01. did you say Auredan?

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01.  ¿DIJISTE AUREDAN ?

  ¿DIJISTE AUREDAN ?

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—¿Ya los viste? 

—¿Por qué están bailando? Se ven rídiculos. 

—Parece que les estuviera picando algo. 

Ante mi comentario, Rory soltó una carcajada, mientras que yo seguía viendo como las frutitas armaban un espectáculo a los vecinos de la isla.  

A mi encantador pelirrojo amigo y a mi nos habían dado la valerosa misión de ir a comprar pan a la tienda—obviamente lo ibamos a comprar, somos seres de bien, solo que no entendimos a que se refería el señor con que teníamos que pagar—y en nuestro camino de regreso a nuestro hermoso hogar nos encontramos con el grupito de... ¿se llamaba Malucia, Maluma?... Ah, sí. 

Mal y su combo estaban dando saltos y un baile por casi toda la isla. Rory y yo estabamos en una esquina viendo como se creían los dueños del lugar, mientras nos reíamos, comíamos el pan y criticabamos sus pasos de baile.

—Viven con Cruella y ni ella les puede cambiar ese estilo de ropa. —siguió criticando Rory. 

Decidimos dejar a los malotes quietos, porque nos estabamos gastando el pan y después nuestras madres se ponían de malas y no quería terminar mojada por agua de flores podridas.

—¿Crees que lo que dijeron esas personas mientras veníamos de camino sea cierto? —preguntó Rory a mi lado antes de que le metiera el pie gracias a un pensamiento intrusivo—. ¡Idiota! ¡Me podría haber caído por las escaleras!

—Era la intención. —dije inocentemente mientras mordía un pedazo de pan y, al instante, Rory me lo quitó. Hice una mueca—. Ojalá y no lo sea. En ese reino hay mucho sol. ¿Por qué lo necesitan para vivir? ¿Acaso son plantas?

Llegamos a la sala de nuestro hogar, donde estaban comodamente sentadas nuestras madres compartiendo el té de las tres de la tarde. 

—Ahí estan, pequeñas urracas. —exclamó la señora de cabello lila canoso con una sonrisa algo torcida.

—¡Mami! —salí corriendo a donde ella para abrazarla. En el intento, tiré accidentalmente la taza de té que mi madre tenía en la mano y me pegó un manotazo que me hizo curvar la espalda. 

—¡Niña tonta! ¡Derramaste tu té! 

—Si era mío, ¿Por qué lo estabas tomando tú? —dije con el ceño fruncido y un puchero mientras me sobaba el lugar donde mi amada madre me había golpeado.

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