Unos leves empujones me despiertan, − Mali, despierta. Tenemos que ir a clases. −es Sam, quien ya estaba de pie y vestida, lista para salir.
Restriego mis ojos con mis puños para así aclarar mi visión. − ¿Qué hora es? −pregunto.
− Son las nueve de la mañana. −responde, colocándose la mochila sobre el hombro− ¿Qué esperas para levantarte?
− Hoy sólo tengo clases en la tarde, Sam. −ella suspira. Aún era difícil esto de horarios distintos, en la secundaria estábamos acostumbradas a estar juntas en todas las clases.
− Pues yo sí tengo, y voy tarde. Hay pancakes en la cocina, si tienes hambre. Necesito que cubras mi turno en el Café. −se le notaba un poco preocupada.
Finalmente me siento en el borde de la cama y asiento con la cabeza. − Tú ve tranquila, yo me encargo. −con eso, me dedica una sonrisa y sale corriendo de la habitación.
Asomo mi cabeza por la ventana, para mirar cómo se sube en su auto y deja el estacionamiento. Luego de eso, me pongo de pie y estiro mis brazos, acompañado de un bostezo. Nos habíamos quedado despiertas hasta la madrugada viendo películas y comiendo helado.
Entonces, recordé el por qué hacíamos todo eso.
Tomé mi móvil del escritorio de Sam y noté que tenía, además de la batería baja, un par de llamadas perdidas de mi madre, unas diez llamadas perdidas de Cameron, entre ayer y hoy, y una gran cantidad de mensajes de su parte.
No tuve tiempo de devolverle las llamadas a mi madre antes de que mi móvil finalmente muriera. Es entonces cuando entro al baño para cepillarme los dientes con un cepillo que acostumbro a dejar aquí, ya que siempre suelo quedarme a dormir de repente y sin ningún equipaje.
Bajé a la cocina para comerme los pancakes que Sam me había preparado, ya que nadie más se los comería. Sam vivía técnicamente sola, ya que su hermana mayor casi nunca estaba en casa y sus hermanitos vivían con su madre, así que solía visitarla muy a menudo, para hacerle compañía.
Recogí el plato, el tenedor y el vaso que había usado, y los lavé. No acostumbraba a ser desordenada, mucho menos en una casa que no era la mía, aunque sea la casa de mi amiga más cercana.
Salí de casa de Sam a eso de las 11, y decidí caminar hasta casa. No estaba muy lejos de la de Sam, y pensé que caminar me ayudaría a despejar mi mente por un rato.
Aún no podía creer que Hannah lo haya hecho. Quizás todo esto no me dolería tanto si no hubiese sido mi prima, a quien vi en la cama junto a mi novio. Y lo que peor me hacía sentir era el hecho de que es gracias a mí que se han conocido.
− Amor, ella es Hannah. −le digo, sé que estaba cansado de conocer personas por hoy, pero no podía simplemente no presentarle a mi prima, con quien prácticamente he crecido. − Hannah, él es Cameron, mi novio.
Hannah le dedica una sonrisa tímida, mientras que Cameron se la devuelve. − Es un placer finalmente conocerte, Malili habla mucho de ti.
− Malia, ven acá. −me llama mi padre, quien estaba hablando con unos compañeros del trabajo. − Quiero presentarte a unos amigos.
− Ahora vuelvo. −les digo a ambos, y ellos asienten, mientras continúan hablando.
Sin darme cuenta, ya estaba frente a mi casa. Sólo que había un accesorio nuevo en el estacionamiento, un accesorio que no era para nada de mi gusto. − Mali...
− Por favor, vete de mi casa. −ni siquiera lo miro, tan sólo continúo insertando la llave de la casa para abrir la puerta y escapar de él.
− Necesito que me escuches.