Era simplemente medio día cuando hacía buen tiempo y el clima era espectacular. Primavera, en su mayoría cálida y el reino estaba inundado de rayos de oro. Era un día en que la joven Freen se había levantado a primera hora para ascender en el trono, escuchando a su consejero, pero sin estar ahí realmente. Sentía una sensación de extrañeza e incomodidad soportar el peso que se encontraba sobre su cabellera negra.
"Pesada es la cabeza que lleva la corona".
Eso es lo que dicen, y es verdad.
Porque la corona que llevaba la reina Freen pesaba alrededor de setenta libras.
Tanto que cabía la posibilidad de terminar con el cuello de un gladiador en una semana. Tenía que hacer algo, ¿Tal vez pudiera usar una corona de margaritas? ¿O ninguna corona? Eso sería de su preferencia. Podría darle la cosa chillona y enjoyada a otra persona y dejar que tomara las decisiones difíciles, para pasar los días vadeando el río y escribiendo sonetos. Pero eso solo era una fantasía que deseaba cumplir.
Se encontraba sentada en el trono que su madre solía ocupar. Hacía una hora, fue coronada rápidamente como reina en una ceremonia privada.
Ahora, el consejero de palacio, Chen, estaba ante la nueva reina con muchas preguntas. Preguntas que Freen no tenía las respuestas a ninguna de ellas.
Era una chica inteligente. Eso lo sabía. Sus tutores le decían lo mismo, siempre permaneció sentada en ese gran salón toda su vida y había escuchado a sus padres, hacer decretos, juicios, dar opiniones. Pero en ese momento su incapacidad para concentrarse probablemente tenía mucho que ver con la sirvienta apostada en la pared. Miraba fijamente al frente, como siempre, esperando para servir a su reina, observando sin un indicio de la gentil comprensión que había mostrado anoche. No tenía buen carácter, en absoluto, pero Freen sabía lo que se escondía debajo. Había sido testigo de su humor y compasión «Y de los mejores abrazos del universo conocido»
No le importaba que solo hubiera experimentado un abrazo. No necesitaba probar otros para saber que Rebecca daba los mejores. Todo cálido, seguro y acogedor. Justo antes de caer en el sueño más profundo de su vida anoche, juró que su boca pasó como un fantasma sobre su cabello y ese simple gesto le dio... sueños. Sueños que cubrieron sus mejillas de rojo a la luz del día.
Soñó con Rebecca Armstrong, desnuda.
«Debería avergonzarme»
Esa agradable mujer le había mostrado tanta amabilidad y ahí estaba la morena, objetivando su... excitante cuerpo.
«¿Le gustaría que jugara con ella?»
«Para de una vez, Freen. Eres una vergüenza»
—Ahora bien, Reina Freen. —dijo Chen. —Sé que es un momento muy difícil para ti, pero estamos en un estado vulnerable, como ves. Sin un rey en el trono, Downsriver podría parecer... vulnerable a nuestros enemigos. Lo mejor para el reino es que tomes un marido lo antes posible.
Ante lo dicho, su columna vertebral se enderezó. —¿Un marido?
Por alguna razón, su mirada se dirigió a Rebecca. Ella seguía mirando al frente, pero observó como un músculo estaba ahora atorado en su mejilla.
—Sí, Reina. Un marido digno de llevar la corona de tu padre.
—No lo entiendo —dijo, masajeando el repentino golpeteo en su sien. —No estamos ausentes de un líder. Soy capaz de guiar al reino.
En su mayoría. Bien, apenas, pero podía fingir hasta que lo hiciera. ¿No podía?
Freen sintió que ahora el pequeño continente que compartían con otros tres reinos parecía bastante vasto, lleno de gente que dependía de sus líderes para obtener recursos, para tener la oportunidad de ganarse la vida y tener familias. Había un río que atravesaba el centro del continente, que está anidado en el mar entre Irlanda y Gran Bretaña. Dos imperios residen a cada lado del poderoso río, y los Downsriver son los más lejanos al sur. Cada uno de ellos tenía bienes particulares que ofrecer y Freen asumía que sus relaciones con las otras naciones eran pacíficas, pero empezó a pensar que sabía muy poco de la política entre reinos.
—Sí, por supuesto que eres capaz de guiarnos, Reina. Pero otros podrían ser... digamos, escépticos, de que una chica de dieciocho años pueda defenderse de los ataques o tomar decisiones estratégicas. —Chen vaciló, peinando con los dedos su cabello canoso que se estaba debilitando. —No quiero hacerte este momento más difícil, pero parece que el ataque a tus padres no fue un simple robo. Eran asesinos a sueldo del vecino reino de Northstream.
