Primer Capitulo.

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Me encontraba dando un paseo nocturno a traves del bosque en la penumbra de la oscuridad, tan solo alumbrando con una antorcha que traía de mi casa, que efecto también estaba en pleno bosque, por ello no era de extrañar mi paseo. Me encontraba yendo hacia el pueblo, monte abajo.

Mi familia se dedicaba a la agriculcutura, por ello teniamos una granja con ganado, tierras, y huertos. Tenia un caballo marrón y de pelo negro que me regalaron a la edad de seis años y que a mis ojos era el mejor caballo del mundo, no obstante no podia llevarmelo debido a que era algo peligroso trotar en la oscuridad, por lo que consideré mejor llevar un candelabro y andar tranquilamente. No era muy tarde, pero en invierno anochecía pronto.

Caminé hasta sentarme sobre una roca, donde cerca estaba la lápida mi querida tia Marta, intima de la familia, pues desde hace dos años solo estaban ella y mi madre cuidando de mí. Ambas tuvieron la mala suerte de que sus maridos murieran jovenes en la guerra...

Miré la lápida fijamente ya con los ojos aguados y eché un sollozo que no pude contener, cuando de repente siento una presencia o algo moviéndose en la oscuridad haciendo que un arbusto se moviera, pero no logré divisar nada, y menos con mi vista borrosa por las lágrimas secandome de mi trance por breves instantes emitiendo un suspiro del susto, sin embargo no escatimé en detalles y simplemente me limité a pensar que era algún animal como era costumbre, sin embargo seguia sintiendo una presencia.

Absorta en mis sentimientos solo me sequé las lágrimas frunciendo los labios por la repentina tristeza, y alegre mi semblante escuchando su voz dulce y cercana en mis recuerdos "Mi querida niña Alana, prometeme una cosa... Nunca dejes de soñar", entonces surgió una sonrisa genuina en mi rostro como si la estuviese escuchando en aquel mismo instante.

Más animada sigo mi camino hacia el pueblo, y me coloco mi capucha de color rojo sobre mi cabeza dejando ver mi melena ondulada y larga suelta bajando por mis hombros, moviéndose a cada paso, divisando un puesto cercano de un curandero y yendo hacia él con deducción.

— Buenas señor, ¿Es usted curandero, verdad? Necesito alguna medicina para mi madre... Tiene bastante fiebre, ¿Tiene usted algo que pueda darme para ayudarla? — Estaba realmente preocupada por ella, y creo que eso se notó en mi deje de voz y la intensidad de mis ojos.

El señor contestó con voz grave y ronca. Llevaba unos ropajes pobres y una barba canosa que le llegaba hasta el pecho, disimulando su calvicie con una gorra. Ya le habia visto otras veces, y siempre tenia una mirada llena de bondad, aunque su aspecto no inspirara confianza. — Oh Buenas señorita... Hmm dejeme ver... Si, si, esto le servirá. — Me tendió un frasco con medicamento y le sonreí agradecida, a lo que él me devolvió la sonrisa.

— Tiene usted que darle esto después de cada comida. — Yo asentí respondiendo con alivio. — Claro, claro, muchas gracias, tenga. — Saqué el dinero y se lo di y él agradecido me despidió diciendo. — Que tenga buen dia señorita, ¡Y que su madre mejore!—

Sonreí y me dirigí de nuevo hacía mi camino... Era un pueblo pequeño y todos nos conociamos, pero igualmente era peligroso caminar sola de noche o eso me decia mi madre, asi que me marché rápido llevándome el bote de medicamentos hacia un bolsillo de mi capa roja, y caminé cuesta arriba. No lo negaré, si estaba algo preocupada por ella, en verdad solo nos teniamos ella y yo.

Alana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora