𝗢𝗡𝗖𝗘 𝗨𝗣𝗢𝗡 𝗔 𝗧𝗜𝗠𝗘...

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Una boda. Hace casi veinte años se realizó una boda. La Bella y la Bestia se casaron y ahí fue el inicio de los problemas porque, en vez de irse de Luna de Miel como las personas normales, Bestia decidió un regalo mejor. 

Seguridad para todos. 

¡Oh, claro! Con específicas exclusiones. 

Una condenada boda causó todo. 

A los villanos se les prohibió vivir libre y plenamente por mantener la protección de quienes son llamados "heroés". Muchas injusticias se cometieron aquel día en el que el rey Bestia, elegido ese mismo día como Soberano Rey de Los Estados Unidos de Auradon, encerró a todos los que consideraban peligrosos y escorias de la sociedad en una isla alejada de todo y de todos. Por supuesto no podía faltar una barrera mágica que los mantuvieran más aislados de lo que ya estaban. 

Ese lugar, La Isla de los Perdidos, una pocilga donde no hay magia, no hay servicio de internet. Si se está de suerte, comida decente que no esté podrida y agua no tan potable que dígamos. ¿Al menos se puede salir? Pfff ¡Claro! Del edificio donde sea tu hogar, si es que tienes hogar, hasta cualquier establecimiento del vecindario, pero tener la precaución de cualquiera que quiera robar tus pertenencias o iniciar una pelea. ¡Que hermoso lugar!

¿Bestia logró atrapar a todos los villanos enseguida? Nope. 

Aunque no lo crean, la escurridiza de mi madre logró escapar de las garras de los héroes por unos cuantos años. Unos años que en los que duró muy poco su libertad. Creyó que tal vez, si lograba evitar a los guardias del reino, podría vivir en el bosque como siempre, oculta de las personas y poder criarme en un lugar que no estuviera encerrado, no oliera a alcantarillado y al menos tener un poco de libertad. Ser felices juntas, solo las dos.

Como saben, las cosas no les salen de la mejor manera a los villanos. 

La encontraron, la forzaron a salir de su escondite y la llevaron a la isla con un avanzado embarazo. Cuando llegó, no sabía que hacer sin su magia y la mayoría de sus preciadas pertenencias se habían quedado en la cabaña del bosque. Caminó hasta encontrar un edificio viejo y como pudo subió las escaleras. Al llegar a una sala de estar, encontró a una señora de cabeza grande y cabello rojo meciendo una cuna en donde había un bebé recien nacido. 

La señora de cabello rojo se preparaba para enfrentar a mi madre por invadir su edificio, pero vio como la pobre se encogía de dolor e iniciaba labor de parto que se preocupó por su estado. Hizo lo posible para tranquilizarla, indicándole lo que debía hacer en la situación, mientras ella buscaba cosas, entre lo que tenía, necesarias para el parto. 

Unos minutos después e inician mis recuerdos propios. 

Nací en una pocilga a la que llamo casa. 

Lloré un tiempo y luego, cuando empecé a abrir los ojos, lo primero que vi fue la grandote cabeza de La Reina Roja. Empecé a reírme, pero la señora no me cortó la cabeza ahí mismo porque eran signos de que estaba viva y tampoco le importaba mucho la razón de mi risa. Me pasó a los brazos de mi madre y pude ver una señora mayor de cabello lila desgastado con canas, ojos verdes brillantes y algo regordeta. Con una gran sonrisa en sus labios dijo:

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