Su sangre se volvió helada. —¿Asesinos?
—Sí.
—¿Por qué? ¿Qué esperaría Northstream de matar a mis padres?
—Solo podemos especular, Su Majestad, pero...
—Por favor. —La reina se inclinó hacia adelante. —Habla claramente.
Chen asintió. —El rey de Northstream es ambicioso. Es posible que quisiera provocar una guerra con Downsriver. Y sin el rey y la reina en el trono, podría suponer que la victoria es inevitable.
—Ya veo. Y, si me caso, podríamos evitar una guerra. O ganar una, si es necesario.
—Sí, Su Majestad. Tengo dos opciones en mente, ambas son príncipes. Casarse con uno de ellos no solo aseguraría Downsriver, sino que también construiría una alianza con otro reino.
La reina tarareó en respuesta, sintiendo como si estuviera teniendo una experiencia incorpórea. Si tan solo pudiera volver al ayer por la mañana, cuando esas grandes decisiones no eran suyas.
Una vez más, su atención se dirigió a Rebecca y esta la miraba abiertamente por el rabillo del ojo, esas manos ahora en forma de puños.
Una lanza pareció haberse clavado en el centro de la menor. Si tomaba un marido, nunca podría abrazarla de nuevo. De repente, estaba tan ansiosa por uno de esos abrazos, que podría ahogarse.
—Me has dado mucho en qué pensar, Chen. —Dijo, lista para lanzar esa pesada corona por el pasillo. —Te daré mi decisión antes de que acabe el día.
Chen se rio nerviosamente. —Su Majestad, mis disculpas, pero debo insistir en que nos movamos rápidamente en esto. Ya he enviado un mensaje a los príncipes, estarán aquí mañana.
Al escuchar lo último mencionado, se tragó su reacción con dificultad. Un consejero no debería tomar decisiones de esta magnitud sin el consentimiento expreso de su superior. En este caso... la reina Freen, pero él la conocía desde que era una niña, era su padrino. Así que, aunque sabía que lo correcto era amonestarlo, no pudo encontrarlo en sí misma. No con todos los miembros de la corte del palacio presentes. Además, tal vez tuviera razón. Tal vez eso no era algo que pudiera esperar y debería estar agradecida por su actitud proactiva. —Gracias —murmuró, lo cual no fue necesariamente un acuerdo.
Lo último que quería hacer era arriesgar a personas como Rebecca a una batalla para morir, ¿Y qué había de la gente que ahora gobernaba? ¿Qué pasa si murieran o perdieran sus casas? ¿Sus seres queridos? No podía permitir que eso sucediera.
Pero, ¿era su única opción casarse con un príncipe para protegerse? Seguramente debería de haber otra manera.
Necesitando un poco de aire, se puso de pie.
Empezó a bajar de la plataforma elevada del trono, cuando se le ocurrió un pensamiento. Había una posibilidad de que no pudiera evitar el matrimonio, pero seguía siendo la reina. Tenía poder, ¿no?
— Chen—dijo, levantando la barbilla, frunciendo el ceño cuando la corona se desliza hacia abajo y teniendo que empujarla hacia arriba. —A partir de hoy, solo necesitaré un escolta personal, en lugar de catorce.
Palideció. —Pero, Su Majestad, en todo caso, debería tener más protección ahora que es reina...
—Mantendré a Rebecca Armstrong como mi guardia y asistente personal. — Dijo, antes de que pueda perder el valor y... Decir su nombre en voz alta le hizo temblar. —Los demás serán colocados en las calles de Downsriver. Creo recordar que mi padre habló de un aumento del crimen cerca del mercado. Pueden servir mejor al reino allí, gracias.
No esperó a otra discusión, corriendo por el pasillo central del gran salón. Le sorprendió su aplomo, pero hacía lo posible por no mostrarlo.
Cuando estuvo con Rebecca, esta se apartó de la pared y la siguió, su sombra la tragaba por detrás. —Creo que iré a nadar. —Le dijo, sonriéndole por encima del hombro.
Al decirle eso, ¿Oyó un gemido en respuesta o fue su imaginación?
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𝐋𝐚 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐚 [+𝟏𝟖]
Ficción GeneralRebecca ha jurado proteger a la joven reina, Freen de Downsriver, a toda costa. También ha jurado amarla para siempre... en secreto, por supuesto. Una relación entre una simple y humilde sirvienta de palacio y la reina es imposible. Aun así, cuando...