de su boca. —Estamos de servicio.

Uno de ustedes tendrá que hacer algo. —Dijo a modo de respuesta.

Nos pagan para estar aquí —señaló, como si nunca se le hubiera ocurrido el propósito por el que lo habían contratado. —Para proteger del daño.

¿Y si la princesa llora hasta morir? ¿Has pensado en eso? —Gritó a medias.

Algunos de los hombres ahora parecían tener los nervios a flor de piel.

Bueno, yo, por mi parte, no voy a entrar ahí. —Dijo uno de ellos en un susurro tembloroso. —Intenté consolar a una niña que lloraba una vez y me dio un golpe en el ojo.

¿Es eso, entonces? ¿Todos tienen miedo de una chica que llora?

Rebecca cuestionó, volviendo a gritar a medias.

𝐋𝐚 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐚 [+𝟏𝟖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora