Los dedos de Emma se movían con agilidad por las teclas del piano interpretando Moonlight Sonata de Beethoven. Al principio había comenzado a tocar para disfrutar un poco de la música, pero a medida que había ido avanzando en su interpretación y la música había adquirido un ritmo más rápido, los dedos de Emma se deslizaron con mayor velocidad y fuerza en cada tecla, dejando en cada una de las notas los sentimientos que bullían dentro de ella y que aún no dejaba salir. Aquello ya no era una simple interpretación, era su lucha interna reflejada en el piano. Pensaba que si se concentraba en el piano sus pensamientos no la atormentarían.
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Dos días antes...
El príncipe Alexei salió de la habitación y Emma miró maravillada la estancia. Se dedicó escudriñar cada uno de los nuevos detalles mientras la emoción aumentaba, Alexei había logrado capturar la esencia de ella en cada pared. Sintió que necesitaba hacer algo por él, por lo que decidió ir hasta la cocina para preparar un picnic para su amado en agradecimiento por sus regalos. Con ayuda de las criadas realizaron varios platillos, muchos de los favoritos del príncipe.
Una vez terminado todo, Emma fue en busca del príncipe para llevarlo al jardín, donde todo ya estaba montado. Al llegar al despacho de Alexei encontró la puerta semiabierta.
—Si yo hubiera llegado antes a su vida, estaría comprometido conmigo —dijo una voz femenina dentro del salón.
Emma escuchó aquello y su mente comenzó a maquinar. Se atrevió a asomarse para ver de quien se trataba y vio a una de las criadas de pie frente a la mesa de Alexei, aquella era una de las criadas nuevas, aún recordaba el día que la había visto en su habitación. Emma, con su forma perspicaz de ser, ató cabos rápidamente y se dio cuenta que aquella chica era la mujer del baile, de la que Alexei estaba enamorado y detrás de quien había corrido como un loco aquella noche.
—Así es —respondió el príncipe con poca seguridad en su voz.
Para Emma aquellas palabras fueron hirientes. Ella solo era una sustitución de aquella chica, nada más.
Se alejó de manera silenciosa de aquel lugar, mientras contenía las lágrimas, que deseaban salir de sus ojos. Al doblar por una de las esquinas del corredor casi chocó con el rey, sin embargo, se detuvo a tiempo.
—Majestad —saludó ella realizando una reverencia, estaba agradecida de que su voz no hubiese salido empañada por el dolor que quebrantaba su alma en ese momento—. Lo siento mucho, venía distraída —Se disculpó mientras sus ojos se mantenían fijos en un punto del suelo, necesitaba recomponerse antes de volver a alzar la cabeza.
—No se preocupe, señorita Kinstong —respondió el monarca quitando importancia a lo sucedido y Emma finalmente levantó la cabeza —. Quería agradecerle por lo buena que ha sido usted para mi hijo. Desde que está usted aquí, él se ha vuelto mucho más responsable de lo que era antes.
Aquellas palabras fueron sumamente dolorosas, pero Emma contuvo su dolor y solo sonrió.
—Su Majestad, perdone mi atrevimiento, pero yo no he hecho nada que usted no hubiera podido lograr. El príncipe Alexei necesita que sea su padre tanto como su rey, dele la oportunidad a su hijo de ser escuchado y estoy segura que él seguirá mejorando. —Emma no sabía si había hecho bien o no en decir aquello, pero la idea había estado circulando en su mente y ya no deseaba silenciarla.
El monarca no pronunció palabra alguna, pero lo que acababa de decir Emma había repercutido de gran manera en él. Siempre había pensado que cumplía bien su papel, pero ahora se daba cuenta de que quizás no había sido un buen padre. Había intentado educar de la mejor manera a su hijo después de la muerte de su esposa, pero quizás había exigido demasiado de él.
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Ese no es mi zapato [Editando]
RomanceTodos conocen la historia de la Cenicienta, quien encontró su felicidad gracias a un zapato, pero que sucedería si el zapato le quedara a alguien más. Emma Kimstong es la menor de su familia, quien se siente inferior a su hermana mayor y siente que...