Capítulo 11

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Al día siguiente Emma se levantó antes que los demás, era algo que no podía evitar cuando se encontraba en el campo. Aún no amanecía del todo, pero a pesar de ello, Emma se colocó una manta sobre su ropa de dormir y salió de su habitación para dirigirse hacia la puerta principal de la casa. Al salir al exterior el olor de la hierba mojada por el rocío de la mañana y el canto de las aves la envolvieron, y ella cerró los ojos siendo consciente de cuánto había extrañado el campo, al cual iba demasiado poco. Su madre prefería las calles y gentío de la ciudad, antes que el polvo del campo y el silencio tan apacible que había en él.

De repente Emma sintió pasos detrás de ella y al girarse encontró al príncipe.

—¿Qué hace aquí afuera? —inquirió Alexei mientras la dama se cubría aún más con la colcha.

—Solo quise salir a ver la salida del sol. Es algo que siempre hago cuando estoy en nuestra casa del campo —contestó Emma con una sonrisa recordando los momentos que había vivido en su casa del campo— ¿Y usted?

—Planeaba dar un paseo, hacía mucho que no venía al campo. Desde que mi madre falleció, mi padre se ha refugiado en el palacio y no sale de allí —explicó Alexei, pero este portaba un semblante de tristeza.

—¿A su madre le gustaba mucho el campo? —se atrevió a preguntar Emma.

El príncipe Alexei mostró una sonrisa melancólica mientras su mente se perdía en sus recuerdos más hermosos de su madre, cuando ella y su padre dejaban por momentos de ser reyes y se convertían en una pareja ordinaria.

—Lo amaba —dijo Alexei con voz ahogada—. Era el lugar en el que los tres podíamos desprendernos de nuestros roles y ser una familia común. El olor a tierra mojada y la brisa de la mañana me recuerdan las risas de mis padres. Desde la muerte de mi madre, mi padre nunca ha abandonado nuevamente su rol como rey, aunque comprendo que fue su manera de pasar por su duelo —explicó con pura añoranza reflejada en su mirada.

Emma recordó el día que había muerto la reina debido a una fuerte neumonía. Ella era aún muy pequeña, pero recordaba claramente dos cosas, ese día había descubierto que significaba la muerte y la tristeza que podía traer al verla reflejada en aquel niño que era Alexei, quien viajaba en el carruaje dentro del cortejo fúnebre, no podría olvidar su expresión.

—Solo lloré una vez, solo derramé lágrimas cuando supe que la enterraría, para mí ese momento fue la confirmación de su muerte. Luego de eso, me escondí detrás de un rostro de indiferencia, no deseaba que nadie me mirara con lástima —agregó Alexei con un rostro que reflejaba cuanto le molestaba que alguien lo viera de aquella manera—. Desde que mamá murió, papá se ha vuelto un rey exigente y frío en muchos aspectos, no sé lo que es el amor, ya no lo recuerdo. Es por eso que, al sentir una sensación semejante en el baile de máscaras, me aferré a él, pero ella...

Alexei no pudo seguir hablando al pensar en aquella chica, que había desaparecido de su vida y ahora estaba de vuelta en ella. Se preguntaba si debía estar feliz porque ella hubiera vuelto, pero no era así, no había sentido ninguno de los sentimientos que lo habían acompañado durante el baile, lo que significaba que lo que había sentido ya era parte del pasado, solo había sido una brisa fresca en medio del desierto.

De repente este salió de sus pensamientos cuando sintió la cálida mano de Emma en su mejilla. Fijó su mirada en la de la dama que le daba una sonrisa comprensiva. El corazón del joven príncipe se agitó por el contacto y entonces él comprendió que lo que compartía con Emma no era el amor pasional que había sentido por Rose, sino que era un amor más calmado, que habían ido construyendo como los cimientos de un edificio, no había sido la primera mirada, pero sí había sido cada palabra que se habían dicho.

Ese no es mi zapato [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora