La reina Freen iba de camino a una ensenada privada de agua que, desde que era una niña, visitaba con frecuencia, aunque de eso ya había pasado un tiempo. Lo recordaba perfectamente. Así como la razón para dejar de frecuentarlo, específicamente, cuando su cuerpo estuvo en desarrollo. No quería andar retozando en ropa interior mojada, con catorce soldados mirándola, resultaba incómodo.
Y, precisamente, no estaba segura de por qué se sentía segura haciéndolo delante de Rebecca.
En realidad, nunca le agrado ser vista por nadie. Pero ahí estaba, bajo la atenta mirada de la de ojos chocolate.
O, tal vez, segura no era la palabra correcta. Se encontró... queriendo ser atrevida con Rebecca.
¿Anoche, acostada con una mujer que no era ni siquiera lo más cercana a una amiga? Eso fue increíblemente atrevido. No era inusual que dos jóvenes se casen después de ser atrapados en una posición tan comprometedora...
«Casarme»
Si la hubieran atrapado con Rebecca, ¿sus padres habrían forzado una boda para salvar su honor? ¿O habrían intentado encubrirlo?
Probablemente, lo último, considerando que ella no era de la realeza. Y que era una mujer, pero era algo interesante para reflexionar, ¿no? Casarse con Rebecca Armstrong.
Si alguien pudiera mantener un reino a salvo, sería ella, ¿no? ¿Cuál sería la posición de la realeza y del pueblo ante esto? ¿La preferencia de estar casada con una mujer o una futura guerra con el reino vecino de Northstream?
Rebecca era ciertamente más que suficiente para mantenerse a salvo. Su mirada vigilante y su postura equilibrada le decían lo mismo. Sus profundos ojos escudriñando los árboles que rodeaban la ensenada. —Puedes relajarte, Rebecca. —le dijo, quitándose finalmente la corona de la cabeza y gimiendo por la repentina pérdida de presión en su cuello. —Nadie nos va a emboscar.
—Con todo respeto, eso es algo de lo que debo preocuparme, Su Alteza.
—¿Puedes llamarme Freen, por favor?
—No —dijo, sacudiendo la cabeza. Su atención se estrechó en la mano de la reina, donde amasaba sus músculos doloridos del cuello. —¿Está usted bien?
—Sí, la corona solo está pesada.
«¿Estará pensando en darme un masaje ella misma?»
Ese pensamiento envió una punzada directamente a sus pezones, que se clavaron en el corpiño de su vestido, difuminando los bordes de su visión.
—¿Te casarás con uno de los príncipes, entonces? —Rebecca le gritó a medias.
—Aún no lo he decidido, pero no hará daño conocerlos.
Resopló.
Al ver la expresión de Rebecca, se detuvo brevemente. —¿Estás enojada conmigo?
—No, amor. Por supuesto que no —suspiró, y la reina observó sus nudillos blancos en el agarre de su vestido. —Estoy enojada con las circunstancias, porque te piden que hagas algo tan ridículo.
—¿Por qué es ridículo? Es algo común, la realeza se casa por el bien de una alianza. Si mis padres aún estuvieran vivos, probablemente se habría arreglado con el tiempo. —Ignorando su estruendosa expresión, se quitó las zapatillas. —Hay razones mucho peores para casarse, que las de evitar una guerra y el ser responsable de las bajas.
—No serías responsable —declaró. —El rey de Northstream lo sería.
—No. Si tengo el poder de detenerlo, tengo que hacerlo, o sería responsable.

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𝐋𝐚 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐚 [+𝟏𝟖]
Narrativa generaleRebecca ha jurado proteger a la joven reina, Freen de Downsriver, a toda costa. También ha jurado amarla para siempre... en secreto, por supuesto. Una relación entre una simple y humilde sirvienta de palacio y la reina es imposible. Aun así, cuando...